domingo, 21 de junio de 2020

"TIEMPO DE MIEDOS... Y CONFIANZA"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo.

¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

Mateo 10, 26-33

 

 

No tengáis miedo…”. Suena bien en este momento que nos está tocando vivir y es bueno que manifestemos nuestro agradecimiento por recibir estas palabras de Jesús.

Hemos pasado mucho miedo mientras la enfermedad se ha mostrado virulenta. Pasamos miedo cuando nos aturdían con números que se convertían en “cuchillos” lanzados directamente a nuestra sensibilidad y seguimos pasando miedo cuando vamos a poder asistir, e incluso participar, en algunas aglomeraciones de gente con poco respeto a la “lógica pandémica”.


La palabra miedo ha sido una de las palabras clave en la experiencia alrededor del “famoso bitxo”. Es por esto que escuchar en el Evangelio una llamada a “no tener miedo” debiera convertirse en un “halo de aire fresco” que hemos de dejar correr en nuestro interior. “Aire freso” que nos comprometa a compartirlo con quienes estamos inaugurando esta “nueva normalidad”.

Tal vez sea una buena ocasión para analizar y reconocer cuáles son nuestros miedos, de dónde nacen y cómo evitarlos. Nos decían de pequeños que “con miedo” no se podía aprender a andar en bicicleta, cosa cierta, y no parece exagerado afirmar que “con miedo” no es posible acercarnos a Jesús, seguir sus pasos, gozar de su mensaje, compartirlo con quienes nos rodean,… 

¿Cuál es la “enfermedad” que nos da más miedo? ¿Será la “enfermedad del cuerpo” unida al dolor propio o de nuestros seres queridos? ¿Será la “enfermedad del interior” que nos inquieta y no nos deja ser felices? ¿Será la “enfermedad social” que sigue confiando en el “vil dinero” como el “salvador” de nuestro mundo? ¿Será la “enfermedad eclesial” que no le deja ser altavoz de los sin voz de nuestro mundo? ¿Será la “enfermedad política” cuya obsesión es el poder por encima del servicio a los ciudadanos? ¿Será la “enfermedad de los medios de comunicación” plegados a los intereses de grupos cerrados en lugar de relatar de manera fehaciente la realidad? ¿Será la “enfermedad de la justicia” que usa herramientas diferentes para hechos delictivos iguales dependiendo de los reos? ¿…?

¿De dónde y por qué nacen mis miedos, nuestros miedos? ¿Cuál es el camino para hacerlos desaparecer?

Dice Jesús: “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre” Somos Hijos de Dios, de un Dios que es Padre que nos ama “hasta el extremo” a cada uno de nosotros, de un Dios en el que podemos confiar sin excepción, de un Dios cuya obsesión es el bien de sus hijos, de un Dios que insiste en compartir nuestro éxitos e iluminar nuestros fracasos, de un Dios que respeta la libertad de sus hijos aunque nos equivoquemos, de un Dios… que Jesús nos lo presentó con absoluta claridad.

Las palabras de Jesús del Evangelio pueden sonar a “canto a la retórica” y a nosotros nos toca demostrar que no es así, que sentir la cercanía de Dios Padre es Seguridad para nuestros miedos y la Confianza que nunca falla.

Es la Confianza en la Bondad de Dios es la mejor “medicina contra el miedo”. La prescripción es muy clara. La podemos tomar en pequeñas grageas o en inyecciones intramusculares pero la “medicación” está a nuestro alcance. Ahora hay que demostrar que aceptamos ajustar las dosis a nuestra realidad.

Hace pocos días leí esta frase que puede servir para terminar estas líneas: “Confiar no es saberlo todo de alguien, es NO necesitar saberlo”.

“No tengáis miedo…”.


sábado, 13 de junio de 2020

"UNA BRISA TENUE"

En aquellos días, cuando Elías llegó a Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. 

El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!» 

Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.

Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. 
Entonces oyó una voz que le decía: «¿Qué haces, aquí, Elías?»

                                                                            (Primer Libro de los Reyes 19,9-13)

 

Hemos vuelto a recordar esta semana en las celebraciones de la Eucaristía este trocito del Antiguo Testamento sobre el que me apetece escribir unas líneas y “Compartir sin Prisa” algunas sencillas reflexiones o comentarios o… como lo queráis llamar.

Dios no estaba ni en el huracán, ni en el terremoto ni en el fuego…” En una “brisa tenue”. Me parece que podría ayudarnos a comprender la presencia de Dios en nuestro mundo y en nuestras familias. ¿Es Dios un elemento de fuerza, poder y estruendo o es un Dios que camina con nosotros y comparte nuestras miserias y alegrías? ¿Es un Dios que nos mira “desde arriba” sin embarrarse en nuestras luchas? ¿Es un Dios que controla o es un Dios que nos protege y nos mima?

