Se pusieron a cenar. El diablo había metido en la
cabeza a Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Jesús,
sabiendo que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, que había
salido de Dios y que a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto,
tomó una toalla y se la ciñó.
Luego echa agua en una jofaina y comenzó a lavar los
pies de sus discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo:
«Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?».
Jesús le respondió:
«Lo que yo hago ahora tú no lo entiendes; lo
entenderás más tarde».
Pedro dijo:
«Jamás me lavarás los pies».
Jesús le replicó:
«Si no te lavo, no tendrás parte conmigo».
Simón Pedro dijo:
«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la
cabeza».
Jesús le dijo:
«El que se ha bañado no necesita lavarse más que los
pies, pues está completamente limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no
todos».
Jesús sabía
muy bien quién iba a traicionarlo; por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Después de lavarles los pies, se puso el manto, se
sentó de nuevo a la mesa y les dijo:
¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y
decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el señor y el maestro, os he lavado los
pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros. Yo os he dado ejemplo,
para que hagáis vosotros lo mismo que he hecho yo.
(Juan 13,1-15)
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y
que a mi vez os he transmitido:
Que Jesús, el Señor, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó pan, y pronunciando la
acción de gracias lo partió y dijo:
«Esto es mi
cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi
sangre; haced esto cada vez que lo
bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis
del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
(1ª Corintios 11,23-26)
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