Desde pequeños, desde muy pequeños, nuestras generaciones
hemos escuchado que "todos somos
hermanos" y dudo que seamos plenamente conscientes de lo que esa
sencilla afirmación lleva consigo. De hecho, nos lo tienen que recordar a
menudo y aún así..... los resultados no son los esperados.
Que nuestro Dios, el Dios que comparte nuestra historia, sea
un Dios-Padre nos lanza a creer, aunque no siempre a vivir, en la fraternidad
como algo que no tiene duda ni excepción. Nos hace "gritar" la universalidad
de esa fraternidad y sus consecuencias prácticas en las pequeñas cosas de cada
día y en los grandes retos de la Humanidad.
Esto es así para los creyentes y es el primer paso sin el
que no tiene sentido ni nuestra manera de relacionarnos con Dios ni con los
hermanos. Nadie lo duda, al menos en su enunciado. De ahí nace la actualidad
del único mandato de Jesús hoy, aquí y siempre. Pero esta no es una reflexión
cerrada y concluida ni tampoco una creencia que no nos lance a reflexiones y
creencias complementarias.
Os invito a reflexionar un momento sobre cuál sería el
resultado de nuestra vida social, laboral, religiosa,... si resulta que mi
vecino, además de hermano, fuera un maestro.
Sí, un maestro que tiene muchas cosas que enseñarme. Un
maestro que está dispuesto a ayudarme en muchos aspectos de la vida. Sí, un
maestro porque, muy a mi pesar, no soy el que mejor conoce todo lo que sucede a
mi alrededor ni tengo solución a todos los problemas y retos que la vida me va
"proponiendo",... Sí, un maestro que sabe cómo tratarme porque la
vida le ha hecho madurar en algunos aspectos antes que a mí. Sí,... un maestro.
Seguramente que lo primero que debo hacer es abrir bien los
ojos. Ver que no es un extraño, que no es un competidor, no es un enemigo, no
es un "monstruo" ni tampoco, seguramente, es la mejor persona del
"mundo-mundial". Simplemente es mi vecino. Ni más ni menos. Un
personaje que tiene tantos fallos como yo, no más, y tantas virtudes como las
mías, no menos. Es un vecino.
Y lo segundo que debo ver en él es un complemento de todas
mis virtudes y que debiera convertirse en el mejor de mis alumnos. Porque...
quede claro que yo también soy un "maestro".
Pero también lo debiera mirar como la solución a mis
miserias que, aunque sean "muy pocas",... algunas también tengo. Él
es más hábil que yo para ciertos asuntos pero tiene "mucho que aprender y
mejorar" con respecto a algunas de mis habilidades. Me ofrezco para que
vaya progresando mientras él me ayuda a eliminar mis "pequeñas o grandes
miserias".
No es tan difícil, pero tampoco conviene ser un iluso. Sí,
hay que hacer un esfuerzo para ir "contracorriente" de lo que con
absoluta desfachatez se nos presenta como el ideal de nuestras relaciones. El
vecino es presentado como un competidor por el mejor puesto de trabajo, por el
mejor puesto en la oposición o en el examen de la ikastola, por el mejor piso
de la zona o para “tontear” con el “mocete o moceta” más resultón del
pueblo,... El planteamiento es bien sencillo: se trata de ser primero para
poder estar “por encima de...”. Eso es lo realmente importante. Esa es lógica
que se nos plantea desde el primer momento de nuestras vidas y algunos hasta
intentan que esté presente en el momento de la despedida de este mundo. Creo
que sería bueno que en la medida en que nos vamos forjando seamos capaces de
decir, y hacer, que "yo me bajo de este ritmo".
No es ese el camino que nos marca Jesús con su mensaje y con
su forma de actuar. Somos hermanos, hijos de un mismo Padre que a todos nos quiere
por igual y que a todos ofrece una Salvación sin excepción. Sí es verdad que
hace una “excepción” hacia quienes más ayuda necesitan, para quienes no han
encontrado sus "hermanos" ni sus "maestros" sino que son
víctimas de quienes no quieren comprender, ni permitir, esa relación de
"vecinos-hermanos" y sí ejercen la visión de las personas como
"competidores-enemigos". Haberlos, los hay, y además parece que son
los triunfadores de nuestro mundo. "Salen en la TV" y marcan las
modas, o al menos esa impresión dan.
No cabe duda de que descubrir a los
"vecinos-maestros" nos va ayudar a llevar siempre la cara levantada
para poder reconocer cercanos a esos maestros y nos va a llevar a sentirnos
realizados porque es una buena manera de regar nuestras "virtudes-lecciones"
a todas las personas que nos vamos a ir encontrando a lo largo de nuestra vida.
La vida es más sencilla de lo que la hemos hecho, o nos la
han hecho unos pocos, que curiosamente coinciden con quienes más les cuesta
llevar la cara levantada no vaya a ser que se les vea que no son más que un
amasijo de deficiencias que intentan "taparlas" con un poder que
ellos mismos se han otorgado y que lo basan en el dinero o el poder, tantas
veces "auto-regalado". Ya saben que esa manera de vivir tiene poco recorrido
y que es el principal problema para poder ser felices. Lo saben y lo sufren. No
lo pueden decir pero....lo saben.
No estamos hechos para competir sino para "vivir
con" (me gusta más que "convivir"), no estamos hechos para
luchar sino para amar, no estamos hechos para "estar por encima de"
sino para "compenetrarse" y, por supuesto, no estamos hechos para
"tener más" sino para "ser más". Es lo que nos sale desde
muy adentro, aunque los siglos de "entrenamiento" en las otras formas
de plantear la vida...den la sensación de triunfar.
"Bienvenido y bien hallado
vecino-hermano-maestro".
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