sábado, 4 de junio de 2016

El administrador responsable


Ha pasado ya un año (24 de mayo de 2015) desde que el papa Francisco firmara en Roma la Encíclica “Laudato si. Sobre el cuidado de la casa común”.
No sé si está bien llamada  “la Encíclica verde”, como algunos la han denominado, pero lo que sí siento, y hoy quiero comunicarlo, es que se trata de un texto al que merece la pena acercarse dispuestos a gozar, a reflexionar, a rezar, a... Una redacción ágil, comparada con otros documentos de este género, pero que necesita leerse con cierto detenimiento para que no se trate de “un relato novelado” sino de un texto que analiza realidades, que interpela actitudes y provoca respuestas.
El título de la Encíclica está tomado del comienzo del Canto de las Criaturas de San Francisco de Asís que comienza de esta manera: “Alabado seas mi Señor”. Una oración de San Francisco en la que se nos recuerda que la tierra, nuestra casa común, “es como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos”.
No es mi intención  hacer un análisis pormenorizado de la Encíclica porque no me siento capacitado para dicho ejercicio y porque ya hay muchos realizados y es fácil de encontrarlos en los buscadores de la red, pero sí que quiero aprovechar este espacio para hacer una invitación a su lectura ya que en este momento social en el que nos encontramos, en este ambiente electoral que todo lo matiza, en este esplendor primaveral de la “madre tierra”, en este momento crítico de “ataque” al medio ambiente,… creo que es un elemento que nos va ayudar a reflexionar.
Sí quisiera comentar brevemente algunos de los planteamientos, afirmaciones, cuestionamientos,… que más me han gustado-interpelado.
El primer interrogante que me apetece compartir con vosotros es el que el papa plantea en el nº 160 de la Encíclica: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?”. Un interrogante que tantas nos lo hemos hecho en nuestras reflexiones personales, grupales o simplemente como tema de tertulia. “¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?”.
Me he sentido identificado con estos interrogantes porque me parece que es una cuestión básica al preguntarnos por nuestra relación con la naturaleza y el medio ambiente. Una pregunta que no siempre está presente en los análisis de la realidad que se realizan y que lleva a auténticas ofuscaciones en el “cuidado de esta casa común”. “Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá”.
Si no nos planteamos estas preguntas de fondo, dice el papa, “no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados importantes”. Estoy plenamente de acuerdo con él.
Me atrevo a invitaros a leer despacio el primer capítulo sobre “lo que le está pasando a nuestra casa”. Un análisis de la realidad en el que se analiza el calentamiento global, el agua, el deterioro de la calidad de la vida humana, la deuda ecológica del Norte con el Sur,… Como en todo análisis que hace “el otro”, siempre se echa en falta alguna cosa y piensas que lo mejorarías añadiendo otras, pero en este caso creo que es un análisis que lo podríamos firmar gran parte de los mortales.
Y el segundo, y último, de los puntos que quería compartir en estas líneas es lo que, personalmente, creo que es el núcleo de la propuesta que se hace en la Encíclica:  la apuesta por una “ecología integral”. Una ecología que “incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea”. Simplemente, no es posible “entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida”. “El análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma”.
Una ecología integral que es imposible de poner en marcha y adecuar a nuestra realidad sin dedicar un espacio preeminente a la “noción del bien común”. Una noción que jamás debe convertirse en palabra bonita o teoría muy bien desarrollada sino práctica diaria y en todos los parámetros de la existencia: “donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, esforzarse por el bien común significa hacer opciones solidarias sobre la base de una «opción preferencial por los más pobres»”.
Deseo haber conseguido que recibáis con agrado esta invitación a una lectura sosegada de la Encíclica y concluyo sintiéndome agradecido por poder compartir con vosotros algunas de los temas que me apetecía comunicar en estos momentos.
“La forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como « señor » del universo consiste en entenderlo como administrador responsable”.

https://w2.vatican.va/content/dam/francesco/pdf/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si_sp.pdf

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