viernes, 7 de junio de 2019

UNA EXPERIENCIA FESTIVA
Fin de Curso de Catequesis

Los incansables que aguantaron hasta el final de la Fiesta
El miércoles pasado tuvo lugar la Fiesta de Fin de Curso de la Catequesis en San Pedro de Lamuza (Laudio/Llodio). Una Fiesta novedosa para mí puesto que era la primera ocasión que participaba de la misma.
Realmente fue una tarde festiva para todos los que quisieron sumarse a ella. Fiesta que comenzó en la Parroquia con unos cantos para darle gracias a Dios por el camino compartido en este Curso y una sencilla oración que hicimos juntos chavales, padres, alguna amama que acompañó a los nietos,… y que tuvo su continuación junto a Elizkide con juegos populares y un siempre “triunfador” vaso de chocolate con unos bizcochos.
Una tarde para disfrutar con los chavales como protagonistas y también con las familias que han sido el eje sobre el que ha pivotado la experiencia catequética.
Ambiente relajado, un poco de música de fondo, juegos tradicionales, implicación de las/los catequistas y colaboradores en la preparación y en el buen desarrollo de todo lo sucedido durante la tarde,… Un rato en el que creo que todos disfrutamos y, por tanto, objetivo cumplido. Una experiencia más, para pequeños y  también mayores, de que ser seguidor de Jesús debe lanzarnos a vivir con una sonrisa en la boca y cómo en compañía de otras personas es mucho más fácil de conseguirlo.
Mientras gozaba viendo cómo jugaban con los globos o cómo se esforzaban en la típica carrera de sacos o se sucedían los trompicones tras el esfuerzo de la soka-tira o se embardunaban con tizas de mil colores (pobres lavadoras) o… me preguntaba si es realmente cierto que los pequeños están enganchados a las pantallas más modernas o si lo que necesitan son oportunidades de jugar en grupo, de aprender a correr delante o detrás del que quiere explotarte el globo que tienes atado a tu pierna.
No vi a ningún chaval pidiendo el móvil de su ama, ni tampoco preocupado si tenía suficiente batería el último patinete “super-mega-moderno”. No vi a ninguno que estuviera frustrado porque se le había enganchado la pierna al saltar a la comba o se le había caído la pelota de la cuchara en el recorrido propuesto.
Tal vez me equivoque pero me dio la sensación de que las reacciones, los gestos, las risas y los enfados de los más pequeños, insisto, de los peques, no han cambiado demasiado en las últimas decenas de años. Había chavales de diferentes cursos, de diferentes colegios, de diferentes grupos de catequesis y otros que no han participado en dichos grupos,… Ningún problema.
Cuando ellos son los protagonistas, cuando se les ofrece un espacio de compartir juegos, cuando se les deja ser lo que son, chavales,… ello se entienden, ellos se organizan, ellos se enfadan y ellos entablan amistades,… No es tan complicado. Es… como siempre. 
¿Puede ser que seamos los adultos los que hemos cambiado tanto que queremos que sean como nosotros sin dejarles ser… niños/as? ¿Será que les queremos hacer “pequeños adultos” sin dejarles ser “únicamente pequeños”? Tal vez convenga darle una vuelta a este tema.
Lo que sí sé es que si la semana que viene les volvemos a convocar a otra “fiestuki” similar… pocos faltarán.
Muchísimas gracias a todos que lo habéis hecho posible. ¡¡¡Repetiremos!!!

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