sábado, 30 de mayo de 2020

"COMO EL PADRE ME HA ENVIADO..."

   Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
   «Paz a vosotros».
   Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
   «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
   Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
   «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
                                                                                    (Juan 20, 19-23)


Pentecostés. Fiesta de Pentecostés. Fiesta del Espíritu Santo. Tras la Fiesta grande que celebramos la semana pasada, la Ascensión, ahora se nos invita celebrar con alegría que las palabras de Jesús, “no vais a estar solos” eran algo más que unas palabras de consuelo para unos discípulos temblorosos. Como siempre, las promesas de Jesús se hacen realidad. ¡No estamos solos!
Y “no estar solos” no es lo mismo que una llamada a vivir tranquilos, despreocupados, “dormitados”,… sino todo lo contrario. La presencia del Espíritu Santo en nuestra Iglesia y en cada uno de nosotros es una llamada a arriesgar, a responder a los retos de cada día, a iluminar lo que muchos no quieren que se vea, a apostar por los que nuestra sociedad desecha y, sobre todo, empeñarnos en que la Buena Notica de Jesús llegue a todos los rincones de nuestras casas, de nuestras calles y, por supuesto, de nuestros corazones.
Fiesta grande. Fiesta para que cada uno de nosotros nos sintamos parte, importante, de la expansión del mensaje de Jesús para que alcance a todos sin excepción. Fiesta para estar muy contentos porque Dios cree en mí, sí en ti, para que el Reino de Dios se haga realidad en el lugar en el que vives o trabajas o te diviertes o sufres o… Para que llegue a todas las personas con las que convives, con las que te llevas muy bien o no tan bien, a quienes te quieren mucho y a las que seguimos teniendo barreras de comunicación, a quienes piensan como tú y a quienes piensan exactamente lo contrario, a… Sentir que Dios cuenta contigo, conmigo y con el de más allá, para regar el Mensaje de Salvación de Dios debiera ayudarnos sentirnos parte importante de esta Fiesta.
Y lo mejor de todo esto que hoy celebramos es que no se trata de una fiesta “teórica”, bonita en palabras, sino que es una realidad que, a poco que abramos los ojos, la podemos vivir todos los días de nuestra historia. Eso sí, necesitamos ayuda, acompañamiento, energía, seguridad,… necesitamos el Espíritu Santo cuya llegada celebramos hoy. Ese Espíritu que cuando éramos pequeños nos hicieron aprender de memoria que “traía consigo” unos dones para repartir: “don de sabiduría, don de entendimiento, don de consejo, don de fortaleza, don de ciencia, don de piedad, y don de temor de Dios”.
Tal vez sea necesario actualizar algunas de las expresiones porque las palabras también “se hacen mayores” pero lo cierto es que si queremos tomarnos en serio nuestro “ser predicadores” del mensaje de Jesús, y si no aceptamos la irresponsabilidad o la pura inocencia para llevarlo a cabo, es necesario que seamos humildes para reconocer nuestras dudas, nuestra incongruencias, nuestra miserias,… Pongamos todas nuestras buenas intenciones y esfuerzos en manos de Dios y pidamos con fuerza sentir la presencia del mismo Espíritu que hizo cambiar a los primeros discípulos de personas atemorizadas a predicadores incansables del mensaje de Jesús, sin miedo a nada ni a nadie.
No estaría mal aprovechar esta Fiesta de Pentecostés para hacer un ejercicio que nos podría ayudar a sentir la necesidad de la presencia del “Espíritu de la Verdad” en nuestras vidas. Podríamos intentar responder a la siguiente pregunta: ¿qué es lo que me  falta para ser un “buen e incansable predicador” de la Buena Noticia del Evangelio? La respuesta pausada, y rezada, a esta cuestión nos ayudará a descubrir la fuerza de la Fiesta de Pentecostés. Descubriremos que “eso que nos falta” es lo que debemos solicitar que nos “done” el Espíritu, a sabiendas que somos escuchados, somos queridos, somos elegidos,… que Dios cuenta con cada uno de nosotros con nuestro nombre y apellido… y también con nuestras deficiencias.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Las palabras y las intenciones de Jesús son claras y contundentes. Falta nuestra respuesta personal y comunitaria… y Pentecostés es un momento oportuno para ello.
Recibid el Espíritu Santo…” ¡Feliz Fiesta de Pentecostés!

sábado, 23 de mayo de 2020

"ID Y HACED DISCÍPULOS..."


