miércoles, 13 de julio de 2016

La araña que quiso ser mariposa... y lo consiguió

Lo que hoy quiero “compartir sin prisa” sucedió en un jardín enorme y precioso.
Es prácticamente imposible hacer un listado de todas las especies de árboles leñosos y frutales, flores silvestres y de viveros, pequeños regatos que recogían las limpias aguas de dos manantiales y en la parte baja del mismo un precioso estanque en el compartían espacio los nenúfares con algunas especies de peces y varios anfibios que lo alegraban con sus algarabías.
Semejante lugar, como no podía ser de otra manera era reclamo de no pocos moradores. Los pájaros tenían sus nidos albergados en las ramas más fuertes de los enormes robles, castaños, hayas,... y surcaban el cielo libremente con sus vuelos imposibles. Las abejas buscaban el néctar de las innumerables flores y se afanaban en su doble función de polinizadoras y de fabricantes infatigables de ese alimento siempre especial que es su miel. Y así… especie tras especie, todas eran felices en aquel maravilloso vergel.
Bueno. Todas no. Había una araña que, a pesar de ser una magistral tejedora de telas y de que nunca le faltó un bocado que llevarse a la boca, no era feliz con su situación en la escala del gran jardín. Su aspiración era ser mariposa, sin saber muy bien por qué, se le había metido en la cabeza que era mejor ser mariposa que ser araña.
Tal era su obsesión que en una mañana de verano entró en conversación con una mariposa que se posó cerca de su tela. Llamó a la mariposa y, tras asegurarle que no iba a convertirse en el primer plato de su comida, comenzó a hacerle algunas preguntas a la grácil mariposa.
- ¿Cómo has logrado tener esos colores tan llamativos? Yo estoy harta de tener este color tan plano. ¿Cómo has conseguido esos ojos al final de esas antenas? A mí no me gustan nada estos ojos tan pegados a la cabeza. ¿Cómo has…? Y le lanzó toda una retahíla de preguntas que durante tiempo había ido royendo en su interior.
La sencilla mariposa no daba crédito a las preguntas que desembuchaba la araña por su boca abierta como si fuera la de un gran tiburón blanco. Y en vez de ir contestando de una en una a sus interrogantes le contestó de una manera bien sencilla.
- ¿Para qué quieres saber tantas cosas de mí? ¿Acaso quisieras ser mariposa y dejar de ser una de las criaturas más afanosas y mejores cazadoras de este jardín? ¿No será mejor que intentes hacer cada día una tela más bella, más fuerte y más efectiva que pasar el tiempo fijándote en las demás criaturas del vergel?
La araña le contestó de inmediato:
- No me comprendes porque tú eres muy bella, puedes ir de flor en flor, puedes volar y admirar el jardín desde las alturas mientras yo tengo que estar siempre pegado a mi tela esperando que algún bicho se despiste… ¡¡¡Mi vida es muy triste comparada con la tuya!!!
La mariposa viendo que su declaración era equivocada de raíz le contestó:
- No comparto tu aspiración pero si lo quieres es ser mariposa has de conseguir realizar algunos cambios sin los cuales nunca podrás ser mariposa: la primera es que tienes que convertir ese cuerpo cuadradote, musculoso y potente en un cuerpo estilizado y fino que pueda ser elevado hasta el cielo.
La mariposa quedó tranquila porque estaba segura de que la araña enseguida se daría cuenta de que ese cambio era imposible de realizar y, por tanto, se le pasarían esas ínfulas de querer ser mariposa. Sin embargo, eran tales las ansias de la araña de convertirse en mariposa que se puso a la labor.
