lunes, 15 de agosto de 2016

Fiesta grande


María dijo:
  «Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
  Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
  Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
  Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
(Lucas 1,46-55)

Seguramente que hay alguien que ha dedicado tiempo a ver cuál es la fiesta más extendida en nuestro entorno y en los alrededores y me imagino que una de las que estarán en el “top ten” será la fiesta de la Asunción, la Fiesta de Nuestra Señora, la fiesta del 15 de agosto. Miles de pueblos, Ermitas y Santuarios celebran este día como la Fiesta de su patrona,… la Fiesta de la Virgen.
Fiesta en la que, además de todos los festejos populares, me parece que es un día adecuado para sentirnos orgullosos de que Dios eligiera a una mujer sencilla como “instrumento” para que su Hijo se hiciera presente en nuestro mundo y nos presentara con toda clase de detalles su mensaje salvador. Podría haber elegido otro medio diferente, podría haber elegido una mujer de una familia importante, podría… y sin embargo eligió a María, la hija de Joaquín y Ana nos dice la tradición.
Fiesta de la mujer que fue capaz de trastocar sus planes para cumplir los planes de Dios, aun sin comprenderlos en su plenitud, la mujer que fue capaz de guardar y meditar todas las cosas que fueron sucediendo alrededor del hijo de sus entrañas, desde el portal de Belén hasta la desaparición del cuerpo lacerado que habían colocado en el sepulcro tras su muerte de manera tan dolorosa y frustrante. Fiesta de una mujer que recibe a los pies de su hijo moribundo el encargo de ser Madre de todos los creyentes y que a lo largo de la historia ha sido, y es, figura importante en el caminar de los cristianos.
Fiesta de quien eleva el canto de acción de gracias a Dios proclamando su alegría porque ha mirado la “humillación de su esclava” y porque se ha revelado a los “sencillos”, “enaltece a los humildes” y “a los hambrientos los colma de bienes”. Esa manera de hacer las cosas de Dios provoca una acción de gracias profunda en María y así debiera ser también para todos nosotros.
Fiesta de la mujer que supo reconocer en Dios a “mi Salvador”, a un Dios misericordioso, a un Dios que no cuenta con los “soberbios, poderoso y ricos” y sí a un Dios que hizo tantas “obras grandes por mí”. Fiesta que nos habla de dónde y cómo podemos encontrar a Dios también hoy en nuestro mundo. Fiesta de María en la que celebramos cómo esta mujer, después de recibir el Espíritu Santo en compañía de los apóstoles y de vivir los dificultosos primeros pasos de la Iglesia es “asunta al cielo”, a ocupar un lugar de los que su Hijo anunció que había ido a preparar para todos nosotros y, cómo no, también para su Madre.
Fiesta, por último, que bien puede considerarse como una clase práctica de lo que supone ser seguidor de Jesús, fiesta de descubrir la importancia de saber proclamar la “grandeza del Señor” con la boca y , sobre todo, con la manera de relacionarnos con los hermanos y con una manera muy concreta de afrontar los grandes retos de nuestro mundo y de nuestra Iglesia.


Que así sea y que ustedes lo disfruten.

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