En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.
                                                                                                                 Mateo 28,16-20

¡Fiesta grande la que vamos a celebrar este fin de semana!
Fiesta que, junto a Jueves Santo y Corpus, formaban el triduo de “jueves más relucientes que el sol” del refranero popular, aunque los avatares del manejo de calendarios hace muchos años que tan solo conservó el Jueves Santo. Fiesta a la que estaban “adosadas” algunas tradiciones y dichos populares que se han ido perdiendo… pero cuyo sentido profundo sigue siendo igual de importante y “sugestivo” en nuestro calendario de seguidores de Jesús.
Tras la celebración con intensidad de la Resurrección de Jesús, con todas las consecuencias de la misma, celebramos la Ascensión de Jesús a los cielos con lo que ello supone para vivir nuestro seguimiento de Jesús con sentido, hoy y aquí. Tan solo por recordar, no se trata de un Aniversario sino de un momento importante en el Plan de Salvación del que todos nosotros también somos parte y que conviene tener presente.
Dios envió a su Hijo, Jesús presenta su mensaje durante “tres años”, muere en la Cruz como entrega total, Jesús resucita con toda la carga teológica y pastoral que hemos descubierto en Pascua y, tras su Ascensión, es el tiempo del Espíritu Santo y el tiempo de cada uno de nosotros. Tras la Ascensión nos toca, a todos, asumir la responsabilidad de hacer que el mensaje de Jesús se riegue por todos los rincones: “Id a haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos…”.
Fiesta, por tanto, de no quedarse “plantados mirando al cielo” (Hechos 1,11) absortos con lo “sensacionalista” de un Jesús que sube a los cielos sino tiempo de mirar a la tierra, mirar alrededor y descubrir a quién y cómo puedo y debo presentar el mensaje de Jesús de manera que conozca el mensaje liberador de Jesús, que viva con el Amor como herramienta insustituible y sea partícipe de la alegría de contar con un Padre que siempre tiene los brazos abiertos para recibir a un hijo dolorido o necesitado de escucha.
Fiesta para asumir con responsabilidad el encargo recibido y fiesta para agradecer la confianza puesta en cada uno de nosotros para realizar esa labor. Es muy posible que nos digamos a nosotros mismos que “el encargo nos sobrepasa”, que tenemos más dudas que certezas como para poder andar por el mundo presentando algo tan grande y tan hermoso, tal vez nos veamos necesitados de formación o de adecuar nuestra vida a lo que vamos a predicar, tal vez… Y todo ello es cierto pero el encargo es claro y la “herramienta” para superar esos miedos o tibiezas o… es anunciada con claridad en los Hechos de los Apóstoles: “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra” (Hechos 1,8). ¿Creemos que eso será así? Lo celebraremos, si Dios quiere, el próximo domingo en la Fiesta de Pentecostés.
Con la fuerza del Espíritu Santo anunciado, con la presencia cercana y constante de Jesús, “sabed que yo estoy con vosotros todos los días”, con la bondad de Dios-Padre, con la compañía de nuestra Comunidad y de toda la Iglesia, con los ojos bien abiertos para descubrir los destinatarios prioritarios del mensaje, con la celebración de nuestra fe en la Eucaristía,  sabiendo compartir retos y logros,… claro que podemos llevar adelante el encargo recibido. Podemos y debemos intentarlo. ¿Acaso los pescadores y demás discípulos de Jesús no tuvieron dudas y equivocaciones? Y sin embargo…

No se trata la Ascensión de un “truco de magia” ni de un ausentarse de la realidad por parte de Jesús, ni de una manera “poética” de decir que Jesús dejó de aparecerse a sus discípulos, ni… sino de un Reto, personal y comunitario, que se nos lanza y al que hemos de responder si aceptamos o lo dejamos pasar. Medios a nuestro alcance para responder afirmativamente tenemos: Espíritu Santo, presencia de Jesús, Dios Padre, Comunidad,… falta nuestra decisión personal de aceptar o no ese reto y ponernos “manos a la obra”.
Esta es la grandeza de la Fiesta de la Ascensión. Jesús cuenta contigo, conmigo,… para que su Buena Noticia alcance a todos.
¿Nos sumamos al carro?

sábado, 16 de mayo de 2020

"SI ME AMÁIS..."

