lunes, 6 de junio de 2016

(Colaboración) Primera Comunión en Etxaurren

Todavía puedo percibir la emoción que transmitían las cinco criaturas que hicieron su Primera Comunión el pasado día 28 de mayo en la ermita de Etxaurren (Álava). Eran 3 niñas y 2 niños  preciosos que, junto a sus familiares y amigos nos acercamos a este precioso templo cuidado con mimo por la buena gente que acude a misa en “los días que toca” subir a la Virgen.  Y es que ese sábado era uno de esos días señalados…
Allí estaba su párroco, Ritxar, que, como siempre, era el primero en dar la bienvenida y estrechar la mano a todos y cada uno de los que tuvimos la suerte de participar en esta Eucaristía tan especial. Quizás faltaron las campanas para que todo resultara “perfecto”. Si, si, digo “perfecto” porque hasta la naturaleza nos deleitó con unas hermosas  vistas de la Sierra Salvada.  El sol nos acompañó desde el principio hasta el fin de la celebración y favoreció el sacar más de una y de dos fotos.
Fue una celebración entrañable, sencilla, familiar…, justo lo que cada uno de los que allí acudimos estábamos deseando, estar  “en familia” y como tal, sentirnos en casa. La verdad, hacía tiempo que no participaba en una Eucaristía de Primera Comunión en la que lo más importante no eran las ropas, los regalos, lo exterior,… menos mal.
No se puede negar que los protagonistas, ese día,  fueron: Irati, Ixone, Eukene, Markel y Rafa, quienes recibían por primera vez a Jesús en  la comunión. Pero, aparte de ellos, el párroco insistió en que la familia era el elemento  fundamental y por eso nos invitó a que todos nos sintiéramos “partícipes” y no “espectadores” del mencionado acontecimiento.
Sinceramente creo que esa invitación se hizo realidad, puesto que desde los más pequeños  hasta los más grandes, cada uno aportó su granito de arena: moniciones, peticiones, ofrendas…todas preparadas con mucho cariño y hechas con esmero superando los nervios y las emociones del momento. Es más, a más de uno nos emocionó sobremanera el “Agur Jaunak” tocado en el momento de la consagración, con mucha delicadeza por un aita, y/o la canción del final de la Misa, la sorpresa, el regalo que los ofrecieron los niños y niñas de la Priemra Comunión, coreografía incluida… Sin duda alguna podemos dar gracias a Dios por todo lo vivido y por las personas que a lo largo de estos tres años han estado al pie del cañón: familias, párroco, catequista… ¡Gracias a todos!
Pero el camino no ha terminado, no, no, es sólo el inicio del seguimiento de Jesús como miembros de una “gran familia” que es la Iglesia. Por eso hay que seguir dando ejemplo de vida cristiana, entregada, de generosidad, de amistad incondicional; hay que seguir animando a compartir, a hacer el bien, a… amarse como Dios nos ha amado. Esta ha sido una de las invitaciones que nos hizo Ritxar en la homilía de aquel día y que a mí, me gustaría recordar, para que no caigamos en eso de que “la primera comunión es también la última”. Sería una pena, ¿verdad?
C.I. (EAM)

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