En aquel tiempo,
a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían mas que un pan en la
barca.
Jesús les
recomendó: «Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.»
Ellos comentaban:
«Lo dice porque no tenemos pan.»
Dándose cuenta,
les dijo Jesús: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender?
¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no
oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes
entre cinco mil? ¿Os acordáis?»
Ellos
contestaron: «Doce.»
«¿Y cuántas
canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?»
Le respondieron: «Siete.»
Le respondieron: «Siete.»
Él les dijo: «¿Y
no acabáis de entender?» (Marcos 8, 14-21)
¡¡¡Jesús,… cuánta paciencia!!!!
Es la primera expresión que me surgió ayer cuando leía este trocito del
evangelio. Creo que hoy, tras más de dos mil años, Jesús estará diciendo lo
mismo que en el momento reflejado por Marcos: “¿Tan torpes sois? ¿Para que os sirven los ojos si no veis y los oídos
si no oís?” Llevamos tantos siglos escuchando, reflexionando, viendo,
sintiendo,… el mensaje de Jesús y seguimos preocupados por el pan.
Jesús nos habla de liberación de no caer en las telarañas de las normas y
ataduras de las normas, como les había pasado a los fariseos, y nosotros erre
que erre preocupados con el “pan”. Jesús nos habla de tener cuidado con la
tentación del poder, de creernos superiores a los demás, de utilizar la fuerza
en contra de los hermanos,… como hizo Herodes, y nosotros no quitamos la vista
del “pan”. Jesús nos habla de los regalos diarios que recibimos de Dios y
nosotros parece que solo le damos importancia a lo que nosotros parece que
hemos ganado. ¡¡¡Qué paciencia!!!
Y lo peor de todo ello es que a todos los niveles parece que seguimos
empeñados en no mirar más que al “pan” y seguimos haciendo oídos sordos a las
advertencias de Jesús.
Parece que estamos más reglados, reglamentados, que hace un tiempo,
parece que cumplir normas es lo que queremos que dé seguridad a las personas,
parece que la firma de no sé cuántos documentos y contratos nos va a hacer la
vida “más segura”. Parece que estamos en un tiempo en el que lo importante es
que se cumpla la norma sin que nadie se pregunte si, además de legal, son
normas justas o no. Parece que hay intentos de convencernos de que lo
importante es cumplir la normativa sin dejar un espacio al ejercicio
responsable de la libertad que nunca debiéramos perder. Parece, al menos a mí
me lo parece, que hay una vuelta a la seguridad de la norma sin escuchar las
necesidades de las personas y de las situaciones particulares. La sociedad en
general y la Iglesia en particular, el asociacionismo y las instituciones,…
todo parece que vuelve a echar un vistazo a la normativa plenamente cumplida
como “lugar seguro”.
Parece, a mí me lo parece, que cada vez hay más gente, más instituciones,
más “autoridades” que siguen confiando en el poder como manera de organizar los
asuntos diarios. Da la sensación que los aires frescos de la libertad cada vez
son menos y menos frescos. Parece que nos hemos puesto todos a la cola para la consecución
de una parcela de poder, aunque sea pequeña, en el que poder estar “por encima de
alguien”,… Parece, a mí me parece, que regresamos a lo que Jesús habla en el evangelio
recordado: “la levadura de Herodes”.
Lucha sin cuartel para ser más que…, esfuerzos ímprobos por destacar en algo o
ante alguien, búsqueda de ser o tener más como excusa para diferenciarme de mi
hermano, por supuesto, “menor”,…
¡¡¡Cuánta paciencia para aguantarnos!!! Parece mentira que pasados los
siglos sigamos necesitando que Jesús nos haga la misma recomendación… porque no
hemos entendido nada. Tal vez esta cuaresma que hoy estrenamos sea una buena
ocasión para escuchar un poco más a ese Jesús que vino a salvarnos y para hacernos
más libres y menos “poderosos”.
Me parece un buen reto… sin olvidarnos de darle gracias a Jesús por tanta
y tanta paciencia mantenida con todos y cada uno de nosotros a lo largo de los
siglos.
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