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.
Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
(Juan 14,15-21)


















      De nuevo aparece la palabra clave, la palabra “talismán”, AMOR, para comprender el mensaje de Jesús y nuestra manera de vivir y relacionarnos con Él: “… yo también os amaré”. Y, por supuesto, ser y sentirnos amados por el Padre.
Y digo “de nuevo” porque todos recordamos cómo Jesús en la cena de despedida con sus discípulos, antes de comenzar su pasión y muerte en la Cruz, además de hablar con gestos de la humildad y el servicio, les presenta su “testamento vital”: el Mandamiento del Amor. 
Jesús insiste en que la clave para comprender su Mensaje no es otro que el Amor y quien no lo entienda desde ese parámetro no va  poder comprender el núcleo central de su manera de relacionarse con su Padre, de relacionarse con las personas, de plantear una nueva “hermandad”,… Simplemente es imposible.
De nuevo los discípulos están muy preocupados, cuando no asustados. Después de haber vivido la experiencia de la presencia de Jesús Resucitado, después de haber recibido su saludo de paz, después de haberlo descubierto en la fracción del pan, después de haber comido juntos el pez junto a la orilla del lago, después de… haber recobrado la alegría al ver que no se habían equivocado con la apuesta al dejar casa y trabajo por seguir al Nazareno… ahora de nuevo les dice que se va. ¡¡Otra vez llegan los apuros!!
De nuevo hay que volver a hacer un ejercicio máximo de Fe y de Confianza en su palabra. Dice que va a enviar “el Espíritu de la Verdad”, dice que no nos va a dejar “huérfanos”, que nos va a “amar Él y su Padre”, que “volverá”, que… pero la realidad es que todavía hace pocos días que lo subieron a la Cruz y hay quien está empeñado en que todo aquel que hable del “hijo del carpintero” termine como terminó el propio Jesús. Ya les han avisado. No deja de ser una faena… por no decir otra palabra más fuerte.
Y si se nos hace sencillo comprender lo sucedido en aquellos días que Jesús Resucitado compartió con sus discípulos cercanos, debiera hacernos reflexionar a nosotros sobre si nos tomamos en serio la actualidad de lo que Jesús presenta o solo pensamos que fue algo muy hermoso que sucedió hace ya muchos siglos. Preguntarnos si creemos en la fuerza del Amor como clave para nuestra manera de vivir, para nuestra manera de analizar la realidad en la que vivimos, para hacer un hueco al mensaje de Jesús en nuestra casa y en nuestras relaciones.
No es lo mismo comprender lo sucedido, incluso creer lo narrado por el evangelista, que traspasarlo a la realidad que vivimos, a nuestras “cocinas” y a nuestros compromisos sociales. No es lo mismo “comprender” que “vivir”, no es lo mismo, ni parecido, escuchar que Dios te ama… que sentir su amor desde que te levantas de la cama hasta que te acuestas, no es lo mismo…
Necesitamos sentir la tranquilidad que Jesús quiere transmitirnos al afirmar que “no vamos a estar solos”, que vamos a poder contar con el Espíritu que celebraremos juntos, si Dios quiere, el día de Pentecostés. Es muy importante que nos sintamos amados por Dios y por Jesús y la mejor manera es que pongamos en el centro de nuestra historia el Amor del que Jesús nos habló tanto y tan claro.
Y, por último, nunca debemos olvidar que este proyecto presentado por Jesús es un proceso personal y comunitario. No es correr para llegar a una meta quemando etapas de manera artificial. “No por mucho madrugar, amanece más temprano”, dice el refrán popular y lo podemos aplicar al seguimiento de Jesús.
Si pensamos que se trata de correr para llegar “antes que el vecino” es que no hemos comprendido que Jesús respeta nuestro ritmo, un ritmo que ha de ser personal y cuyo espejo no es otro que acomodar nuestra vida al cumplimiento de la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros. Y es imprescindible entender y vivir que ese proceso es necesario compartirlo con los demás, con la Comunidad, porque no es un “tesoro personal para guardarlo bajo llave” sino para compartirlo con quienes nos rodean. 
Quedamos a la espera, pues, para descubrir ese “Espíritu de la Verdad”, el Espíritu Santo, al que bien merece la pena que le dediquemos un espacio de reflexión y le hagamos un hueco en este camino de ser cristianos, hoy y aquí.
¡FELICES PASCUAS! PAZKO ZORIONTSUA!

sábado, 9 de mayo de 2020

"YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».            (Juan 14, 1-12)