A veces nos surge la tentación de querer que a nuestro Dios se le “pongan las barbas tiesas” y provoque con un “grandiosos estruendo” de manera que esta sociedad deje de ser tan soberbia y se crea el centro del universo o que ponga “un poco de orden” en este desbarajuste que parece ser las relaciones entre hermanos de distintos credos, razas o hemisferios. Dan ganas de provocarle y…

Sin embargo, esa no es más que una tentación que poco o nada tiene que ver con esa “brisa tenue” que acabamos de leer en el Libro de los Reyes. Brisa tenue que nos recuerda a un Dios que nace en el seno de una familia sencilla, acostado en un pesebre. Un Dios que respeta la libertad de todos y cada uno de sus hijos, de un Padre que llena de besos y abrazos al hijo pródigo sin pedir explicaciones por su equivocada manera de actuar. Y así podríamos seguir…

Una “brisa tenue” que a poco que pongamos un mínimo de atención la podemos sentir y disfrutar y que está al alcance de todos. Brisa tenue que acompaña y que nos hace soportar con facilidad los “calentones de la vida”, los apuros que van a seguir existiendo aun con su presencia,… y brisa que no tenemos que solicitar que se produzca pero que tal vez sí podamos concentrarnos en sentirla y gozarla.

Prestar atención, “colocarnos” en el lugar oportuno, poner en marcha toda nuestra sensibilidad, buscar el silencio, impedir que el centro de todas las reflexiones sea “yo y mi”, abrir nuestros oídos y nuestros corazones,… Nada nuevo que no hayamos escuchado una y mil veces… pero ya que se nos brinda una nueva ocasión, tal vez podamos hacer un poco más caso y, por fin, dejemos que nuestra vida la dejemos mecer por una esa “brisa tenue”. Parece que tiene sentido probar el ejercicio. 

Ahora que estamos a las puertas del verano con sus calores y, se supone,

temperaturas altas, sentiremos lo agradable que es sentir al atardecer la brisa del norte que elimina el calor de las horas centrales del día y que nos conforta al terminar la jornada. ¿Así sentimos a Dios cada día?

Entonces,…. vamos por buen camino.

sábado, 6 de junio de 2020

UNA IMAGEN VALE MÁS QUE...

Autor: FANO, Patxi Velasco

   "Una imagen vale más que..."
   Sirva esta imagen para reflexionar sobre el ejercicio que necesita realizar la Iglesia Universal y cada una de nuestras Comunidades en estos momentos especiales y complicados que estamos viviendo en la sociedad y dentro de la propia Iglesia.

   A diferencia de las imágenes que suelo Compartir en otras ocasiones, la imagen de hoy no pertenece a mi archivo personal, como es fácil de imaginar.   
   Aprovecho para agradecer al autor de la ilustración, Patxi Velasco FANO, su colaboración continuada a la hora de presentar el mensaje del Evangelio a los más pequeños y a "los no tan peques". Sus líneas sencillas, siempre acertadas, se convierten en un manantial de agua fresca cuando le dedicamos un tiempo de reflexión y oración.
   ¡Que Dios te bendiga, Patxi!
   Eskerrik asko!!!!

sábado, 30 de mayo de 2020

"COMO EL PADRE ME HA ENVIADO..."

   Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
   «Paz a vosotros».
   Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
   «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
   Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
   «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
                                                                                    (Juan 20, 19-23)


Pentecostés. Fiesta de Pentecostés. Fiesta del Espíritu Santo. Tras la Fiesta grande que celebramos la semana pasada, la Ascensión, ahora se nos invita celebrar con alegría que las palabras de Jesús, “no vais a estar solos” eran algo más que unas palabras de consuelo para unos discípulos temblorosos. Como siempre, las promesas de Jesús se hacen realidad. ¡No estamos solos!
Y “no estar solos” no es lo mismo que una llamada a vivir tranquilos, despreocupados, “dormitados”,… sino todo lo contrario. La presencia del Espíritu Santo en nuestra Iglesia y en cada uno de nosotros es una llamada a arriesgar, a responder a los retos de cada día, a iluminar lo que muchos no quieren que se vea, a apostar por los que nuestra sociedad desecha y, sobre todo, empeñarnos en que la Buena Notica de Jesús llegue a todos los rincones de nuestras casas, de nuestras calles y, por supuesto, de nuestros corazones.
Fiesta grande. Fiesta para que cada uno de nosotros nos sintamos parte, importante, de la expansión del mensaje de Jesús para que alcance a todos sin excepción. Fiesta para estar muy contentos porque Dios cree en mí, sí en ti, para que el Reino de Dios se haga realidad en el lugar en el que vives o trabajas o te diviertes o sufres o… Para que llegue a todas las personas con las que convives, con las que te llevas muy bien o no tan bien, a quienes te quieren mucho y a las que seguimos teniendo barreras de comunicación, a quienes piensan como tú y a quienes piensan exactamente lo contrario, a… Sentir que Dios cuenta contigo, conmigo y con el de más allá, para regar el Mensaje de Salvación de Dios debiera ayudarnos sentirnos parte importante de esta Fiesta.
Y lo mejor de todo esto que hoy celebramos es que no se trata de una fiesta “teórica”, bonita en palabras, sino que es una realidad que, a poco que abramos los ojos, la podemos vivir todos los días de nuestra historia. Eso sí, necesitamos ayuda, acompañamiento, energía, seguridad,… necesitamos el Espíritu Santo cuya llegada celebramos hoy. Ese Espíritu que cuando éramos pequeños nos hicieron aprender de memoria que “traía consigo” unos dones para repartir: “don de sabiduría, don de entendimiento, don de consejo, don de fortaleza, don de ciencia, don de piedad, y don de temor de Dios”.
Tal vez sea necesario actualizar algunas de las expresiones porque las palabras también “se hacen mayores” pero lo cierto es que si queremos tomarnos en serio nuestro “ser predicadores” del mensaje de Jesús, y si no aceptamos la irresponsabilidad o la pura inocencia para llevarlo a cabo, es necesario que seamos humildes para reconocer nuestras dudas, nuestra incongruencias, nuestra miserias,… Pongamos todas nuestras buenas intenciones y esfuerzos en manos de Dios y pidamos con fuerza sentir la presencia del mismo Espíritu que hizo cambiar a los primeros discípulos de personas atemorizadas a predicadores incansables del mensaje de Jesús, sin miedo a nada ni a nadie.
No estaría mal aprovechar esta Fiesta de Pentecostés para hacer un ejercicio que nos podría ayudar a sentir la necesidad de la presencia del “Espíritu de la Verdad” en nuestras vidas. Podríamos intentar responder a la siguiente pregunta: ¿qué es lo que me  falta para ser un “buen e incansable predicador” de la Buena Noticia del Evangelio? La respuesta pausada, y rezada, a esta cuestión nos ayudará a descubrir la fuerza de la Fiesta de Pentecostés. Descubriremos que “eso que nos falta” es lo que debemos solicitar que nos “done” el Espíritu, a sabiendas que somos escuchados, somos queridos, somos elegidos,… que Dios cuenta con cada uno de nosotros con nuestro nombre y apellido… y también con nuestras deficiencias.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Las palabras y las intenciones de Jesús son claras y contundentes. Falta nuestra respuesta personal y comunitaria… y Pentecostés es un momento oportuno para ello.
Recibid el Espíritu Santo…” ¡Feliz Fiesta de Pentecostés!

