sábado, 17 de febrero de 2018

“…brillará tu luz en las tinieblas”


Esto dice el Señor:
«Cuando alejes de ti la opresión,
el dedo acusador y la calumnia,
cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo
y sacies al alma afligida,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad como el mediodía.
El Señor te guiará siempre,
hartará tu alma en tierra abrasada,
dará vigor a tus huesos.
Serás un huerto bien regado,
un manantial de aguas que no engañan
.  
(Isaías 58, 9b-11)                                                       

Suena bien escuchar “luz en las tinieblas” que rodean algunas de las bases de nuestra sociedad, ser “huerto bien regado” cuando al asomarse a los medios de comunicación te encuentras con tanta sequía, incluso de organizaciones que todos las teníamos como “supuestamente modélicas”. Suena bien oír hablar de “aguas que no engañan” cuando hablamos con frecuencia de aguas tormentosas y revueltas en diferentes escenarios que nos rodean en el día a día. Personalmente, me siento invitado a tener como telón de fondo, entre otros, esta propuesta del profeta Isaías en el camino cuaresmal que la Iglesia entera recorre de una u otra manera.
Y para conseguirlo… tampoco parece que se nos exige superar un camino durísimo e inalcanzable. Algunas cosas que ya hacemos, o lo intentamos hacer, todos los días… y poca cosa más. ¿Lo recordamos?
Alejar la opresión”, o lo que es lo mismo, sentir, y demostrar, en las pequeñas cosas de cada día que quien se encuentra cerca de ti, y también quien se encuentra lejos, todos, sin excepción, son hermanos y por tanto no tenemos motivos para sentirnos ni más importantes ni “señores” de nadie. Tan solo hermanos. Ni más ni menos. Parece fácil de cumplirlo y así lo hacemos en la casi totalidad de los casos. Solo nos queda quitar ese “casi” y convertirlo en actitud inalterable. Sí, también con ese pequeño grupo de personas con los que consideramos que es muy difícil sentir y vivir la fraternidad.
Lo siguiente de lo que habla Isaías tampoco es tan complicado. Si de verdad hemos conseguido ver en el vecino un hermano y no un enemigo… no tiene sentido que nos dediquemos a usar el “dedo acusador y la calumnia” en nuestras relaciones vecinales, familiares, laborales,... Es verdad que no lo hacemos con asiduidad y también es verdad que a veces lo hacemos sin querer hacer daño, pero el texto nos habla de lo importante que es desterrar estas actitudes y comentarios que tanto daño hacen a nuestras roces diarios. No nos aporta nada, no conseguimos nada,… y nos puede pasar que por esa pequeña cosa dejemos de ser “luz en las tinieblas” de nuestro mundo. Mejor dejar de hacerlo.
La tercera cosa que aparece en el texto nos suele costar bastante más pero tampoco es como para asustarse. Nos dice Isaías que compartamos lo que nos sobra sino “lo tuyo”. Hoy, muchos siglos después de que se escribiera el libro de Isaías hemos “avanzado mucho”, por desgracia, en este tema de “lo mío”. Considerar “lo mío como tuyo” eso nos fastidia un poco más. Nos es más fácil “lo mío, mío y lo tuyo también”. Éste sí es un reto fuerte para quienes somos parte de una sociedad que confía demasiado su libertad, su felicidad, su seguridad, en “lo mío” y cree poco en el “partir, repartir y compartir”. Y nosotros somos parte de esta sociedad. Creo que conviene no cerrar los oídos al texto que hemos leído al comienzo. “Ofrecer al hambriento lo tuyo” es una de las condiciones para poder ser “luz o manantial” para quienes lo necesitan.
Y, por último, pero no menos importante, también se nos indica la necesidad de “saciar el alma afligida”. Otra de las cosas que hacemos habitualmente pero que no está mal que se nos recuerde la importancia de convertirla en actitud de vida. Parece increíble que en nuestra sociedad de las nuevas tecnologías, que en nuestro mundo “supuestamente organizado” para el trabajo, el descanso y las relaciones humanas, que nuestra sociedad que dice que valora la familia como lugar de crecimiento de las personas, que… tengamos tanta gente con necesidad de que alguien les escuche, tanta gente con “el alma afligida” sin que nadie le dedique un tiempo para celebrar las buenas noticias y también para compartir los malos momentos,… Parece mentira que así sea… pero lo es y todos lo sabemos porque conocemos situaciones dolorosas o/y porque lo hemos vivido en nuestras propias carnes.
Porque es un buen camino a recorrer por todos los que componemos esta sociedad, creyentes o no, porque la cuaresma es para vivirla y no para aprender verdades teóricas, porque estamos de acuerdo en que en este momento de la historia necesitamos “luz en las tinieblas o manantial de aguas que no engañan”, porque… os invito a volver a leer despacio esas pocas líneas que encabezan este comentario…, a vivirlas y a gozarlas.

Que así sea.

1 comentario:

  1. Considerar a TODOS hermanos. Fácil de decir. Extremadamente difícil de llevarlo a la práctica por mucho que nos esforcemos. Al menos para mí. La gran mayoría tenemos personas "en la lista negra" por distintas razones. La justicia es dar a cada uno lo suyo. Y, si has sido ofendido, en mi opinión, lo mínimo que se puede pedir es que el "ofensor" pida perdón o disculpas de corazón. También Jesús sacó a los mercaderes del Templo como los sacó. ¿Podemos pedir a una mujer maltratada que considere a su maltratador como un hermano?. Cada uno tendrá su respuesta. Una cosa muy importante; No juzgar. No somos nadie para hacerlo. Ya lo dice el evangelio; No juzguéis y no seréis juzgados. Para un cristiano, el juicio final es el que vale. Compartir "lo nuestro"; Muchos lo hacemos en mayor o menor medida, si bien es cierto que siempre se puede hacer un poquito más. Y no sólo compartir bienes materiales sino por ejemplo nuestro tiempo. Es una verdad como un templo que en esta sociedad hiperconectada e hiperinformada, cada vez hay mas personas que se sienten solas aun estando rodeadas de otras personas. Parece una paradoja, pero es la realidad. Por ejemplo en nuestros mayores. Nos tendría que hacer reflexionar y apostar mas por la calidad de las relaciones humanas que por la cantidad. Es muy útil estar en silencio, sin el ruido que nos atenaza. Silencio exterior e interior, que puede aprovecharse para la pequeña pero consciente oración diaria (por ejemplo leyendo cada día el Evangelio y reflexionando sobre el. ¿No tenemos 10 minutos al día?). Intentar tomarnos la vida con mas calma, sin ir corriendo a todos los sitios y valorando lo realmente importante en la vida (al final son muy poquitas cosas las que necesitamos para vivir en plenitud). Distinguir la paja del grano, centrándonos en lo sustantivo y no en lo circunstancial. Un saludo a todos.

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