Ayer volví a tener el honor de acercarme a felicitar a
una mujer de 88 años que se encuentra “bien” pero necesita que alguien le ayude
en los avatares de cada día y tras el preceptivo, y sentido, par de besos
tomamos asiento para charlar un poco sobre lo que no puede faltar en ninguna
conversación con una veterana: los hijos, el marido que ya “se fue”, la salud,
el pasado, presente y el futuro, tomar algo o dejarlo para otro momento,…
Pero, también como siempre, si dejas de mirar el reloj y
das paso a escuchar en lugar de hablar, la conversación comienza a tomar
derroteros que nunca sabes en dónde van a acabar. Ayer tuve la suerte de que la
conversación nos llevó a que se hablara de recuerdos que están en la memoria de
la familia y que están reposando en esa “caja metálica” que se conserva en
tantas casas y que hace las veces de archivo familiar.
Un “baúl de recuerdos” repleto de fotos pequeñas,
descoloridas y dobladas, recordatorios de familiares, amigos o vecinos que son parte
de la historia, cartillas de notas de los hijos,… Y en algunas de esas cajas,
solo en algunas, también se encuentran cartas de juventud, detalles de los
primeros años de noviazgo, motivos que hablan de una historia de amor vivida y
que de ninguna de las maneras quiere ser olvidada.
Con rubor, también con orgullo y siempre con un brillo
especial en las pupilas se habla de los sentimientos compartidos, de los
obstáculos superados, de la experiencia de separación por “la mili” (como
muestra el dibujo), de las anécdotas “confesables”,… Son momentos difíciles de
olvidar. Hablan el corazón, los suspiros, los ojos,… y el silencio mucho más
que las palabras.
Lo viví, como
siempre, como un regalo que me apetece compartirlo, “sin prisa” por supuesto,
con todos vosotros. Pedí permiso para realizar una fotografía del dibujo que
antecede a estas líneas y me despedí de la homenajeada con la sensación de haber
vivido un momento importante, un encuentro con una persona que hablaba de las
cosas importantes de la vida, de lo que realmente le hizo, y le hace, feliz aun
solo con el recuerdo.
No existían las redes sociales ni la facilidad de
“acortar” el mundo que tenemos hoy pero una historia de amor… siempre será una
historia de plenitud y esa experiencia deja más huella que muchas de nuestras “modernidades”.
¿Cuál será la “caja metálica” de quienes hoy se encuentran en sus primeros enamoramientos?
¿Tendrá el mismo valor sentimental un mensaje “universal” de WhatsApp que el
dibujo realizado a mano, en un papel elegido con mimo, dibujado y pintado con
paciencia? ¿Será más emotivo recibir noticias del ser querido “al instante” a
través de una pantalla o abrir esa carta anhelada que no terminaba de llegar al
buzón de casa?
No me apetece responder a esas preguntas pero sí me gustaría que cuando
quienes hoy tienen 18 años y cumplan los 88 puedan enseñar a sus nietos
pequeños detalles que hablen de una hermosa historia de amor,… aunque sea en la
pantalla del “móvil del futuro”.
Los detalles sí importan.
Bonita, entrañable la historia, y el dibujo excepcional. Hay mucho que aprender de estas personas mayores. Y es una gozada, un placer, hacerlo. Felicitaciones y gracias, Ritxar, por tu sensibilidad.
ResponderEliminarLas personas mayores son un tesoro repleto de sabiduría. Digno de conservar, potenciar y ponderar en sus justos términos. La vida es una sucesión de pequeños detalles. No por pequeños o cotidianos son menos importantes. En el ser humano siempre perduran los signos de amor y las experiencias vitales unidas a tan elevado sentimiento. Con la cultura de la inmediatez estamos perdiendo calidad en las relaciones humanas. Muchas veces ni escuchamos ni miramos a los ojos a nuestro interlocutor. Dedicar algo tan valioso como el tiempo para charlar con una persona mayor es algo que te honra. Aunque estoy convencido de que la señora te aportó al menos tanto como tú a ella. Un saludo a todos.
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