sábado, 23 de mayo de 2020

"ID Y HACED DISCÍPULOS..."


En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.
                                                                                                                 Mateo 28,16-20

¡Fiesta grande la que vamos a celebrar este fin de semana!
Fiesta que, junto a Jueves Santo y Corpus, formaban el triduo de “jueves más relucientes que el sol” del refranero popular, aunque los avatares del manejo de calendarios hace muchos años que tan solo conservó el Jueves Santo. Fiesta a la que estaban “adosadas” algunas tradiciones y dichos populares que se han ido perdiendo… pero cuyo sentido profundo sigue siendo igual de importante y “sugestivo” en nuestro calendario de seguidores de Jesús.
Tras la celebración con intensidad de la Resurrección de Jesús, con todas las consecuencias de la misma, celebramos la Ascensión de Jesús a los cielos con lo que ello supone para vivir nuestro seguimiento de Jesús con sentido, hoy y aquí. Tan solo por recordar, no se trata de un Aniversario sino de un momento importante en el Plan de Salvación del que todos nosotros también somos parte y que conviene tener presente.
Dios envió a su Hijo, Jesús presenta su mensaje durante “tres años”, muere en la Cruz como entrega total, Jesús resucita con toda la carga teológica y pastoral que hemos descubierto en Pascua y, tras su Ascensión, es el tiempo del Espíritu Santo y el tiempo de cada uno de nosotros. Tras la Ascensión nos toca, a todos, asumir la responsabilidad de hacer que el mensaje de Jesús se riegue por todos los rincones: “Id a haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos…”.
Fiesta, por tanto, de no quedarse “plantados mirando al cielo” (Hechos 1,11) absortos con lo “sensacionalista” de un Jesús que sube a los cielos sino tiempo de mirar a la tierra, mirar alrededor y descubrir a quién y cómo puedo y debo presentar el mensaje de Jesús de manera que conozca el mensaje liberador de Jesús, que viva con el Amor como herramienta insustituible y sea partícipe de la alegría de contar con un Padre que siempre tiene los brazos abiertos para recibir a un hijo dolorido o necesitado de escucha.
Fiesta para asumir con responsabilidad el encargo recibido y fiesta para agradecer la confianza puesta en cada uno de nosotros para realizar esa labor. Es muy posible que nos digamos a nosotros mismos que “el encargo nos sobrepasa”, que tenemos más dudas que certezas como para poder andar por el mundo presentando algo tan grande y tan hermoso, tal vez nos veamos necesitados de formación o de adecuar nuestra vida a lo que vamos a predicar, tal vez… Y todo ello es cierto pero el encargo es claro y la “herramienta” para superar esos miedos o tibiezas o… es anunciada con claridad en los Hechos de los Apóstoles: “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra” (Hechos 1,8). ¿Creemos que eso será así? Lo celebraremos, si Dios quiere, el próximo domingo en la Fiesta de Pentecostés.
Con la fuerza del Espíritu Santo anunciado, con la presencia cercana y constante de Jesús, “sabed que yo estoy con vosotros todos los días”, con la bondad de Dios-Padre, con la compañía de nuestra Comunidad y de toda la Iglesia, con los ojos bien abiertos para descubrir los destinatarios prioritarios del mensaje, con la celebración de nuestra fe en la Eucaristía,  sabiendo compartir retos y logros,… claro que podemos llevar adelante el encargo recibido. Podemos y debemos intentarlo. ¿Acaso los pescadores y demás discípulos de Jesús no tuvieron dudas y equivocaciones? Y sin embargo…

No se trata la Ascensión de un “truco de magia” ni de un ausentarse de la realidad por parte de Jesús, ni de una manera “poética” de decir que Jesús dejó de aparecerse a sus discípulos, ni… sino de un Reto, personal y comunitario, que se nos lanza y al que hemos de responder si aceptamos o lo dejamos pasar. Medios a nuestro alcance para responder afirmativamente tenemos: Espíritu Santo, presencia de Jesús, Dios Padre, Comunidad,… falta nuestra decisión personal de aceptar o no ese reto y ponernos “manos a la obra”.
Esta es la grandeza de la Fiesta de la Ascensión. Jesús cuenta contigo, conmigo,… para que su Buena Noticia alcance a todos.
¿Nos sumamos al carro?

sábado, 16 de mayo de 2020

"SI ME AMÁIS..."

