Hace ya unos años, en la visita
a un pequeño pueblo castellano, tomé esta fotografía y estuve un rato pensando
sobre los posibles significados de aquel buzo puesto al sol para que Helios
secase su sudor después de una dura jornada de trabajo.
Y me hizo pensar sobre el
esforzado trabajo del labrador y del ganadero, del mecánico y del
transportista, del…, de quienes sudan el buzo día tras día para poder llevar un
jornal digno a casa. No digo que quienes no usan el buzo en su trabajo no deban
esforzarse para lograr el mismo jornal, simplemente digo que aquel buzo, en
aquel momento y en aquel lugar, me hizo recordar a quienes usan el típico buzo
de la imagen.
Hoy, buscando otra imagen en el
archivo fotográfico, ha vuelto a salir ésta en la pantalla del ordenador y de
nuevo me ha hecho reflexionar sobre el trabajo, la falta del mismo y su futuro
en nuestra sociedad y me apetece “compartir sin prisa” con vosotros esta breve
reflexión porque la imagen, una vez más, “habla más que mil palabras”.
Ver ese buzo colgado me ha hecho recordar a
quienes luchan día tras día para poder conseguir una “ropa de trabajo”, me ha
hecho recordar a quienes se sienten engañados cuando les dicen que “ya tienen
trabajo” pero siguen sin poder terminar el mes con dignidad. Me ha traído a la
memoria a quienes el mundo laboral ha prescindido de ellos cuando aún no tienen
la edad para jubilarse pero son “demasiado mayores” para buscar un nuevo puesto
de trabajo. Esa imagen me hace recordar a las mujeres que, por tan solo por el
hecho de serlo, son apartadas de ciertos puestos de trabajo. Viendo la imagen
no puedo evitar tener un recuerdo de quienes trabajan sin derechos porque no
tienen “un papel”, un simple papel, en regla. Se me hace fácil poner cara y
ojos a muchas personas concretas para quienes el trabajo es el valor máximo de
su vida y el único sostén de todas sus aspiraciones. Un buzo colgado al sol. No
es más, pero a veces las imágenes provocan abundantes cavilaciones.
La reflexión con el buzo de
protagonista me provoca algunos interrogantes sobre el trabajo que en más de
una ocasión son centro de reflexión. ¿Es posible y necesario que el trabajo sea
el bien último perseguido o se trata de un instrumento en lugar de un objetivo
final? ¿No seremos capaces de hacer que todo trabajo tenga una remuneración
justa y suficiente? ¿No seremos capaces de eliminar esos sueldos insultantes de
unos pocos frente a una mayoría de sueldos escasos o simplemente ridículos?
¿Cuál es el futuro deseado? ¿Es
el objetivo final que todas las personas puedan trabajar 8 horas diarias o que
se trabajen menos horas y haya más horas para el enriquecimiento personal? ¿No
seremos capaces de crear las condiciones o la maquinaria suficiente como para
que las personas se dediquen a ser personas y no esclavas del trabajo? ¿No
seremos capaces de darle “la vuelta a la tortilla”? Producir, producir,
producir,… barato, barato, barato,… consumir, consumir, consumir,… ¿para qué?
A mí me gustaría que el futuro
fuera muy diferente a la realidad de hoy. Me gustaría que cada vez se trabajaran
menos horas y hubiera más horas para el desarrollo de las personas, para el
disfrute familiar, para el cultivo de las amistades, para el crecimiento
espiritual y para mimar el interior de las personas, para el cuidado y disfrute
de la naturaleza, para que el trabajo no fuera el objetivo final sino un medio
para sentirse realizado y para aportar mis habilidades al mundo. Es un sueño,
lo sé, pero, ¡¡dejadme soñar!!
Deberíamos ser suficientemente
inteligentes como para ver a las máquinas, robots y demás inventos de este tipo
no como competidores que hacen desaparecer puestos de trabajo sino como
“liberadores” de horas a dedicar para ser más felices. Deberíamos esforzarnos
en que la generación de tecnología no fuera para producir más, a bajo precio,
para poder consumir más… sino que fuera la tecnología la que nos evitara “sudar
el buzo” con el solo objetivo del consumo. Si dedicamos los esfuerzos de la
ciencia a producir mucha cantidad y barato nosotros mismos nos estamos
“tendiendo una telaraña” de la que no vamos a poder escapar. No parece
inteligente que la ciencia, la tecnología, sea una “espada de Damocles” en
lugar de un instrumento evolucionado por la humanidad para ser más personas.
Apostar por la tecnología, sin
duda, parece lo más inteligente, pero no para producir más y más barato, sino
para liberar a las personas de trabajos peligrosos, repetitivos y duros que
perfectamente lo pueden hacer las máquinas y para que las personas puedan tener
más espacios para crecer como lo que son. Un robot hace el trabajo de cien
personas… que trabaje veinticuatro horas diarias, siete días a la semana y que
las horas liberadas por “la máquina” sean repartidas entre las personas a las
que la máquina ha sustituido. Y, por supuesto, que pague los impuestos, o más,
que generaban los cien trabajadores sustituidos. No digo que sea fácil pero me
niego a decir que no sea posible.
No debiera ser tan complicado sustituir
“trabajo-producción-consumo” por “ciencia-realización personal-felicidad”.
“Un buzo colgado al sol”,…
podría ser el título de una canción.
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