martes, 9 de agosto de 2016

"Homo impuntualis"

En la historia de la evolución de la humanidad se estudia la manera en la que el hombre ha ido aclimatando su cuerpo, su mente y su costumbres a las necesidades del momento. Es precisamente esa aclimatación la que ha hecho que hayamos llegado a este momento de la evolución. Una evolución que ha dejado tras de sí especies ya olvidadas en la noche de los tiempos. Miles y miles de años han hecho falta para que nos desplacemos erguidos, sepamos comunicarnos con palabras y signos y, por ejemplo, sepamos usar el indispensable “wasap de cada día”.
En toda esa evolución fueron apareciendo y desapareciendo diferentes especies de las que ahora no vamos a hacer un minucioso listado, aunque sí hacer referencia a un momento de dicha evolución en el que surgió y desapareció el “homo impuntualis”. Surgió, tarde, en las sabanas africanas hace tropecientos cincuenta y cuatro mil años, se dirigieron hacia el norte y sabemos algunas de sus costumbres a través de analizar algunos pequeños restos encontrados en los albergues que utilizaron para defenderse de la glaciación correspondiente.
Dicen los estudiosos que su presencia fue muy corta a pesar de tener muy desarrollado su capacidad craneal (sobre todo la “dureza cerebral”) y sus habilidades bien desarrolladas para la época. Se achaca esa breve aparición en la evolución de la especie a que, en aquellos lúgubres años, las necesidades estomacales de sus coetáneos eran atendidas por orden de llegada al reparto de la comida. Los pertenecientes a este grupo que nos ocupa no fueron capaces de aclimatarse a esa regla general y terminaron por no catar bocado alguno. Esa falta de aclimatación, y sobre todo de alimentación, les llevó a su desaparición en aquellos momentos en los que la caza era bastante escasa y muchas las bocas a saciar. Aportaron poco a la especie y por ser defensores acérrimos de su impuntualidad… simplemente desaparecieron.
La especie aprendió y nunca más volvió a caer en la misma tentación de la impuntualidad. Se defendió de la posible vuelta al error con la partición del día en horas y minutos de manera que la alimentación no se hiciera por orden de llegada sino desde otros parámetros. Y se consensuó unos ciertos horarios para que todos pudieran catar el último venado abatido de una manera ordenada, se dotaron de una serie de instrumentos para medir el tiempo aprovechando la posición del sol y otras muchas argucias técnicas,…
Hete aquí que pasados esos tropecientos cincuenta y cuatro mil años y, no se sabe muy bien cómo (en ello andan los científicos) parece que vuelve a ser realidad entre nosotros algunos miembros de dicha especie “impuntualis”. Hay quien dice que son los resultados de experimentos realizados en los viajes a la luna durante la guerra fría del pasado siglo en los que se “jugó” con el ADN de las excavaciones de unas cuevas del Caúcaso, hay quien dice que son los descendientes de una pequeña porción de ejemplares de aquella especie que se refugiaron en las montañas del norte de la península ibérica, otros afirman que los descendientes más cercanos a los primigenios pueden encontrarse en Latinoamérica y que probablemente llegaron a nuestras tierras en el viaje de vuelta de las traineras que fueron a buscar ballenas y…llegaron un poco tarde….
Lo cierto, y eso lo podemos comprobar todos, existir existen. Todos sabemos además en dónde los podemos encontrar con cierta facilidad: las consultas médicas programadas (por llamarlas de alguna forma), las decisiones propias de la justicia, las ruedas de prensa convocadas por los “famosos”, los trámites administrativos, la reparación del vehículo, el currante al que siempre se le pincha la rueda del coche a la hora de levantarse, el político que siempre llega tarde a la hora de bajar los impuestos a los trabajadores, la amiga a la que siempre se le estropea el secador,… Vemos que, poco a poco, van tomado fuerza en algunos sectores de nuestra sociedad y en nuestras propias cuadrillas. ¡¡¡Ojo porque esta vez parece que han venido para quedarse!!!
La sociedad es verdad que está dotándose de innumerables argucias para defenderse de él pero, ni aun así… Los relojes que te regalan con la revista de cotilleo, los móviles que marcan la hora con exactitud, las torres de nuestros pueblos que nos recuerdan la hora machaconamente, la tv y la radio que nos informa sin descanso de la hora que nos une a todos (incluso de la hora menos de las islas),… La sociedad en general se defiende pero los elementos de la especie “homo impuntualis” parecen reproducirse con la misma facilidad que la avispa asiática. Cuidado que la cosa es seria y sus consecuencias impredecibles.
Además vienen con fuerza defendiendo que están muy ocupados y que los que llegan a la hora acordada no tienen otra cosa que hacer, intentan demostrar, equivocadamente por cierto, que sus minutos valen más que los de los demás, que tú tienes que cumplir ciertos plazos escrupulosamente y ellos llegan y contestan cuando “pueden”,… que, por supuesto, no es una falta de educación y mucho menos de respeto. Seguro que os suenan actitudes de este tipo. Y seguro que nunca les escucharéis pedir perdón por el retraso ni expresar el famoso propósito de la enmienda. “Yo llego cuando puedo y tú cuando debes”.
Si te encuentras algún personaje que se expresa en esos términos y que demuestra con su impuntualidad que pertenece a la especie referida…ten cuidado que es complicado defenderse de ellos y te van a hacer perder mucho tiempo. Ese tiempo que tú necesitas para otros asuntos y que nadie tiene el derecho de apropiarse de él.
¡¡¡Ojo con el “homo impuntualis”!!! ¡¡¡Ha llegado para quedarse,… aunque nuevamente desaparecerá!!!

2 comentarios:

  1. Pues es curioso, aquí en Guatemala, esta especie ha sobrevivido y colonizado todo el país. Es tan de la cultura guatemalteca el llegar tarde que cuando se determina la hora de una reunión, o cualquier celebración pública, dicen: digamos a las siete para que lleguen a las ocho, pero como todo el mundo lo sabe llegan a las ocho y media. Yo a esto no he logrado acostumbrarme...así que siempre me toca esperar.

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  2. Muchas gracias, Carlos, por confirmar la supervivencia, abundancia, de la especie por esos lugares guatemaltecos. Un abrazo desde tu tierra tan querida y que tanto te quiere.

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