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.
Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
(Juan 14,15-21)


















      De nuevo aparece la palabra clave, la palabra “talismán”, AMOR, para comprender el mensaje de Jesús y nuestra manera de vivir y relacionarnos con Él: “… yo también os amaré”. Y, por supuesto, ser y sentirnos amados por el Padre.
Y digo “de nuevo” porque todos recordamos cómo Jesús en la cena de despedida con sus discípulos, antes de comenzar su pasión y muerte en la Cruz, además de hablar con gestos de la humildad y el servicio, les presenta su “testamento vital”: el Mandamiento del Amor. 
Jesús insiste en que la clave para comprender su Mensaje no es otro que el Amor y quien no lo entienda desde ese parámetro no va  poder comprender el núcleo central de su manera de relacionarse con su Padre, de relacionarse con las personas, de plantear una nueva “hermandad”,… Simplemente es imposible.
De nuevo los discípulos están muy preocupados, cuando no asustados. Después de haber vivido la experiencia de la presencia de Jesús Resucitado, después de haber recibido su saludo de paz, después de haberlo descubierto en la fracción del pan, después de haber comido juntos el pez junto a la orilla del lago, después de… haber recobrado la alegría al ver que no se habían equivocado con la apuesta al dejar casa y trabajo por seguir al Nazareno… ahora de nuevo les dice que se va. ¡¡Otra vez llegan los apuros!!
De nuevo hay que volver a hacer un ejercicio máximo de Fe y de Confianza en su palabra. Dice que va a enviar “el Espíritu de la Verdad”, dice que no nos va a dejar “huérfanos”, que nos va a “amar Él y su Padre”, que “volverá”, que… pero la realidad es que todavía hace pocos días que lo subieron a la Cruz y hay quien está empeñado en que todo aquel que hable del “hijo del carpintero” termine como terminó el propio Jesús. Ya les han avisado. No deja de ser una faena… por no decir otra palabra más fuerte.
Y si se nos hace sencillo comprender lo sucedido en aquellos días que Jesús Resucitado compartió con sus discípulos cercanos, debiera hacernos reflexionar a nosotros sobre si nos tomamos en serio la actualidad de lo que Jesús presenta o solo pensamos que fue algo muy hermoso que sucedió hace ya muchos siglos. Preguntarnos si creemos en la fuerza del Amor como clave para nuestra manera de vivir, para nuestra manera de analizar la realidad en la que vivimos, para hacer un hueco al mensaje de Jesús en nuestra casa y en nuestras relaciones.
No es lo mismo comprender lo sucedido, incluso creer lo narrado por el evangelista, que traspasarlo a la realidad que vivimos, a nuestras “cocinas” y a nuestros compromisos sociales. No es lo mismo “comprender” que “vivir”, no es lo mismo, ni parecido, escuchar que Dios te ama… que sentir su amor desde que te levantas de la cama hasta que te acuestas, no es lo mismo…
Necesitamos sentir la tranquilidad que Jesús quiere transmitirnos al afirmar que “no vamos a estar solos”, que vamos a poder contar con el Espíritu que celebraremos juntos, si Dios quiere, el día de Pentecostés. Es muy importante que nos sintamos amados por Dios y por Jesús y la mejor manera es que pongamos en el centro de nuestra historia el Amor del que Jesús nos habló tanto y tan claro.
Y, por último, nunca debemos olvidar que este proyecto presentado por Jesús es un proceso personal y comunitario. No es correr para llegar a una meta quemando etapas de manera artificial. “No por mucho madrugar, amanece más temprano”, dice el refrán popular y lo podemos aplicar al seguimiento de Jesús.
Si pensamos que se trata de correr para llegar “antes que el vecino” es que no hemos comprendido que Jesús respeta nuestro ritmo, un ritmo que ha de ser personal y cuyo espejo no es otro que acomodar nuestra vida al cumplimiento de la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros. Y es imprescindible entender y vivir que ese proceso es necesario compartirlo con los demás, con la Comunidad, porque no es un “tesoro personal para guardarlo bajo llave” sino para compartirlo con quienes nos rodean. 
Quedamos a la espera, pues, para descubrir ese “Espíritu de la Verdad”, el Espíritu Santo, al que bien merece la pena que le dediquemos un espacio de reflexión y le hagamos un hueco en este camino de ser cristianos, hoy y aquí.
¡FELICES PASCUAS! PAZKO ZORIONTSUA!

sábado, 9 de mayo de 2020

"YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».            (Juan 14, 1-12)

