En nuestros pueblos todavía quedan algunas
manifestaciones populares alrededor de la Fiesta de San Antonio Abad: Patrón de
alguno de los pueblos, rifas de patas, comida de ganaderos,… No es que sea el
santo más recordado pero ahí está “soportando” el paso de los siglos en esa
religiosidad popular olvidada por tantos y denigrada por algunos.
Un San Antonio que se ha ido convirtiendo en el
patrón de las mascotas que inundan nuestras ciudades y que está siendo olvidado
como patrón de los ganaderos y sus ganados. Nada de extrañar en esta sociedad
en la que se da más importancia a un perro de “compañía” que a un “compañero de
trabajo”, que no es lo mismo ni parecido. Creo que hay que reivindicar la
fiesta de San Antonio como Fiesta de los ganaderos, conseguir que sea una
jornada de poner en común los retos y los logros de la ganadería actual y de
reflexionar juntos sobre el futuro de la ganadería en nuestros pueblos.
Creo necesario dedicar al menos un día al año a
abrir los ojos a la realidad de la ganadería en nuestro entorno, dedicar un
espacio de tiempo a hablar despacio sobre sus retos actuales, a descubrir la
causa de su dependencia de las decisiones desde lugares lejanos, de la falta de
relevo generacional, de la profesionalidad de nuestras explotaciones, de cómo
compaginar tradición y modernidad, apego a la tierra y apertura al mundo,…
Es una pena que las reflexiones vengan
realizadas desde fuera sin contar con la implicación de los ganaderos de
nuestros pueblos y que las soluciones se impongan como “medicinas universales”
sin prestar atención a las realidades concretas.
Tal vez, la fiesta de San Antonio pudiera ser un
momento apropiado y, además, hacerlo en ambiente festivo, aunque la realidad no
esté “para echar cohetes”.
Seguramente es complicado hacer una biografía
detallada de la vida del Antonio que nació en Egipto hacia el año 250, en el
seno de una familia bien asentada. Tampoco son los detalles de su vida los que
más nos interesan, lo que más nos interesa es lo que para nosotros puede valer
de ejemplo o de luz en nuestro caminar. Cuando pasan tantos años suele
confundirse con facilidad lo histórico con las tradiciones implementadas, una
sobre otra, a lo largo de los siglos. Nos dice la tradición que llegado un
determinado momento se marchó al desierto una vez se había desprendido de todos
los bienes y se los entregó a los pobres. Allí se dedicó a la oración y a
recibir a muchos seguidores suyos que encontraron en aquel personaje un maestro
de oración y ejemplo de santidad.
Dicen las tradiciones que vivió en un sepulcro
que estaba vacío, que después vivió en un castillo en ruinas, que…, Incluso nos
han llegado escritos de algunas de sus frases más famosas cuando abandonaba su
estancia para predicar a los “herejes” de su tiempo: “esforcémonos en no
poseer nada que no nos podamos llevar a la tumba, es decir, la caridad, la
dulzura y la justicia”. A pesar de los siglos transcurridos, suena como un
mensaje apropiado para este mundo nuestro tan preocupado por amontonar… de
todo, menos de lo realmente importante.
Feliz día de San Antonio, Abad,
para los ganaderos y para todos los que hayamos escuchado su llamada a
compartir nuestros bienes con los pobres y a que la oración ocupe un lugar
importante en nuestras vidas.
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