martes, 21 de junio de 2016

Merece la pena intentarlo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.” (Mt 7,12)

Hoy, en las Eucaristías que se celebren en nuestros pueblos o en cualquier lugar del mundo, se nos invita a recordar, orar y reflexionar con este trocito del evangelio sobre el que me apetece “Compartir sin prisa” con vosotros un sencillo comentario.
¡Qué bien suena! Quien diga que es difícil comprender la manera de actuar a la que somos convocados los seguidores de Jesús es que no ha escuchado, no ha leído o no ha dejado “reposar” en su interior este evangelio. Es tan fácil…
Toda la Ley anterior a Jesús, toda las “intervenciones” de los profetas en la historia del Pueblo de Israel, todo… queda recogido en una máxima tan corta y tan radical como la que Jesús plantea: “…como queréis que ellos os traten”. Esto lo comprendemos todos a la perfección. No son teorías sino experiencias concretas.
No es necesario que dediquemos demasiado tiempo a la reflexión y al estudio de no sé cuántas “verdades”. Se nos indica la forma de actuar según una “fórmula matemática” muy sencilla y que nunca falla: ¿te gusta sentirte querido?, ¿necesitas sentirte escuchado?, ¿requieres sentirte perdonado?, ¿pides una segunda oportunidad?, … Esos mismos deseos, esas mismas querencias, esos mismos sentimientos,…, exactamente los mismos, aplícalos con quienes te ha tocado recorrer este camino al que llamamos vida. No algunas de las cosas que necesito para ser feliz, todas.
Con el tiempo, con la mejor de las intenciones y no siempre con los resultados deseados, hemos ido envolviendo con diferentes capas de “normas y explicaciones” la sencillez y rotundidad de las palabras de Jesús. Algunas de esas normas se han ido quedando en nuestra “memoria histórica” y hemos terminado dando más importancia a la norma que a lo que la envuelve. Nunca es tarde para regresar al núcleo y despojarnos de lo que nos estorba para comprender cuál es la propuesta de Jesús.
No hay muchas afirmaciones más claras, contundentes y, sobre todo, prácticas que esta frase del evangelio. Práctica a la hora de comprender nuestra relación con el cercano y también con el lejano. Práctica para “hacer política”, entendida como la organización de nuestro mundo. Práctica para nuestra Iglesia que tantas veces se “devana los sesos” en encontrar su lugar en el mundo. Práctica para acertar en el fundamento de las ONGs, de los Sindicatos,… para todas las personas de buena voluntad, creyentes o no.
Basta con cerrar los ojos para imaginar por unos pocos minutos cómo sería nuestro mundo si esta frase que hoy recordamos fuera el “leitmotiv” de la realidad que nos envuelve. Y si se nos hace poco evocador desperdigarnos por “el mundo”, hagamos ese ejercicio con realidades más cercanas como puede ser la familia, los vecinos, el pueblo, mi cuadrilla de amigos,… ¿Si tratara a todos como me gusta que me traten a mí? Cierro los ojos y… ¡Qué fácil… y qué bello!
¿Imposible? ¿Quién o qué me lo impide? “Tal vez pueda intentarlo yo, pero…¿si los otros no quieren?”. La respuesta a esa pregunta es clara: empieza tú, asume el reto y las dificultades (nadie dijo que fuera fácil), sé feliz con esa manera de actuar y… tal vez se anime alguno más a “tratar a los demás como…”. De hecho hay mucha gente que ya vive de esa manera, todos lo sabemos y, además, les conocemos. Basta abrir los ojos para ponerles cara a muchos de ellos. Tendrán sus fallos pero sabemos que lo intentan y ese es ya un paso diferenciador con respecto a quienes tienen como “objetivo vital” poner zancadillas a quien pase a su lado. También conocemos a estos “zancadilladores”. No son muchos, pero haberlos, los hay.
Creo más en los pequeños detalles, en la fuerza revolucionaria de lo insignificante más que en las grandilocuentes planificaciones universales. Creo más en los esfuerzos del que intenta hacer feliz al prójimo que en manifestaciones gigantescas de poder.
Además, y esto me parece importante para no cejar en el empeño, creo que nunca nos vamos a encontrar solos en esa manera de hacer las cosas. Siempre vamos a sentir el apoyo de un Dios que comparte nuestra realidad y que apuesta por lo sencillo y lo pequeño.
Sin duda,… merece la pena intentarlo.

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