¡Qué bien nos viene en este momento escuchar Las palabras de Jesús!
Ahora que podemos empezar a “caminar”, a romper esos amarres que durante tantos días nos han tenido sujetos al hogar, “dulce hogar”, escuchamos en el Evangelio que Jesús es “el camino” y es bonito escuchar, hoy de una manera especial, que Jesús es quien nos da la posibilidad de caminar desde la libertad y con un punto de llegada, como tiene todo camino bien trazado. También como todo camino va a suponer esfuerzo y prestar atención para no desviarnos de él y confundir el destino.
Es verdad que puede parecer exclusivista y vanidoso por parte de Jesús el presentarse como “el” camino y no como “uno” de los caminos. En un mundo en el que tenemos abiertos cientos de caminos, por no decir miles, parece que lo más afortunado podía haber sido expresar que Él se presentaba como “un camino” a “competir” con otros posibles caminos. Pero no debemos olvidar desde dónde nace esta proclamación de Jesús como “Camino, Verdad y Vida”.
Jesús les está comunicando a sus discípulos qué es lo que va a hacer: “prepararnos un lugar en la casa de su Padre” y que esa será razón suficiente para que “no tiemble nuestro corazón”. Deberemos preguntarnos si creemos en lo que dice Jesús, pero si lo creemos… ¿tiene sentido que Jesús se presente como “el” camino? Parece que sí.

¿Acaso otros caminos más “modernos”, y muy “en boga”, son más fáciles y más liberadores que “Jesús, el camino”? ¿Son esos otros caminos por quienes estamos “dando la vida” arrinconando el camino marcado por Jesús? Bien merece la pena que, mientras caminamos en estos días de “fases”, reflexionemos sobre el camino vital que estamos recorriendo y si ese camino que marca nuestra vida diaria es el camino elegido tras una opción o nos hemos dejado llevar por caminos por los que “son los que se llevan”.
Algo muy parecido nos ocurre cuando leemos a “Jesús, la Verdad”. Con todo lo que ha evolucionado el pensamiento en los veinte siglos posteriores a Jesús plantear que Él es “la Verdad”, parece muy, muy aventurado. Cuántas corrientes filosóficas, cuántos descubrimientos científicos, cuántas personajes poniendo su reflexión al servicio de la Humanidad, cuántas… Sin embargo, y si nos atrevemos a ir a “lo nuclear” de las personas y los pueblos, tal vez nos demos cuenta que no es tan exagerado proclamar en el año 2020 que el mensaje de Jesús sigue siendo “verdad” y “verdad universal”.
“Verdad” resumida en un valor nada teórico y al alcance de todos: Amor. Amor con dos direcciones que hemos de compaginar siempre: horizontal y vertical, Amor a Dios y al hermano. ¿Hay “Verdad” mayor que ésta? ¿Hay “Verdad” más Universal que ésta? ¿Acaso es más “verdad” la economía, la fuerza, la productividad, el poder y el amontonar? Es cierto que somos libres para elegir “el camino y la verdad” que queramos, Jesús siempre la defendió, pero no es difícil afirmar con rotundidad que la propuesta de Jesús es muy, muy atractiva y, sobre todo, prometedora.
Prometedora porque termina la exclamación de Jesús proclamándose “yo soy… la Vida”. Su propuesta no es una propuesta teórica, no se trata de adhesión a una filosofía o a una serie de conceptos, sino una manera de vivir y de vivir para siempre. Vivir desde el Amor para ser felices en la vida diaria. Creer en el Amor como la fuerza para transitar holgadamente el camino cotidiano. Compartir el Amor para crear Comunidad. Sentir el Amor de un Dios-Padre que te ama y de unos hermanos que te quieren, a pesar de tus miserias. Amor, Amor, Amor,… 
Como dice el evangelio: “Si no, creed a las obras”. ¿Cuáles son las obras del Amor?
En unas pocas líneas es imposible resumir la fuerza y las consecuencias vitales  de las palabras de Jesús pero es evidente que son Buena Noticia para cada uno de nosotros y para nuestro mundo. Éste es el motivo por el que celebramos con especial alegría el Tiempo de Pascua.
¡FELICES PASCUAS! PAZKO ZORIONTSUA!

