Aprovechando que hoy se celebra la fiesta de San
Miguel me apetece “compartir sin prisa” con vosotros unas letras sobre esas “criaturas espirituales,
incorpóreas, invisibles e inmortales” (como los definen algunos) que aparecen en el Antiguo y
en el Nuevo testamento y hasta en las tradiciones populares, como es el caso
del “ángel de la guarda”. Seguro que alguno recordará aquella oración que nos
enseñaron de pequeños y que, casi seguro, la mayoría habremos olvidado: “Ángel
de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que
amanezca en los brazos de Jesús, José y María”.
No quiero liarme en disquisiciones
teológicas sobre el origen de dichos seres, ni quiero entrar a discutir sobre
si existen, existieron o dejaron de existir… no me aporta demasiado ese tipo de
discusiones. Solamente me interesan “esos seres” en cuanto que en los relatos
bíblicos son los encargados de transmitir directamente de Dios algunas noticias
o algunos mensajes importantes. Recordamos algunas de las intervenciones de los
ángeles recogidas en las escrituras.
Es un ángel quien detiene la mano de
Abraham cuando está a punto de sacrificar a su hijo Isaac o es un ángel quien
acerca comida al profeta Elías cuando se encuentra en el desierto, por recordar
un par de pasajes del Antiguo Testamento.
Todos recordamos cómo el evangelio
nos recuerda que es un ángel quien anuncia a María que va a ser Madre de Jesús
y cómo es un ángel quien anuncia a los pastores el nacimiento del Salvador. Y
todos recordamos cómo es un ángel, “sentado en la losa del sepulcro y con un
vestido blanco como la nieve” (Mt. 28,2 y 3), el que anuncia a las mujeres la Resurrección de Jesús o cómo es un ángel quien hace posible la libertad de
Pedro cuando está encarcelado en Roma (Hechos 12, 1-11). Podíamos poner algunos
ejemplos más de la presencia de estos ángeles en la escritura.
Sin embargo, mi intención no es otra
que preguntarme por la presencia de los “ángeles” en nuestro mundo. Me extraña
que Dios acabara de comunicar cosas importantes a la humanidad en un momento
concreto de la historia. Es más. Estoy seguro que hoy, sí hoy, Dios sigue
hablándonos a través de diferentes medios y a nosotros nos toca tener los ojos
y los oídos bien abiertos para poder escuchar a esos “ángeles” que comparten
nuestro mismo caminar.
¿Serán los “ángeles de hoy” esas
personas que dedican vida y alma a ayudar a los demás? ¿Serán “ángeles” esas
personas que nos hablan con su vida de la necesidad de compartir para alcanzar
la felicidad? ¿Serán “nuestros ángeles” quienes cuidan su familia por encima de
otros “cantos de sirena”? ¿Serán los enviados por Dios de hoy quienes desde la
sencillez y la humildad apuestan por el amor como “único motor” de sus
vidas?....
Por encima de todo, en esta fiesta
de San Miguel, se me ocurre que tal vez sea un buen momento para preguntarme,
preguntarnos, ¿desde dónde me llega la “voz de Dios”? No solo desde dónde llegó
en otros tiempos sino hoy. Preguntarnos si hay un espacio en nuestra vida para
la escucha de esos “enviados” de Dios o si ya sabemos todo lo que hay que saber
o si somos demasiado “charlatanes” como para no “perder el tiempo” en escuchar
al que está a mi lado. ¿Y si resulta que es un “ángel”?
¡¡¡¡Abre tus ojos y tus oídos porque
me extraña que no tengas a ningún “ángel” a tu alrededor!!!! Te lo recomiendo
con mis mejores deseos.
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