“Levantaos, alzad la
cabeza; se acerca vuestra liberación” (Lc. 21,28)
Este próximo domingo comenzamos en la Iglesia
uno de los tiempos litúrgicos que merece la pena vivirlos con intensidad e
inmensa alegría: el Adviento. Un tiempo en el que la Iglesia durante cuatro
domingos, y sus semanas correspondientes, se aplica en preparar la Navidad, la
llegada del Salvador.
Un tiempo que ha de vivirse con ilusión renovada
por la oportunidad que se nos brinda para descubrir que la Navidad poco o nada
tiene que ver con el gasto superfluo y las alegrías obligadas. Un tiempo para
que vayamos preparando la gran fiesta del Salvador que comparte nuestra
historia y viene a iluminar nuestra realidad, nuestras miserias y nuestras
alegrías.
Cualquier acontecimiento que tenemos en nuestra
familia o en nuestro pueblo o en nuestra empresa se prepara con mimo y durante
el tiempo que sea necesario. ¿Cuánto tiempo y esfuerzos se dedican a preparar
el nacimiento de un nuevo miembro en la familia o la fiesta del pueblo o la
jubilación de un compañero de trabajo?
Parece lógico que la celebración de que Dios
comparta nuestra historia merezca también un período de preparación meticuloso.
No parece desmedido que la llegada del Salvador ocupe nuestra atención y hagamos
todo lo posible para tenga un “lugar” agradable en el que asentarse. No es la
llegada de alguien que viene “de visita”, viene “para quedarse” y bien merece
que nos esforcemos en acogerlo. Tal y como viene reflejado en el evangelio de
Lucas, “se acerca vuestra liberación” y esa sí es una buena noticia
entre tantas noticias que hablan de esclavitud, muerte, abusos,...
Tiempo de Adviento, tiempo de esperanza y de
preparativos personales y comunitarios. Tiempo de ser conscientes de la
necesidad que todos tenemos de ser liberados de esas cadenas que nos atan y que
no nos dejan ser felices, ataduras que necesitamos que alguien nos ayude a
eliminar de nuestras vidas y tiempo de poner los medios para poder recibir con “mente
despierta” a ese Liberador, a ese Salvador que tantas veces nos cuesta
descubrirlo en las pequeñas cosas de cada día.
Cuando llegue le enseñaremos también nuestras
tradiciones y costumbres de esas fiestas: le comentaremos que, además de las
reuniones familiares y las delicias gastronómicas compartidas, es costumbre en
nuestras casas representar su nacimiento con unas figuritas que nos recuerdan
el núcleo central de lo que celebramos, le informaremos que en esa noche, en
esta tierra, el personaje mitológico Olentzero
abandona su trabajo duro de carbonero en el monte para celebrar el solsticio de
invierno y para agasajar con regalos a los niños y a quienes siguen teniendo
corazón de niño. También le informaremos de que hay casas en las que nada de
esto es posible porque no tienen ánimo de fiesta por motivos comprensibles
(enfermedad, paro, separación familiar,…) y le pediremos que ahí, precisamente
ahí es donde es necesario que se haga presente con fuerza. Aprovecharemos la ocasión para anunciarle que
tiene mucha liberación que realizar: consumismo, individualismo, violencia,… Le
hablaremos a las claras porque, aun siendo el Hijo de Dios, es “uno de los
nuestros”… y nos va a entender a la primera.
Ahora lo que nos toca es preparar su llegada,
nos toca aprovechar el Adviento, nos toca mirarnos hacia dentro y descubrir
cuáles son las cosas que pueden hacer un poco más agradable su llegada hasta cada
uno de nosotros. Nos toca mirar a nuestro alrededor y “organizar” aquello que
está desarreglado en nuestra familia, en nuestro pueblo y en el mundo e
intentar que nuestra realidad tenga “mejor cara y mejor corazón”.
Tenemos tiempo y tenemos herramientas, no nos
debe faltar la ilusión y mucho menos nos debe vencer la pereza o la rutina.
Esta ya próxima esta Navidad que no puede ser como la del año anterior, como nunca
es igual el encuentro con ese amigo al que tanto quieres y que tanto te
“libera” de tensiones y angustias. Nunca es igual.
“Levantaos, alzad la cabeza…”, merece la
pena ponerse en actitud de aprovechar la ocasión que se nos brinda de
comprender y vivir el nacimiento de nuestro Liberador, de “el Salvador”.
La sociedad de consumo nos va a ”martillear” inmisericordemente con sus
argucias publicitarias pero si aprovechamos este tiempo de Adviento seguro que
nos es más fácil no despistarnos de la auténtica Navidad. Sería una pena que
nos perdiéramos entre champanes y envoltorios de regalos el núcleo de la
Navidad y para eso conviene “estar en forma”. ¡¡¡A entrenar!!!
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