viernes, 1 de mayo de 2020

DESESCALADA Y/U OPORTUNIDAD

Es cierto que la palabra “de moda” en estas últimas jornadas es esa, fea, palabra “desescalada”. Hasta la Real Academia de la lengua la desaconseja, pero aun así suena y suena y suena. No tenía intención de comentar lo que hay detrás de “ese palabro” porque bastante estamos escuchando de fases, tantos por ciento, territorios,…
Pero sí que me gustaría Compartir con vosotros una pequeña reflexión sobre cómo este momento puede ser una Oportunidad para crecer en muchas cosas como personas, como familias, como sociedad, como humanidad, como Iglesia,… Sería una pena que lo vivido hasta ahora se quedara en una serie de estadísticas de enfermos, curados y fallecidos, números de la macroeconomía, críticas de unos políticos a otros,… y poco más.
Un momento adecuado, creo yo, para descubrir tantas experiencias positivas que hemos podido vivir “en directo” y que debemos saber aprovechar. Experiencias en los propios hogares cuando nos hemos dado cuenta de que la “casa no se nos cae encima”, como hemos dicho tantas veces, de que la familia sigue siendo un pilar fundamental en la organización social, de que la distancia de los seres queridos es lo que más nos ha hecho sufrir, de que los vecinos también tienen cosas buenas que hemos podido compartir estos días en las ventanas y balcones, de que los más pequeños tienen una capacidad de adaptación enorme, de que los mayores necesitan la calle y la socialización, como todas las demás edades,… Y así muchas experiencias vividas, no teóricas, que debiéramos saber leer con esperanza ante la desesperanza cacareada tantas veces.
Otra realidad que hemos de reconocer es la suerte de vivir en un lugar en el que hay medios (aunque siempre pediríamos más) para luchar contra una pandemia como la que estamos viviendo, que tenemos unos profesionales de la Salud implicados hasta lo insospechado por el bien de los demás. Hemos de reconocer el privilegio de tener unos medios de comunicación de los que solo pueden disfrutar una pequeña parte de la humanidad. Medios que nos han ayudado a estar informados puntualmente, interconectados con la familia y con el mundo, a hacer llegar las materias educativas de los más pequeños, a expandir el tele-trabajo, a tener acceso a contenidos de ocio,… Medios que los apreciamos de verdad si intentamos imaginarnos una situación de confinamiento sin acceso a internet, al móvil, a…
Podríamos hacer un elenco muy, muy largo....
También debemos saber aprovechar esta Oportunidad que la pandemia nos ha obligado a vivir de una manera novedosa nuestra Fe, nuestro seguimiento de Jesús. Tras esta experiencia debiéramos haber aprendido que cualquier lugar es apropiado para encontrarse con Dios (tal y como insistió Jesús), que podemos y debemos hacerle un hueco en cada una de nuestras casas a la Palabra de Dios, para leerla pausadamente, para reflexionarla, para iluminar lo que vivo y siento, para… Debiéramos haber sentido la inmensa suerte que tenemos de poder compartir con asiduidad nuestra fe alrededor de la Eucaristía. No me cabe ninguna duda que la hemos echado en falta como también hemos añorado el encuentro con los amigos y las personas queridas. Esa es una “buena señal” de que nos vamos acercando a la “esencia” de la Eucaristía como encuentro con Jesús y con nuestros hermanos. Y también debiera habernos servido esta experiencia para haber comprobado la fuerza del Amor cuando nos hemos sentido solidarios con todas las personas que han sufrido la enfermedad o han tenido que despedirse de sus seres queridos sin poder siquiera regalarles un beso. Creo que todos hemos comprendido su dolor y sufrido con ellos. No estamos haciendo tan mal las cosas, aunque podemos hacerlas mejor… y en ello hemos de empeñarnos. Si nos dicen hace tan solo unas pocas semanas que íbamos a celebrar la Semana Santa desde casa, con la tele y el teléfono o la tablet en la mano…
No quiero terminar sin tener muy presentes a los que más han sufrido esta pandemia y a los que más van a seguir sufriendo. También la pandemia debemos vivirla como una Oportunidad para abrir bien nuestros ojos y descubrir que hay muchas personas que no han tenido, ni van a tener, una casa digna en la que cumplir el confinamiento o lo han vivido demasiado solos, y así van a continuar, o la convivencia ha sido causa de enfrentamientos o... Abrir los ojos y estar muy atentos a quienes ahora van a recibir el “coletazo mortal” del Covid-19. Nos dicen que todos vamos a recibir “nuestra correspondiente dosis” pero hay que estar muy atentos para que lo que se ha vivido desde las ventanas y balcones no se quede en una “expresión folclórica” sino una experiencia de hermandad solidaria.
Hemos recibido muchas lecciones en poco tiempo y es el momento de recogerlas, valorarlas, reflexionarlas, ponerlas en práctica,… y esta experiencia que nunca hubiéramos querido tener aprovecharla para crecer como personas, como sociedad y como seguidores de Jesús.
La liebre cuando pasa”… y los dichos populares no suelen fallar.

domingo, 26 de abril de 2020

CAMINO... ENCUENTRO CON JESÚS... CAMINO


Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replico: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?"
Él les pregunto: "¿Qué?" Ellos le contestaron:
"Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto.
Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron." 
Entonces Jesús les dijo:
"¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. 
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
"Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
                                                                                      Lucas 24,13-35

