sábado, 17 de septiembre de 2016

"Escuchad esto..."

“Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?"
  Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.” (Profeta Amós, 8,4-7)

¡Parece mentira que ocho siglos antes de Cristo, veintinueve antes de nuestros días, aproximadamente, ya se pusieran por escrito estas palabras! El profeta Amós ya hace una descripción de algunas cosas que siguen sonando a actualidad, pura y dura. Es sorprendente que hace tantos siglos, como hoy, fueran los pobres los que son “exprimidos” y se utilice cualquier tipo de artimaña para aumentar el tamaño del “cajón”.
Es sorprendente que a pesar de las “lecciones” recibidas a lo largo de la historia sigamos poniendo nuestro corazón y nuestras energías en amontonar y, además, a cualquier precio y por encima de cualquier ética o moral.
Suenan demasiado actuales algunas de las denuncias de Amós. Suena a contemporáneo el empeño por “comprar al pobre y al mísero” y basta abrir los ojos y los oídos para darnos por enterados de la manera de actuar de los grandes, y no tan grandes, gurús de la economía mundial. Basta analizar lo que sucede con los países a quienes se está despojando sus riquezas naturales o mineras o…, sus “entrañas” en definitiva.
¿No os suena a actuales esas “balanzas con trampa” o los referidos “aumentos de precio”? ¿No nos quejamos con frecuencia que nos venden hasta el “salvado del trigo” como si fuera “el mejor grano”? Da la impresión de que no hemos aprendido nada. Mejor dicho. Hemos aprendido a hacer las mismas cosas, con el mismo objetivo y el mismo descaro pero con mejores estrategias y estudiadas técnicas de mercado. Da pena que no hayamos avanzado a pesar de los siglos transcurridos. Es más. Parece que hemos retrocedido porque ahora, además, cada vez “tragamos más y más fácil”. Da la impresión de que cada vez somos menos críticos con las situaciones que describe el profeta Amós y nos hemos acomodado diciendo que “es lo que hay”.
Sí que hemos avanzado algo en estos siglos y que es importante recalcar. Termina este trocito de la palabra de Dios que “el Señor no olvidará vuestras acciones”. Jesús, ocho siglos después, sí que dio un cambio importante a estas palabras del profeta. Jesús nos presentó a Dios como un Padre misericordioso, como un Dios que perdona y olvida, que abraza y besa. Todos podemos recordar la parábola del hijo pródigo. Ése sí que es un cambio importante con respecto a lo narrado por Amós. El Dios en quien creemos, el Dios que camina por nuestros pueblos y ciudades, el Dios de Jesús es un Dios diferente al Dios de Amós que decía “que no olvidará jamás vuestras acciones”.
Un Dios que espera con los brazos abiertos a los hijos que regresan a casa. Eso sí, han de volver arrepentidos, han de cambiar sus objetivos y sus “estrategias”, y parece que algunos de los “exprimidores” de nuestro tiempo no tienen muchas “prisas” por dejar de “despojar a los miserables”.
Me parece importante que dediquemos el tiempo necesario a denunciar, sin pelos en la lengua, las causas de que nuestro mundo sea una trampa insalvable para una buena parte de la humanidad y todas aquellas realidades que van en contra de la voluntad salvífica de Dios para todas las personas, sin excepción. Y me atrevo a invitaros a que, a menudo, dediquemos un tiempo a descubrir y sentir la misericordia de Dios, a reflexionar sobre su capacidad de perdón y también sobre las exigencias mínimas para poder gozar de este Dios que Jesús nos presentó y que nosotros tenemos la oportunidad de sentirlo junto a nosotros día tras día.
¡¡¡Que nos vaya bien!!!

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