viernes, 12 de mayo de 2017

Revolcón pascual


En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:
Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron.
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo.
También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús.
(Hechos de los Apóstoles 13,26-33)

No soy especialmente “seguidor ferviente” de Pablo, pero tampoco soy tan ingenuo ni tan “bruto” como para no reconocer su aportación crucial en la expansión de la Buena Noticia de Jesús en los primeros años de los cristianos, además de loar su conversión dejando de ser Saulo de Tarso y llegar a ser San Pablo, pasar de ser perseguidor de los cristianos a ser predicador incansable del Evangelio.
En el llamado libro de los Hechos Apóstoles se narra los vaivenes de las primeras comunidades, su crecimiento pero también sus dificultades. Y también se nos cuenta cómo hacían llegar a los judíos y a los gentiles la Buena Noticia que ellos habían vivido. Quienes vivieron la Resurrección de Jesús, quienes se habían encontrado con Jesús resucitado no podían callarse y superaban cualquier dificultad porque tenían necesidad de que lo que ellos habían vivido llegase, también como Buena Noticia, a todos los rincones. Es increíble la cantidad de “kilómetros” que realizaron algunos de los primeros cristianos. No podían callarse. También es cierto que muchos de aquellos viajes tenían el objetivo de solucionar problemas en distintas comunidades. Que nadie piense que todo fue fácil. Eso es evidente y tenemos muchas noticias históricas de esas dificultades.
Pero no es mi objetivo dar clase alguna sobre lo que hay tanto escrito y hay tantas personas que lo saben expresar muchísimo mejor que yo. Lo que quiero es “compartir sin prisa” lo que la lectura de este texto me produce cada vez que lo leo.
Pablo había sido educado en la religión judía y la había aceptado como el sentido de su vida hasta el punto de llegar a ser un perseguidor furibundo y afamado de los cristianos. Pues ese mismo Saulo, que conocía a la perfección las sinagogas, su funcionamiento, su parecer en cuanto a los cristianos,… les habla, con rotundidad y claridad, de Jesús resucitado. Él no estuvo presente en las apariciones de Jesús resucitado, él no había sido de los discípulos de Jesús que recorrieron los pueblos y ciudades de Palestina, él estaba activo en las persecuciones de las primeras comunidades,… Algo extraño pasó en su vida. No sé si fue lo que nos narra este mismo libro de los Hechos (Hechos 9,1-6)* o fue de otra manera pero en algún momento recibió un “revolcón” en su vida.
Sin embargo, y a pesar de ser increíblemente sorprendente el cambio de Saulo de Tarso a San Pablo, no me interesa tanto lo sucedido sino lo que “está por suceder”. Creo que también es necesario que también nosotros recibamos un buen “revolcón” y nos lancemos a anunciar sin miramiento alguno la Buena Noticia de la Resurrección de Jesús. Que llevemos la Buena Noticia de la apuesta incuestionable de Dios por la Vida. Un “revolcón” que nos haga despojarnos de cumplir normas y dedicarnos a comunicar Vida, que nos haga desprendernos de una “fe encorsetada”  y nos lance a una fe de Vida, que nos lleve a denunciar, sin acritud pero con firmeza, todas y cada una de las situaciones que producen muerte o negación de una vida digna de nuestros hermanos, que nos…
Un “revolcón pascual”. Sinceramente creo que nos vendría bien a todos.

*Saulo, respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. 
Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, repentinamente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 
El respondió: ¿Quién eres, Señor?
Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer. (Hechos 9,1-6)

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