sábado, 21 de mayo de 2016

Loa a la Merendola

Decir la palabra “merendola” para los chavales es decir muchas cosas y comprenden a la perfección de lo que estás hablando y a lo que son convocados. Algo para comer, especialmente algo de lo que no siempre aita y ama te deja comer y beber y, sin perder mucho más tiempo, a jugar, a correr, a hacer alguna trastada,… Merendola es sinónimo de muchas experiencias y… todas edificantes.
Merendola es sinónimo de buen ambiente, de compartir aventuras e infortunios y, ante todo, gozar de compañía de otros chavales sin importar demasiado si son de la misma edad o si son del grupo de amigos más cercano que todo niño tiene. La merendola comienza alrededor de una mesa pero termina como siempre, sudorosos, agotados, con la ropa sucia y unas manos que con dificultad regresarán a su color natural. En definitiva, una experiencia más de felicidad acumulada en el período de aprendizaje que todo niño debe de surcar.
No es la merendola la ocasión de exhibir comidas abundantísimas y extraordinarias, no es el momento para expresar corrección en los modales aprendidos o exigidos en otros ambientes, no es el lugar en el que se nos encasilla en un determinado grupo por la edad o por la amistad que une a los mayores, no es necesario la presencia de cientos de asistentes, no es el momento de que nadie marque a qué se juega en cada momento del encuentro,... “Los peques nos entendemos enseguida…”.
“Solo necesitamos una cosa: un punto de referencia”. Sabiendo en dónde están los mayores por si acaso se produce algún imprevisto, alguna caída con rasponazo incluido en la rodilla de siempre, alguna discusión un poco subida de tono con el/la abusón/a de turno, alguna urgencia biológica inaplazable,… y poco más. Es importante ese “punto de referencia” pero para todo lo demás… “ya nos apañamos nosotros”.
Un “punto de referencia”” que mientras los pequeños gastan las energías almacenadas, los adultos nos enfrascamos en la siempre complicada tarea de “darle suela” a lo que los enanos han dejado en los platos, nos empeñamos en acumular las mismas calorías que han comido ellos, aunque sin quemarlas como ellos y gozamos dejando a “la sin hueso”, como ellos lo hacen correteando, que campee a su aire y abriendo los oídos a lo que el aita/ama de fulanito o menganita ha contado sobre cualquier asunto más o menos trascendente. También para el “punto de referencia” es una experiencia gozosa, relajada, educativa y tantas veces añorada en este mundo de prisas a cascoporro.
En este momento en el que lo gastronómico tiene tanta presencia en todos los ambientes, desde la TV hasta la Universidad, pasando por los productores y los mercados,… la merendola seguramente sea calificada como una “aberración gastronómica” pero, de vez en cuando,… estoy seguro que hasta puede calificarse como “beneficiosa” para la salud general de los participantes. ¿Alguien se imagina una merendola infantil con mantel y servilletas de lino, cubiertos de plata y vasos de cristal de Murano? ¿Alguien se imagina una merendola de vuestros hijos con entremeses, primer y segundo plato servidos en vajilla de porcelana china con incrustaciones de oro de tropecientos mil quilates? Ufffff…. me parece que me quedo con un plato de “chuches”, un refresco de cola y un trozo de bizcocho hecho por la ama de zutanito. Y a correrrrrrrr!!!!!!!!!!!!!!!!
Me declaro públicamente como fiel defensor de las merendolas y hasta voy a solicitar que sean obligatorias en el proceso educativo de los enanos y recomendadas para e común de los mortales por los departamentos de Pediatría y Salud Mental de Osakidetza.
Concluyo mis alabanzas a la merendola agradeciendo a quienes con agrado participáis en las mismas con talante positivo porque, probablemente, compartís mis adulaciones a esta manera de educar a través de compartir, de jugar, de los amigos y de lo sencillo… alrededor una mesa y degustando unos sobrios manjares.
Eskerrik asko!!!!!!!!!!!

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