La narración y reflexión de este trocito del evangelio da para escribir páginas y páginas y, de hecho, hay innumerables publicaciones comentando esta página de Emaús. Por mi parte, me apetece Compartir rápidamente “tres movimientos” claros que creo descubrir en el texto y que, humildemente, me parece que son de tremenda actualidad.
Un “primer movimiento” en el que los discípulos de Emaús regresan tristes a su pueblo, desolados, por haber “apostado al perdedor”. Aquel en quien habían confiado como el Mesías… ha acabado colgado de la cruz, aquel con quien habían descubierto la figura de Dios como un Padre siempre dispuesto al perdón y con el amor como bandera en todas sus actuaciones a través de la Historia de Salvación, aquel a quien habían visto hacer milagros “espectaculares” y al que habían escuchado discursos maravillosos,…  Todo tan hermoso había terminado… y muy mal. Y, por si esto fuera poco, un camino cargado de miedo de terminar de la misma manera que aquel por el que habían abandonado su pueblo, familia,...
Era lógico que fuera un camino a casa triste y con un “monotema” de conversación en el camino a casa. Un camino al que se une un “tercer caminante” que parece despistado porque da la impresión de que no conoce los detalles de la noticia de la semana en Jerusalén, aunque sí es evidente que conoce al dedillo las Escrituras de las que habla sin pausa. También es verdad que ellos no estaban como para escuchar discursos sobre tema alguno. Era como una “música de fondo” que no molestaba pero que no llegaba a sus corazones demasiado desgarrados como para escuchar con atención. En definitiva, un buen compañero de viaje que no merecía asumir los peligros típicos de aquellos caminos al terminar la jornada. “Quédate con nosotros, ya continuarás el camino al alba”. Ante todo, la acogida al compañero de viaje.
“Segundo movimiento”. Y es alrededor de una mesa, de nuevo, cuando al partir y repartir el pan tras la bendición reconocen que ese compañero de viaje no era sino el mismo Jesús por el que estaban sollozando durante el camino y el mismo Jesús del que, algunas mujeres que habían madrugado, decían que no encontraron el cuerpo de Jesús sino “alguien” que les anunció que había resucitado. Es el encuentro con Jesús la clave de todo lo narrado. No lo olvidemos.
“Tercer y último movimiento”. Es el encuentro con Jesús en la fracción del pan el que provoca en aquellos discípulos temerosos una reacción de tener prisa de regresar a Jerusalén sin importar que se haya hecho d noche y comunicar la buena nueva vivida a los demás discípulos, también tristes y temerosos como lo habían estado ellos.
Siento que este suceso narrado en el evangelio, con sus “tres movimientos”, tiene sentido reflexionarlo hoy y aquí porque, creo, vuelve a repetirse en nuestros días y debiéramos reconocer que en nuestro seguimiento de Jesús hay ocasiones en las que, “primer movimiento”, estamos tan pendientes de nuestros “miedos y dolores” que no somos capaces de escuchar a ese “tercer caminante” que quiere compartir nuestra vida, nuestro camino.
 Y siento también que, “segundo movimiento”, necesitamos tener un encuentro personal con Jesús para curarnos de nuestra “ceguera”, tal y como les sucedió a los de Emaús. Sin encuentro con Jesús seguimos “a nuestra bola”, a nuestras aspiraciones, a nuestros temores y decepciones,… Y por eso da mucha pena cuando convertimos la Eucaristía en un cumplir tradiciones o rutinas y no “abrimos el corazón” para ese encuentro personal con Jesús que “se parte y reparte” en la Eucaristía a la que podemos acercarnos con regularidad, menos en este “paréntesis pandémico”.
Pero, ¡¡¡OJO!!!, el encuentro con Jesús no es el final del Evangelio ni tampoco el final de nuestro recorrido. También nosotros, “tercer movimiento”, tenemos que salir corriendo para decir a quien vive a nuestro lado que Jesús ha resucitado, que eso nos llena de alegría y de una fuerza que hemos de compartir, que todo lo que Él anunció tiene vigencia entre nosotros, que su Mandamiento del Amor es el único motor de nuestras vidas y que nos llena de serenidad y de paz vivir nuestra realidad con el Dios-Padre del que tanto nos habló el que en estos días recordamos Resucitado.
Página preciosa a la que regresar a menudo.
PAZKO ZORIONTSUA!!!!!  ¡¡¡FELICES PASCUAS!!!!!!

jueves, 23 de abril de 2020

¿Y NOSOTROS?

En algunas ocasiones da la sensación, o más que sensación, que se nos hace más fácil fijarnos en las miserias de nuestro mundo y de nuestras personalidades que en las grandes actitudes, en las cosas hermosas que todos tenemos y que tiene este momento de la historia que nos ha tocado vivir.
Nos quejamos, y hacemos bien, de que nuestro mundo potencia de una manera exagerada el individualismo, el “sálvese quien pueda”. Nos quejamos, y hacemos bien, de que en este momento de la historia se nos han “impuesto” el dios-economía” con su gran “presidente-dios-dinero” que hace zozobrar las buenas intenciones y los planes de nuestro universo. Nos quejamos, y hacemos bien, porque a pesar de que se nos llena la boca de la importancia de la justicia… vemos que siempre es demasiado lenta, a menudo poco justa con el desvalido y demasiadas veces tiende a defender al poderoso. Nos quejamos, y hacemos bien,…
Sin embargo, da la sensación de que dedicamos demasiado poco tiempo a descubrir tantas y tantas buenas noticias que se producen cada día en nuestro entorno más cercano. Sabemos, porque tenemos noticias, de que hay mucha gente que trabaja por los demás sin buscar ningún beneficio extra que ayudar a los demás. Esta pandemia ha sacado a flote muchas de esas experiencias diarias que en el silencio más absoluto podemos certificar que no todo es injusticia, que no es del todo cierto que la rentabilidad sea el barómetro de nuestra sociedad, que ese bien tan escaso llamado “tiempo” es cierto que hay personas que lo comparten para hacer más felices a los que están a su lado o al que más lo necesita,… y así podríamos hacer un listado muy largo.
Es así y sería bueno que todos hiciéramos el ejercicio de tener los ojos bien abiertos para descubrir la verdadera realidad de nuestros pueblos y ciudades: No debiéramos perder la “oportunidad” que nos brinda la realidad de hoy para descubrir cuánta gente buena hay en mi propia escalera o incluso entre quienes no son “santos de mi devoción”.
Y esto que no admite demasiadas discusiones, creo yo, da la sensación, a mí por lo menos, de que nos pasa también en nuestras Comunidades Cristianas con nuestro itinerario litúrgico. Ponemos, y hacemos bien, un esfuerzo importante en la Cuaresma, en los preparativos para la Semana Santa. Recordamos la necesidad de acompasar nuestra manera de vivir a lo que Dios espera de cada uno de nosotros y ponemos varios medios: conversión, ayuno, abstinencia, oración, tradiciones como “la vigilia de los viernes”, confesiones personales y comunitarias, liturgia cuidada,… Hacemos un esfuerzo grande, personal y comunitario, para prepararnos de la mejor manera posible a esas fechas tan especiales como son la Muerte y la Resurrección de Jesús.
Sin embargo, también tengo la sensación de que no estamos acostumbrados a dedicar tantos esfuerzos y a poner tantos medios para celebrar la gran fiesta de la Resurrección del mismo Jesús Crucificado, el tiempo de Pascua. Si nos paramos a pensar, enseguida nos damos cuenta de que no tiene sentido esta manera de vivir nuestra fe, pero la realidad , a veces, da esa impresión.
¡”Eso no es cierto”! Claro que no es cierto en la teoría pero quienes se quedaron con las celebraciones de cuando eran “otros tiempos”, quienes miran a las Comunidades Cristianas “de lejos”, quienes no han dado el paso de vivir la fe como una experiencia Liberadora sino como el cumplimiento de una serie de “normas”, quienes no reciben con fuerza y determinación nuestra alegría y nuestro entusiasmo de vivir desde la luz de Jesús Resucitado, quienes…
Puede que les llegue el dolor de una Iglesia que llora por la muerte del Jesús clavado en la Cruz pero tengo la sensación de que no damos testimonio con fuerza de lo que significa la Alegría Pascual. ¿Por qué se ve a la Iglesia “triste” si de verdad creemos en la Resurrección de Jesús? Parece necesario que pongamos hincapié en la Alegría Pascual en nuestra manera de testimoniar nuestra fe.
¿Os imagináis tristes a los discípulos que escuchan el saludo de Jesús Resucitado o a los caminantes de Emaús
¿Y nosotros?

