Decir la palabra “merendola” para los chavales es
decir muchas cosas y comprenden a la perfección de lo que estás hablando y a lo
que son convocados. Algo para comer, especialmente algo de lo que no siempre
aita y ama te deja comer y beber y, sin perder mucho más tiempo, a jugar, a
correr, a hacer alguna trastada,… Merendola es sinónimo de muchas experiencias
y… todas edificantes.
Merendola es sinónimo de buen ambiente, de
compartir aventuras e infortunios y, ante todo, gozar de compañía de otros
chavales sin importar demasiado si son de la misma edad o si son del grupo de
amigos más cercano que todo niño tiene. La merendola comienza alrededor de una
mesa pero termina como siempre, sudorosos, agotados, con la ropa sucia y unas
manos que con dificultad regresarán a su color natural. En definitiva, una
experiencia más de felicidad acumulada en el período de aprendizaje que todo
niño debe de surcar.
No es la merendola la ocasión de exhibir comidas abundantísimas
y extraordinarias, no es el momento para expresar corrección en los modales
aprendidos o exigidos en otros ambientes, no es el lugar en el que se nos
encasilla en un determinado grupo por la edad o por la amistad que une a los
mayores, no es necesario la presencia de cientos de asistentes, no es el
momento de que nadie marque a qué se juega en cada momento del encuentro,... “Los
peques nos entendemos enseguida…”.
“Solo necesitamos una cosa: un punto de
referencia”. Sabiendo en dónde están los mayores por si acaso se produce algún
imprevisto, alguna caída con rasponazo incluido en la rodilla de siempre,
alguna discusión un poco subida de tono con el/la abusón/a de turno, alguna
urgencia biológica inaplazable,… y poco más. Es importante ese “punto de
referencia” pero para todo lo demás… “ya nos apañamos nosotros”.
Un “punto de referencia”” que mientras los
pequeños gastan las energías almacenadas, los adultos nos enfrascamos en la
siempre complicada tarea de “darle suela” a lo que los enanos han dejado en los
platos, nos empeñamos en acumular las mismas calorías que han comido ellos,
aunque sin quemarlas como ellos y gozamos dejando a “la sin hueso”, como ellos
lo hacen correteando, que campee a su aire y abriendo los oídos a lo que el
aita/ama de fulanito o menganita ha contado sobre cualquier asunto más o menos
trascendente. También para el “punto de referencia” es una experiencia gozosa,
relajada, educativa y tantas veces añorada en este mundo de prisas a
cascoporro.
En este momento en el que lo gastronómico tiene
tanta presencia en todos los ambientes, desde la TV hasta la Universidad,
pasando por los productores y los mercados,… la merendola seguramente sea
calificada como una “aberración gastronómica” pero, de vez en cuando,… estoy
seguro que hasta puede calificarse como “beneficiosa” para la salud general de los participantes. ¿Alguien se imagina una merendola infantil con mantel y servilletas
de lino, cubiertos de plata y vasos de cristal de Murano? ¿Alguien se imagina
una merendola de vuestros hijos con entremeses, primer y segundo plato servidos en vajilla de
porcelana china con incrustaciones de oro de tropecientos mil quilates?
Ufffff…. me parece que me quedo con un plato de “chuches”, un refresco de cola
y un trozo de bizcocho hecho por la ama de zutanito. Y a
correrrrrrrr!!!!!!!!!!!!!!!!
Me declaro públicamente como fiel defensor de las
merendolas y hasta voy a solicitar que sean obligatorias en el proceso
educativo de los enanos y recomendadas para e común de los mortales por los departamentos de Pediatría y
Salud Mental de Osakidetza.
Concluyo mis alabanzas a la merendola agradeciendo
a quienes con agrado participáis en las mismas con talante positivo porque,
probablemente, compartís mis adulaciones a esta manera de educar a través de compartir, de jugar, de los amigos y de lo sencillo… alrededor una mesa y
degustando unos sobrios manjares.
Eskerrik asko!!!!!!!!!!!
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