Ya
que ha comenzado el calendario ininterrumpido de fiestas hasta que se acerque
el invierno, me apetece compartir con vosotros una breve reflexión. Unas pocas
líneas que no quieren caer en “cualquier otro tiempo fue mejor” ni tampoco en
el “nunca como ahora”. Las fiestas populares (no comento ahora las fiestas
“grandiosas” de nuestras ciudades,…) creo que son expresiones ante las que
siempre es bueno tener los ojos bien abiertos para descubrir la realidad de la
vida de los pueblos, de sus cercanías, de la sociedad en general,…
No
soy sociólogo, ni pretendo jugar a ello, pero sí que me parece que es bueno no
reducir la fiesta del pueblo a un cartel realizado con mayor o menor esfuerzo,
con mayor o menor presupuesto. La fiesta del pueblo, creo yo, nunca es un
programa ni un presupuesto. Hay programas soportados por un presupuesto
importante que “no tienen vida” y otros sencillos programas festivos que “sí
tienen alma”.
Un
asunto de discusión habitual en nuestras tertulias festivas es si la fiesta del
pueblo es para que la disfruten “los del pueblo” o “los de fuera”. Si lo que se
trata es que la gente del pueblo tenga un espacio de reunión especial ese día,
o esos días, o que los de los pueblos de alrededor acompañen a los “nativos” en
sus celebraciones. Si se leen despacio los programas enseguida te das cuenta
del objetivo perseguido. Es cierto que hay ocasiones en las que es clara la
voluntad de “atender” a las dos direcciones pero no es menos cierto que
raramente se realiza ese ejercicio de una manera ponderada. Personalmente creo
que la fiesta debiera ser, sobre todo, para “los del pueblo”, para quienes
necesitan un espacio de estar “todos juntos” y relajados sin asuntos que
dilucidar ni trabajos que realizar, ni discusiones que soportar, ni... Estar de
fiesta juntos. Ni más ni menos.
Es
cierto que en ocasiones se convierte en un ejercicio complicado celebrar la
fiesta para los del pueblo porque hay muchas tiranteces que lo hacen complicado
o diferentes maneras de entender la fiesta o… pero creo que merece la pena el
intento. ¿Está mal pensar en unas fiestas para que nos acompañen los vecinos?
Por supuesto que no, pero me parecen más interesantes las que miran hacia
adentro. Es mi opinión,... una opinión.
Cada
vez más es motivo de comentario el cambio que, sin duda, se está produciendo en
las fiestas de los pueblos más grandes y también en algunos más pequeños. El
esquema de comida familiar y baile en la plaza parece tener sus días contados,
mejor dicho, ya no existe.
Tal
vez por la crisis económica, tal vez por las nuevas costumbres sociales y
laborales, tal vez por la proliferación de las lonjas juveniles, tal vez por la
composición de las familias o por el tamaño de las casas, tal vez por el precio
exorbitado de los grupos musicales, tal vez por el individualismo reinante, tal
vez por los controles de alcoholemia, tal vez por… lo cierto es que el esquema
de hace quince o veinte años de muchas fiestas ha cambiado, a pesar de que hay
quien continúa cerrando los ojos a esa nueva realidad festiva y continúa
programando como si el tiempo no hubiera pasado.
Una
nueva realidad que no debiera llevarnos a quedarnos anclados en la añoranza de
tiempos pasados. Hoy las fiestas populares, en general, siguen siendo ámbitos
de convivencia sobresalientes, son espacios de relación intergeneracional que
no es fácil de reproducir en otros
momentos del año, son expresión de la personalidad del lugar, hablan de
su realidad y de sus aspiraciones,… Son jornadas que, por muy sencillas que nos
parezcan, requieren de esfuerzo y dedicación en la preparación por parte de
algunos vecinos que nunca se ha de desdeñar. Siempre es positivo que alguien se
esfuerce por los demás y nos toca aplaudir sin descanso a quienes ponen todo su
empeño para que la fiesta del pueblo sea una realidad.
Y, por
último, pero no menos importante, también son momentos privilegiados para
expresar la fe en comunidad y para descubrir y celebrar que la fe y la vida en
el pueblo están íntimamente unidas, que ambas se apoyan y se ayudan a crecer.
Momento privilegiado para concretar el amor a todos los “próximos”, sin
excepción, y para apostar por los vecinos que más necesitan recibir “buenas
noticias” porque están pasando malos momentos.
¡¡¡Felices Fiestas!!!
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