viernes, 9 de diciembre de 2016

Justicia/Legalidad

Mañana será noticia en los medios de comunicación el aniversario de la aprobación, por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y puede ser una buena ocasión para leerlos despacio, “sin prisa”. Éste es el enlace por si queréis acercaros a ellos: http://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/index.html
Hoy, aprovechando el aniversario mencionado, me apetece compartir con vosotros una reflexión que de vez en cuando se repite y que creo que es bueno hacerla  a menudo para no perder el “norte” en las pequeñas cosas de cada día, y también en las realmente importantes.
Hoy, aunque parezca mentira, no es difícil que nos encontremos con situaciones injustas pero amparadas por la “legalidad vigente” y es importante tener criterios sólidos para no equivocar nuestras “apuestas y esfuerzos”. La ley, la legalidad, es necesaria para poder organizar mínimamente la vida de la sociedad, la ley se va adaptando a los cambios en la vida de los pueblos y naciones y es un instrumento necesario en la estructura de los mismos. La ley, por definición, es cambiante y varía según la realidad de cada momento, la voluntad política, los intereses,…
Pero, además, la legislación, el “cuerpo de leyes”, por mucho que así se anuncie, no está al alcance de la mayoría de quienes la tienen que cumplir sino que es de “uso prácticamente exclusivo” de unos pocos profesionales que la conocen, la aplican y, llegado el caso, la interpretan y defienden según sus intereses o los intereses de quienes les contratan.
Tener la legalidad como el “criterio último y verdadero” es muy peligroso para quien en ella pone su “cimiento” ya que en muy pocas “reuniones de unos pocos políticos” le pueden cambiar lo que uno tenía como base de su forma de actuar. Además, y creo que todos estaremos de acuerdo en ello, hay leyes vigentes que son esencialmente injustas, leyes que están hechas para el beneficio de unos intereses concretos, leyes que no son igualmente aplicables para todas las personas, leyes que no respetan los derechos humanos sino que están al servicio de unos pocos, leyes que… Leyes injustas.
¿Ponemos algunos ejemplos? ¿Es justa la ley que permite acabar con la vida de una persona? ¿Es justa le ley que permite bombardear sin descanso? ¿Es justa la ley que reparte pasaportes dependiendo de su “cuenta corriente”? ¿Es justa la ley que discrimina según la raza, el sexo o la religión?... El listado sería muy grande y por eso es necesario cambiarlas cada poco y, tampoco seamos ingenuos, porque cada uno que alcanza el poder quiere ponerse “cómodo”, además de querer responder a las necesidades de los ciudadanos, que tampoco lo dudo.
A mí me produce tristeza, no puedo evitarlo, cuando veo que las personas se dejan guiar exclusivamente por la legalidad. Me dan tristeza porque, antes o después, van a tener que “lidiar”, y defender, en sus vidas alguna ley injusta, antes o después les van a quitar “su cimiento” y se lo van a cambiar por otro al que se va a tener que aferrar hasta que se lo vuelvan a cambiar… En definitiva, toda la vida “dando tumbos” al albur de lo que otros decidan que va a ser “tu cimiento”.
Y, además de tristeza, me dan miedo porque se convierten en “extremistas” de nuestra realidad. Se sienten seguros con las leyes escritas por otros y no son capaces de leer la realidad, de escuchar a las personas y a los hechos, no son capaces de reconocer que por encima de la ley existe otra realidad llamada Justicia que es de “mayor rango” que los textos más o menos acertados, más o menos interesados.
Me da miedo porque esta realidad “extremista” es aplicable a todos los órdenes de la sociedad: civil, religiosa, política, administrativa,… Quienes ponen la legalidad por encima de la Justicia, quienes ponen la ley por encima de las personas, quienes toman la ley como la seguridad última de todas sus decisiones, quienes… se convierten, antes o después, en un peligro real para la paz, para la libertad, para la igualdad,… y para la propia Justicia.
Esta realidad no es algo nuevo que nos hayamos inventado en el último siglo, aunque sí lo hayamos “perfeccionado”. Jesús, sí, Jesús de Nazaret, fue crítico hasta la “extenuación” con aquellos escribas y fariseos que proclamaban el cumplimiento de la ley como la mejor manera de “agradar a Dios”. Podéis leer el capítulo 23 del evangelio de San Mateo y encontraréis algunas “perlas” que Jesús regaló a los “defensores y cumplidores” de la ley de su tiempo.
Algunos ejemplos: “¡Ay de ustedes hipócritas!, han descuidado los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad, Sepulcros blanqueados, Camada de víboras,…”  Os pongo el enlace por si acaso os da pereza buscarlo en el Nuevo Testamento: https://www.biblegateway.com/passage/?search=Mateo+23&version=NVI
Viene bien, de vez en cuando, descubrir a un Jesús enfadado y hablando claro y contundente. Y tampoco está mal que nosotros, sus seguidores, hablemos alto y claro de lo que sucede en nuestro mundo.
Termino con la invitación a reflexionar sobre la justicia como uno de los pilares de nuestra vida y como un ejercicio más a realizar en este tiempo de Adviento en el que toda la Iglesia camina hacia la llegada del Salvador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario