jueves, 24 de noviembre de 2016

¡¡¡A entrenar!!!


“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación” (Lc. 21,28)

Este próximo domingo comenzamos en la Iglesia uno de los tiempos litúrgicos que merece la pena vivirlos con intensidad e inmensa alegría: el Adviento. Un tiempo en el que la Iglesia durante cuatro domingos, y sus semanas correspondientes, se aplica en preparar la Navidad, la llegada del Salvador.
Un tiempo que ha de vivirse con ilusión renovada por la oportunidad que se nos brinda para descubrir que la Navidad poco o nada tiene que ver con el gasto superfluo y las alegrías obligadas. Un tiempo para que vayamos preparando la gran fiesta del Salvador que comparte nuestra historia y viene a iluminar nuestra realidad, nuestras miserias y nuestras alegrías.
Cualquier acontecimiento que tenemos en nuestra familia o en nuestro pueblo o en nuestra empresa se prepara con mimo y durante el tiempo que sea necesario. ¿Cuánto tiempo y esfuerzos se dedican a preparar el nacimiento de un nuevo miembro en la familia o la fiesta del pueblo o la jubilación de un compañero de trabajo?
Parece lógico que la celebración de que Dios comparta nuestra historia merezca también un período de preparación meticuloso. No parece desmedido que la llegada del Salvador ocupe nuestra atención y hagamos todo lo posible para tenga un “lugar” agradable en el que asentarse. No es la llegada de alguien que viene “de visita”, viene “para quedarse” y bien merece que nos esforcemos en acogerlo. Tal y como viene reflejado en el evangelio de Lucas, “se acerca vuestra liberación” y esa sí es una buena noticia entre tantas noticias que hablan de esclavitud, muerte, abusos,...
Tiempo de Adviento, tiempo de esperanza y de preparativos personales y comunitarios. Tiempo de ser conscientes de la necesidad que todos tenemos de ser liberados de esas cadenas que nos atan y que no nos dejan ser felices, ataduras que necesitamos que alguien nos ayude a eliminar de nuestras vidas y tiempo de poner los medios para poder recibir con “mente despierta” a ese Liberador, a ese Salvador que tantas veces nos cuesta descubrirlo en las pequeñas cosas de cada día.
Cuando llegue le enseñaremos también nuestras tradiciones y costumbres de esas fiestas: le comentaremos que, además de las reuniones familiares y las delicias gastronómicas compartidas, es costumbre en nuestras casas representar su nacimiento con unas figuritas que nos recuerdan el núcleo central de lo que celebramos, le informaremos que en esa noche, en esta  tierra, el personaje mitológico Olentzero abandona su trabajo duro de carbonero en el monte para celebrar el solsticio de invierno y para agasajar con regalos a los niños y a quienes siguen teniendo corazón de niño. También le informaremos de que hay casas en las que nada de esto es posible porque no tienen ánimo de fiesta por motivos comprensibles (enfermedad, paro, separación familiar,…) y le pediremos que ahí, precisamente ahí es donde es necesario que se haga presente con fuerza.  Aprovecharemos la ocasión para anunciarle que tiene mucha liberación que realizar: consumismo, individualismo, violencia,… Le hablaremos a las claras porque, aun siendo el Hijo de Dios, es “uno de los nuestros”… y nos va a entender a la primera.
Ahora lo que nos toca es preparar su llegada, nos toca aprovechar el Adviento, nos toca mirarnos hacia dentro y descubrir cuáles son las cosas que pueden hacer un poco más agradable su llegada hasta cada uno de nosotros. Nos toca mirar a nuestro alrededor y “organizar” aquello que está desarreglado en nuestra familia, en nuestro pueblo y en el mundo e intentar que nuestra realidad tenga “mejor cara y mejor corazón”.
Tenemos tiempo y tenemos herramientas, no nos debe faltar la ilusión y mucho menos nos debe vencer la pereza o la rutina. Esta ya próxima esta Navidad que no puede ser como la del año anterior, como nunca es igual el encuentro con ese amigo al que tanto quieres y que tanto te “libera” de tensiones y angustias. Nunca es igual.
Levantaos, alzad la cabeza…”, merece la pena ponerse en actitud de aprovechar la ocasión que se nos brinda de comprender y vivir el nacimiento de nuestro Liberador, de “el Salvador”.
La sociedad de consumo nos va  a ”martillear” inmisericordemente con sus argucias publicitarias pero si aprovechamos este tiempo de Adviento seguro que nos es más fácil no despistarnos de la auténtica Navidad. Sería una pena que nos perdiéramos entre champanes y envoltorios de regalos el núcleo de la Navidad y para eso conviene “estar en forma”. ¡¡¡A entrenar!!!

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