sábado, 25 de mayo de 2019

“Vosotros sois mis amigos…”

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros».
                                                                                                          Juan (15,12-17)

No es muy habitual que escuchemos en estos tiempos frases de este tipo. No nos solemos atrever a decir que “tú eres mi amigo”… como para decir que “vosotros” pertenecéis a mi lista personal de amigos. Parece una afirmación aventurada para los  tiempos que corren.
Sin embargo, suena muy bien. Que alguien diga que estás “en su lista “ de amigos, que no eres el único sino uno de sus amigos… pero que puedes contar con Él y Él cuenta contigo… La verdad es que suena muy bien. Suena bien porque eso de estar en su lista parece un privilegio y, además, te da acceso a ser amigo de otras personas de esa misma lista.
Debo admitir que a mí me produce una gran alegría escuchar esas palabras de Jesús recogidas en el Evangelio de Juan.
Saber que cuentas con la amistad del Hijo de Dios, del Salvador,… ciertamente es motivo de pleno gozo.
Además, sabiendo que Él ha tomado la iniciativa. No es que yo me haya ganado su amistad sino que Él me ha buscado, me ha encontrado y me ha anotado a su lista particular. Parece obligado hacer el esfuerzo para no salir nunca, ni por ningún motivo, de esa lista maravillosa. En cuestión de amigos, de amigos de verdad, no se pueden perder oportunidades porque tampoco se encuentran amigos todos los días del año.
Es verdad que como toda amistad es preciso cuidarla, mimarla, alimentarla,… para que vaya creciendo y para que no se desvirtúe por pura inanición y termine como “lo que pudo ser y no fue”.
Y no es menos cierto que la amistad de Jesús exige que “haced lo que os mando”. Menos mal que es fácil el “examen”. Tan solo hace falta amar. Tampoco es demasiado complicado. Todos tenemos experiencia de amar a alguien y todos tenemos experiencia de sentirnos queridos por alguien y, por tanto, ya sabemos de lo que nos habla nuestro amigo Jesús.
Y para “no desvirtuar” demasiado este trozo del evangelio que hoy os propongo leer despacio, termino con la consecuencia de la amistad de Jesús: “os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”.
Al parecer no estamos en la lista de Jesús para sestear, para sacar "diploma de honor de holgazán", para “sacar pecho” de que tengo un amigo “famoso”, para… sino para dar fruto, para que se note que su amistad me hace apostar por la justicia, por la paz, por la fraternidad, por los pobres y olvidados, por la libertad de todos por igual, por el amor incondicional a todos, por la felicidad de quien me rodea, por…
Amar para dar fruto, para ser más feliz y para que mi amistad con el que me eligió se haga cada día un poco más grande y se renueve cada mañana. No es un mal plan… creo yo.