¡Qué bien nos viene en este momento escuchar Las palabras de Jesús!
Ahora que podemos empezar a “caminar”, a romper esos amarres que durante tantos días nos han tenido sujetos al hogar, “dulce hogar”, escuchamos en el Evangelio que Jesús es “el camino” y es bonito escuchar, hoy de una manera especial, que Jesús es quien nos da la posibilidad de caminar desde la libertad y con un punto de llegada, como tiene todo camino bien trazado. También como todo camino va a suponer esfuerzo y prestar atención para no desviarnos de él y confundir el destino.
Es verdad que puede parecer exclusivista y vanidoso por parte de Jesús el presentarse como “el” camino y no como “uno” de los caminos. En un mundo en el que tenemos abiertos cientos de caminos, por no decir miles, parece que lo más afortunado podía haber sido expresar que Él se presentaba como “un camino” a “competir” con otros posibles caminos. Pero no debemos olvidar desde dónde nace esta proclamación de Jesús como “Camino, Verdad y Vida”.
Jesús les está comunicando a sus discípulos qué es lo que va a hacer: “prepararnos un lugar en la casa de su Padre” y que esa será razón suficiente para que “no tiemble nuestro corazón”. Deberemos preguntarnos si creemos en lo que dice Jesús, pero si lo creemos… ¿tiene sentido que Jesús se presente como “el” camino? Parece que sí.

¿Acaso otros caminos más “modernos”, y muy “en boga”, son más fáciles y más liberadores que “Jesús, el camino”? ¿Son esos otros caminos por quienes estamos “dando la vida” arrinconando el camino marcado por Jesús? Bien merece la pena que, mientras caminamos en estos días de “fases”, reflexionemos sobre el camino vital que estamos recorriendo y si ese camino que marca nuestra vida diaria es el camino elegido tras una opción o nos hemos dejado llevar por caminos por los que “son los que se llevan”.
Algo muy parecido nos ocurre cuando leemos a “Jesús, la Verdad”. Con todo lo que ha evolucionado el pensamiento en los veinte siglos posteriores a Jesús plantear que Él es “la Verdad”, parece muy, muy aventurado. Cuántas corrientes filosóficas, cuántos descubrimientos científicos, cuántas personajes poniendo su reflexión al servicio de la Humanidad, cuántas… Sin embargo, y si nos atrevemos a ir a “lo nuclear” de las personas y los pueblos, tal vez nos demos cuenta que no es tan exagerado proclamar en el año 2020 que el mensaje de Jesús sigue siendo “verdad” y “verdad universal”.
“Verdad” resumida en un valor nada teórico y al alcance de todos: Amor. Amor con dos direcciones que hemos de compaginar siempre: horizontal y vertical, Amor a Dios y al hermano. ¿Hay “Verdad” mayor que ésta? ¿Hay “Verdad” más Universal que ésta? ¿Acaso es más “verdad” la economía, la fuerza, la productividad, el poder y el amontonar? Es cierto que somos libres para elegir “el camino y la verdad” que queramos, Jesús siempre la defendió, pero no es difícil afirmar con rotundidad que la propuesta de Jesús es muy, muy atractiva y, sobre todo, prometedora.
Prometedora porque termina la exclamación de Jesús proclamándose “yo soy… la Vida”. Su propuesta no es una propuesta teórica, no se trata de adhesión a una filosofía o a una serie de conceptos, sino una manera de vivir y de vivir para siempre. Vivir desde el Amor para ser felices en la vida diaria. Creer en el Amor como la fuerza para transitar holgadamente el camino cotidiano. Compartir el Amor para crear Comunidad. Sentir el Amor de un Dios-Padre que te ama y de unos hermanos que te quieren, a pesar de tus miserias. Amor, Amor, Amor,… 
Como dice el evangelio: “Si no, creed a las obras”. ¿Cuáles son las obras del Amor?
En unas pocas líneas es imposible resumir la fuerza y las consecuencias vitales  de las palabras de Jesús pero es evidente que son Buena Noticia para cada uno de nosotros y para nuestro mundo. Éste es el motivo por el que celebramos con especial alegría el Tiempo de Pascua.
¡FELICES PASCUAS! PAZKO ZORIONTSUA!