Comenzó a trenzar una tela enorme y con hilos por triplicado para que su abdomen perdiera peso y volumen al desprenderse de los kilómetros y kilómetros de hilo que tenía almacenada. Y una vez que consiguió trenzar semejante tela, y de tal fortaleza, comenzó la casi imposible tarea de esculpir su cuerpo casi redondo en un fino y alargado tronco. Para ello comenzó a colgarse una y otra vez de la tela de manera que su cuerpo adquiriera una forma más alargada. Con esfuerzo, con mucho esfuerzo, colgada y haciendo ejercicios para aprovechar la ley de la gravedad… la araña empeñista consiguió que su cuerpo no se pareciera en nada al que la naturaleza le había regalado y se pareciera algo más al cuerpo de la añorada mariposa. Agotada por los esfuerzos realizados durante semanas, la araña dedicó un tiempo a descansar meciéndose en la super-tela que había realizado.
Estaba descansando la araña cuando con un sutil movimiento se acercó la mariposa a ver si se le había pasado a la araña las ganas de convertirse en mariposa. ¡¡Cuál fue la sorpresa de la mariposa al encontrar a la desfigurada araña recostada en su tela!! ¡Estaba falseada y, además, triste, muy triste! La mariposa le preguntó:
- ¿Cómo has podido realizar este cambio tan enorme? ¡Ya no te pareces en nada a la araña que yo conocí! Pero… ¡estás más triste que un mejillón en el desierto!
 Y la araña le contestó:
- ¡Cómo no estar triste si todavía me falta hacer el cambio más importante!
La mariposa, asombrada, le increpó diciendo:
- ¿Qué más cambios quieres hacer? Estás dejando de ser araña y a pesar de todos tus esfuerzos nunca llegarás a ser una delicada mariposa. ¿Cómo vas a volar si no tienes alas? ¡Eso no crece como le crece el pelo a los perros que corretean por el jardín!
Se quedó pensando la araña y le pidió a la mariposa que le dejara ver despacio sus maravillosas alas. Terminada la inspección minuciosa le dijo:
- Seguramente no lo conseguiré pero lo voy a intentar porque aunque tú no hayas oído hablar de la evolución de las especies…
Comenzó la araña a hacer ejercicios indescriptibles con su nuevo cuerpo, recurrió a todas las técnicas conocidas para convertir sus múltiples patas y antenas en el forjado de sus alas, recurrió a la naturaleza circundante para agenciarse materiales a modo de velas,.. y fruto de tantos esfuerzos y tanto ingenio… la araña inconformista del jardín consiguió unas alas no muy grandes, tampoco muy bonitas,… pero alas. Eso sí, dejo en el cambio todas las características propias de las arañas que la naturaleza le había regalado.
¡¡¡¡Por fin!!!! Tras no pocos esfuerzos, tras no pocas argucias, tras no pocas renuncias,… había conseguido lo deseado. Podía iniciar su vuelo de flor en flor y catar la dulzura del polen, por fin podía ayudar a que las flores sean polinizadas,… ¡¡¡¡Por fin!!!!

Tras un descanso reparador en su flamante tela, llegó el momento de emprender la aventura deseada, el momento de enseñar a todos los vivientes del jardín que sus esfuerzos habían dado lugar el resultado perseguido, que ya no era araña sino mariposa. Era el momento tantas veces soñado. Sin embargo,… había olvidado algo muy importante: las mariposas se quedan pegadas en la telas que tejen las arañas, en las telas como la suya,y no pueden volar. Ella optó por ser mariposa pero se olvidó de que su propia tela era tan fuerte que nunca podría volar mariposa alguna desde ella.
Y éste fue el fin de una araña que quiso ser mariposa y… lo consiguió, pero ni voló, ni cató el dulzor de las hermosas flores, ni fue la más bella del jardín, ni… sino que quedó atrapada en su envidia y en su desmedido inconformismo. No fue feliz siendo una araña, no apreció lo suyo, codició lo de los demás y acabó “pegada” a la inmensa obra de ingeniería que la naturaleza le enseñó a tejer y nunca supo valorar.

Y esta es la historia de la araña que consiguió ser mariposa pero... no voló. ¡Cuántas personas y pueblos quieren ser lo que no son y... nunca son felices!

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