sábado, 18 de abril de 2020

"PAZ A VOSOTROS"

     
     Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
     «Paz a vosotros».
     Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

     «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
                                                                                  (Juan 20,19-21)

Sí, Paz a nosotros que estamos viviendo esta situación tan incómoda para todos y tan dolorosa para muchos. Sí, a nosotros Jesús Resucitado nos dice en este tiempo de Pascua: PAZ A VOSOTROS.
Es el saludo del Resucitado a sus discípulos que se interrogan por su futuro, por cómo es posible que un proyecto tan hermoso haya terminado en la Cruz, que preparan la vuelta al pueblo y al trabajo que dejaron por seguir a quien decía ser el Mesías esperado por Israel, que se preguntan por… innumerables cuestiones a las que no son capaces de responder.
 Y es el saludo que también recibimos nosotros, nuestras familias, nuestro pueblo,… y que suena tan bien en estos momento de zozobra porque pensábamos que estaba “todo muy bien montado” pero que un minúsculo virus nos ha puesto todo “patas arriba”. Necesitamos esa Paz de Jesús Resucitado.
Nos ha demostrado tantas cosas esta situación que convendría no desaprovechar la ocasión. La solidaridad de la sociedad, el trabajo de quienes cuidan nuestra salud, la importancia de la familia y los buenos amigos, la necesidad de socializar los momentos buenos y también los tristes y complicados,… La lista es muy larga.
Nos ha demostrado, de manera contundente, lo que es importante, lo que no lo es tanto y lo que es “basurilla”. Y si nos paramos un poco a reflexionar seguro que nos habremos dado cuenta de que tal vez nuestra vida, en algunos asuntos, no estaba asentada donde debiera. Tal vez, solo tal vez, nos haya ayudado esta experiencia a realizar algunos cambios en nuestra escala de valores.
Creo que es un buen momento para recibir esa Paz del Resucitado. Es con esa Paz como podemos acomodar nuestra manera de ser y de vivir a lo que Él nos indicó como “Camino, Verdad y Vida”. ¿Recordáis? Él fue quien, sin miramientos, se presentó como “Camino, Verdad y Vida” para toda la Humanidad. Y, además, en la Cena de Despedida con sus discípulos nos dejó el hatillo que nunca debemos olvidar: Humildad, Servicio y, por encima de todo, el Amor.
Como siempre, escuchar a Jesús Resucitado regalándonos ese saludo, “Paz a vosotros”, debe ayudarnos a hacerle un hueco en nuestra vida sencilla de cada día. Nos debiera ayudar a valorar a las cosas y a las personas por lo que son. Las cosas son… cosas. Y las personas somos… Hijos de Dios y, por tanto, todos hermanos. Sin excepción. Y, por tanto, saber valorar todo en su justa medida. Importante lección aprendida desde la mocedad… pero no siempre suficientemente recordada.
Recibir ese saludo debiera recibir una respuesta por nuestra parte. Siempre hemos escuchado que a quien saluda…, ¿qué menos que contestar? Es lo que exige una mínima “educación”. ¿Cómo contesto a este Jesús que me saluda después de su Resurrección? ¿Le digo “aúpa” y me doy la vuelta? ¿Le digo “gracias” y que tengo prisa? ¿Le contesto que “no escucho bien”? ¿Le digo “siéntate a charlar” que te voy a hacer unas preguntas? ¿Le digo…? ¿Qué le digo? Algo hay que contestar… ¿Qué menos?
Con la alegría de haber recibido el saludo del Hijo de Dios, continuamos de Fiesta, de Fiesta Grande: Pascua de Resurrección. Que seamos capaces de gozar y compartir toda esa alegría, aunque estemos “confinados”.
¡¡¡FELICES PASCUAS!!!