viernes, 1 de mayo de 2020

DESESCALADA Y/U OPORTUNIDAD

Es cierto que la palabra “de moda” en estas últimas jornadas es esa, fea, palabra “desescalada”. Hasta la Real Academia de la lengua la desaconseja, pero aun así suena y suena y suena. No tenía intención de comentar lo que hay detrás de “ese palabro” porque bastante estamos escuchando de fases, tantos por ciento, territorios,…
Pero sí que me gustaría Compartir con vosotros una pequeña reflexión sobre cómo este momento puede ser una Oportunidad para crecer en muchas cosas como personas, como familias, como sociedad, como humanidad, como Iglesia,… Sería una pena que lo vivido hasta ahora se quedara en una serie de estadísticas de enfermos, curados y fallecidos, números de la macroeconomía, críticas de unos políticos a otros,… y poco más.
Un momento adecuado, creo yo, para descubrir tantas experiencias positivas que hemos podido vivir “en directo” y que debemos saber aprovechar. Experiencias en los propios hogares cuando nos hemos dado cuenta de que la “casa no se nos cae encima”, como hemos dicho tantas veces, de que la familia sigue siendo un pilar fundamental en la organización social, de que la distancia de los seres queridos es lo que más nos ha hecho sufrir, de que los vecinos también tienen cosas buenas que hemos podido compartir estos días en las ventanas y balcones, de que los más pequeños tienen una capacidad de adaptación enorme, de que los mayores necesitan la calle y la socialización, como todas las demás edades,… Y así muchas experiencias vividas, no teóricas, que debiéramos saber leer con esperanza ante la desesperanza cacareada tantas veces.
Otra realidad que hemos de reconocer es la suerte de vivir en un lugar en el que hay medios (aunque siempre pediríamos más) para luchar contra una pandemia como la que estamos viviendo, que tenemos unos profesionales de la Salud implicados hasta lo insospechado por el bien de los demás. Hemos de reconocer el privilegio de tener unos medios de comunicación de los que solo pueden disfrutar una pequeña parte de la humanidad. Medios que nos han ayudado a estar informados puntualmente, interconectados con la familia y con el mundo, a hacer llegar las materias educativas de los más pequeños, a expandir el tele-trabajo, a tener acceso a contenidos de ocio,… Medios que los apreciamos de verdad si intentamos imaginarnos una situación de confinamiento sin acceso a internet, al móvil, a…
Podríamos hacer un elenco muy, muy largo....
También debemos saber aprovechar esta Oportunidad que la pandemia nos ha obligado a vivir de una manera novedosa nuestra Fe, nuestro seguimiento de Jesús. Tras esta experiencia debiéramos haber aprendido que cualquier lugar es apropiado para encontrarse con Dios (tal y como insistió Jesús), que podemos y debemos hacerle un hueco en cada una de nuestras casas a la Palabra de Dios, para leerla pausadamente, para reflexionarla, para iluminar lo que vivo y siento, para… Debiéramos haber sentido la inmensa suerte que tenemos de poder compartir con asiduidad nuestra fe alrededor de la Eucaristía. No me cabe ninguna duda que la hemos echado en falta como también hemos añorado el encuentro con los amigos y las personas queridas. Esa es una “buena señal” de que nos vamos acercando a la “esencia” de la Eucaristía como encuentro con Jesús y con nuestros hermanos. Y también debiera habernos servido esta experiencia para haber comprobado la fuerza del Amor cuando nos hemos sentido solidarios con todas las personas que han sufrido la enfermedad o han tenido que despedirse de sus seres queridos sin poder siquiera regalarles un beso. Creo que todos hemos comprendido su dolor y sufrido con ellos. No estamos haciendo tan mal las cosas, aunque podemos hacerlas mejor… y en ello hemos de empeñarnos. Si nos dicen hace tan solo unas pocas semanas que íbamos a celebrar la Semana Santa desde casa, con la tele y el teléfono o la tablet en la mano…
No quiero terminar sin tener muy presentes a los que más han sufrido esta pandemia y a los que más van a seguir sufriendo. También la pandemia debemos vivirla como una Oportunidad para abrir bien nuestros ojos y descubrir que hay muchas personas que no han tenido, ni van a tener, una casa digna en la que cumplir el confinamiento o lo han vivido demasiado solos, y así van a continuar, o la convivencia ha sido causa de enfrentamientos o... Abrir los ojos y estar muy atentos a quienes ahora van a recibir el “coletazo mortal” del Covid-19. Nos dicen que todos vamos a recibir “nuestra correspondiente dosis” pero hay que estar muy atentos para que lo que se ha vivido desde las ventanas y balcones no se quede en una “expresión folclórica” sino una experiencia de hermandad solidaria.
Hemos recibido muchas lecciones en poco tiempo y es el momento de recogerlas, valorarlas, reflexionarlas, ponerlas en práctica,… y esta experiencia que nunca hubiéramos querido tener aprovecharla para crecer como personas, como sociedad y como seguidores de Jesús.
La liebre cuando pasa”… y los dichos populares no suelen fallar.