lunes, 9 de mayo de 2016

La alegría de la Ascensión

Nos cuenta el evangelio de San Lucas que después de ser bendecidos por un Jesús que asciende a los cielos los discípulos que habían sido testigos de aquel evento “volvieron a Jerusalén con gran alegría” (Lc. 24,52).
Parece mentira que el sentimiento de aquellas sencillas gentes fuera el de alegría tras haber visto que el Maestro, el Mesías, el Señor les dejaba “solos ante el peligro” con un encargo y con una promesa.
Un encargo complicado “ser sus testigos hasta los confines del mundo” (Hechos, 1,8), anunciar a todos sin excepción que lo que Jesús anunció en su recorrido por los pueblos de Palestina era expresión de la voluntad salvífica de Dios y que ellos habían sido testigos que el mismo Jesús que las autoridades políticas y religiosas habían clavado en la Cruz, el mismo Jesús había resucitado y tras haber compartido con ellos algunos momentos, algunas conversaciones, algún almuerzo, el mismo Jesús había ascendido a los cielos. Ese es el encargo recibido. Ni más ni menos.
Sin duda, que la reacción más lógica hubiera sido la de asustarse ante el tamaño de dicho encargo. Ellos eran gente sencilla que sí habían optado por seguir a Jesús pero de eso a ser los protagonistas principales de la expansión del mensaje de salvación que habían escuchado de boca de Jesús y que habían visto en su manera de actuar… La lógica dice que demasiado complicado.
Sin embargo, no es un encargo que asusta sino que produce “gran alegría” porque Jesús no les encarga que hagan un tratado sobre teorías sino que apela a su experiencia: “Vosotros sois testigos de esto” (Lc. 24,48). Se trata de que esa experiencia la comuniquen a todas las personas y en todos los rincones. Es, por tanto, la experiencia y no la teoría lo que Jesús les indica que han de comunicar y compartir y eso sí es más fácil de hacer, para eso no hace falta realizar muchos “estudios” y saber hablar de una manera esplendorosamente locuaz. Se trata de comunicar la experiencia. Eso está en la mano de cualquiera que haya tenido una experiencia de primera mano.
Y no solo les hace el encargo sino que además les hace una promesa: “os enviaré lo que mi Padre os ha prometido” (Lc. 24,49). Para que no tengan miedo de que es un encargo demasiado “penoso”, Jesús les promete la llegada del Espíritu, les promete que no van a estar solos para superar las dificultades que puedan surgir a la hora de cumplir el encargo.
De esa manera las cosas cambian: lo que tenían que comunicar es lo que ellos han visto y vivido y no van a estar solos a la hora de realizar el encargo recibido. Entonces sí. Entonces podemos comprender la “gran alegría” de aquellos discípulos de la que nos habla el evangelio.
Celebrar la Fiesta de la Ascensión y comprender el motivo de la alegría de aquellas sencillas gentes nos debe hacer reflexionar sobre cuáles son las experiencias de Jesús que podemos, y debemos, comunicar a las personas que nos rodean. Jesús nos pide que compartamos nuestras experiencias de habernos encontrado con Jesús en nuestra familia y en nuestro pueblo, en nuestras celebraciones litúrgicas y en los grandes acontecimientos de nuestro mundo, en la lectura detenida de la Palabra de Dios y en los pobres que claman solidaridad y justicia, en quienes sufren la enfermedad y el olvido, en la naturaleza tantas veces explotada y no gozada, en la sonrisa de ese bebé que abre sus ojos a la vida,…
Necesitamos tener experiencias de Jesús resucitado para poder cumplir el encargo recibido. Al parecer, no es cuestión de “saber o conocer” muchas teorías sino de vivir y de compartir esas vivencias. En la medida en que seamos “testigos”, y solo desde esa experiencia, podremos comunicar a nuestro mundo que es más provechoso quererse un poco más que producir mucho, que los primeros en nuestra escala de valores han de ser “los pobres y los que lloran”, que la justicia no es “coto cerrado” de unos pocos y que no podemos hacer oídos sordos a la voz de una buena parte de la Humanidad que muere de hambre mientras otra parte tira comida por intereses financieros.
Celebremos con “gran alegría” la Ascensión de Jesús, como los primeros discípulos, y no nos asustemos del encargo recibido. “Sólo” tenemos que dar testimonio de las experiencias de VIDA y solicitar sin descanso la ayuda del Espíritu.

Que así sea

No hay comentarios:

Publicar un comentario