Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza
de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos
prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén.
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en
común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la
necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la
fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de
todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba
agregando al grupo los que se iban salvando.
(Hechos de los Apóstoles 2,42-47)
Evidentemente
la Resurrección es una cuestión de fe, de creer que la muerte de Jesús clavado
en la Cruz no fue el final de su historia sino que tuvo una continuación en un
sepulcro vacío y en unas apariciones a sus discípulos. La fe es fe… y no “matemática
pura y dura”.
¿Hay
motivos para creer en ella? Quien sí cree dirá que abundantes, para quien no
cree todos los motivos serán pocos. Unos dirán que queda reflejado en los
evangelios y los otros dirán que “la letra aguanta todo”. Para unos será la
consecuencia lógica de un Dios que apuesta por la Salvación de todos y cada uno
de sus hijos y para otros será una manera de manipular a los mortales. Unos…
otros… La fe es fe y la fe cree y no demuestra, pero tampoco es apuntarse a una
teoría porque es bonita y “asunto concluido”.
El texto de
los Hechos de los Apóstoles arriba anotado debe hacernos reflexionar a los
creyentes sobre las consecuencias de la fe en la Resurrección de Jesús. La fe
en la Resurrección es una creencia que condiciona irremediablemente nuestra
manera de vivir y de relacionarnos con los demás.
¿Es posible
que alguien que cree en la Resurrección viva triste y afligido como estilo de
vida? Parece que quien ha descubierto la fuerza de la Resurrección debiera
tener la alegría por insignia en su manera de vivir. ¿Puede ser compatible
creer en la Resurrección y hacer imposible la vida a quien me rodea? ¿Es
posible cerrar los ojos a quienes sufren a mi alrededor si creo en la Resurrección
de Jesús?... Y así podríamos seguir haciéndonos preguntas generales y también mucho
más concretas…
No se trata
solo de creer sino de vivir desde la Resurrección. Hemos de empeñarnos en
descubrir esa fuerza de la Resurrección. La fe en la Resurrección no es una
bandera que se ondea cuando alguien ha muerto en nuestra lista de personas
queridas y que se pliega y guarda hasta la siguiente ocasión. Me parece que es
una utilización demasiado reduccionista y equivocada de algo tan maravilloso.
Creer en la
Resurrección conlleva un estilo concreto de vida y de hacer las cosas. Una
manera de vivir en el que la apuesta por todo lo que suponga vida es
prioritario y que también lanza a la denuncia de aquello que vaya en contra de
la misma. Un estilo de vida en el que la obsesión es ser Buena Noticia para
quienes más están sufriendo y necesitan un poco de luz en su realidad. Una
forma de relacionarse con Dios en la que nunca falta la acción de gracias ni
tampoco la confianza en su Bondad inagotable. Creer en la Resurrección es
aproximar a Dios a quienes tienen “falta de luz y de calor” y que descubran al
Padre que abraza sin necesidad de escuchar nuestras miserias… La Resurrección
de Jesús no es una teoría a la que sumarse o no sino una creencia que
condiciona totalmente nuestra manera de vivir.
Estamos en
tiempo de Pascua y tenemos una oportunidad que no debiéramos desaprovechar:
gozar de la Resurrección de Jesús y descubrir las consecuencias de la misma en
nuestra vida diaria y en todas nuestras relaciones. Seguro que el esfuerzo
merece la pena.
No me canso
de desearos, una vez más ¡¡¡Felices Pascuas!!!
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