miércoles, 17 de agosto de 2016

Por si acaso...

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza, diciéndoles:
"¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro.
Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor:
'¡Lo juro por mi vida! –oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor.
Así dice el Señor:
Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a si mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar.
Así dice el Señor Dios:
"Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."» Ezequiel (34,1-11)

Por si acaso alguien se despista, viene bien recordar de vez en cuando este pasaje de Ezequiel que hoy se va a leer en las Eucaristías que se celebren en cualquier parte del mundo.
Y cuando digo alguien, me lo digo a mí mismo y se lo recuerdo a quienes han recibido el encargo de pastorear cualquier “tipo de rebaño” en esta realidad en la que vivimos. Un recuerdo de vez en cuando…
Una familia, una parte, más grande o más pequeña, de la sociedad, una asociación de cualquier tipo, la comunidad de vecinos, una porción de la Iglesia,… cada persona tenemos nuestro rebaño a pastorear y conviene recordar a menudo que la tarea del pastor no es cuidarse a sí mismo sino cuidar, mimar, dirigir, sanar,… pastorear el rebaño encargado, con todo lo que ello significa.
No es lo habitual pero todos conocemos pastores que se “cuidan y miman” a ellos mismos y ante esas realidades no debemos callar y “dejar pasar”, sino tenemos la obligación de ejercer de profetas, como bien dice el texto de Ezequiel. ¡Qué decir de los pastores que quieren manejar otros rebaños diferentes a los suyos cuando sus ovejas están mal alimentadas y descarriadas!
No quiero caer en la tentación, fuerte por cierto, de nombrar estamentos especialmente propensos a “pastorearse a sí mismos”, pero sí llamar la atención a todos sobre la necesidad de cumplir cada uno con nuestra misión en este mundo desde el “servicio a…” y no desde el “servirse de…”, desde el curar y no desde el descuidar, desde orientar y no acogotar, desde llevar a verdes praderas y no a estepas llenas de cardos, desde el amor y no desde el despotismo, desde la liberación y no desde la asfixia, desde…
Pastorear…sin más. Al estilo de Jesús, Buen Pastor, y al estilo de tantas personas que hemos conocido que han cumplido su misión con humildad, capacidad de escucha y también firmeza en los momentos necesarios.


Está bien recordarlo de vez en cuando. ¡¡Gracias, Ezequiel!!

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