jueves, 23 de abril de 2020

¿Y NOSOTROS?

En algunas ocasiones da la sensación, o más que sensación, que se nos hace más fácil fijarnos en las miserias de nuestro mundo y de nuestras personalidades que en las grandes actitudes, en las cosas hermosas que todos tenemos y que tiene este momento de la historia que nos ha tocado vivir.
Nos quejamos, y hacemos bien, de que nuestro mundo potencia de una manera exagerada el individualismo, el “sálvese quien pueda”. Nos quejamos, y hacemos bien, de que en este momento de la historia se nos han “impuesto” el dios-economía” con su gran “presidente-dios-dinero” que hace zozobrar las buenas intenciones y los planes de nuestro universo. Nos quejamos, y hacemos bien, porque a pesar de que se nos llena la boca de la importancia de la justicia… vemos que siempre es demasiado lenta, a menudo poco justa con el desvalido y demasiadas veces tiende a defender al poderoso. Nos quejamos, y hacemos bien,…
Sin embargo, da la sensación de que dedicamos demasiado poco tiempo a descubrir tantas y tantas buenas noticias que se producen cada día en nuestro entorno más cercano. Sabemos, porque tenemos noticias, de que hay mucha gente que trabaja por los demás sin buscar ningún beneficio extra que ayudar a los demás. Esta pandemia ha sacado a flote muchas de esas experiencias diarias que en el silencio más absoluto podemos certificar que no todo es injusticia, que no es del todo cierto que la rentabilidad sea el barómetro de nuestra sociedad, que ese bien tan escaso llamado “tiempo” es cierto que hay personas que lo comparten para hacer más felices a los que están a su lado o al que más lo necesita,… y así podríamos hacer un listado muy largo.
Es así y sería bueno que todos hiciéramos el ejercicio de tener los ojos bien abiertos para descubrir la verdadera realidad de nuestros pueblos y ciudades: No debiéramos perder la “oportunidad” que nos brinda la realidad de hoy para descubrir cuánta gente buena hay en mi propia escalera o incluso entre quienes no son “santos de mi devoción”.
Y esto que no admite demasiadas discusiones, creo yo, da la sensación, a mí por lo menos, de que nos pasa también en nuestras Comunidades Cristianas con nuestro itinerario litúrgico. Ponemos, y hacemos bien, un esfuerzo importante en la Cuaresma, en los preparativos para la Semana Santa. Recordamos la necesidad de acompasar nuestra manera de vivir a lo que Dios espera de cada uno de nosotros y ponemos varios medios: conversión, ayuno, abstinencia, oración, tradiciones como “la vigilia de los viernes”, confesiones personales y comunitarias, liturgia cuidada,… Hacemos un esfuerzo grande, personal y comunitario, para prepararnos de la mejor manera posible a esas fechas tan especiales como son la Muerte y la Resurrección de Jesús.
Sin embargo, también tengo la sensación de que no estamos acostumbrados a dedicar tantos esfuerzos y a poner tantos medios para celebrar la gran fiesta de la Resurrección del mismo Jesús Crucificado, el tiempo de Pascua. Si nos paramos a pensar, enseguida nos damos cuenta de que no tiene sentido esta manera de vivir nuestra fe, pero la realidad , a veces, da esa impresión.
¡”Eso no es cierto”! Claro que no es cierto en la teoría pero quienes se quedaron con las celebraciones de cuando eran “otros tiempos”, quienes miran a las Comunidades Cristianas “de lejos”, quienes no han dado el paso de vivir la fe como una experiencia Liberadora sino como el cumplimiento de una serie de “normas”, quienes no reciben con fuerza y determinación nuestra alegría y nuestro entusiasmo de vivir desde la luz de Jesús Resucitado, quienes…
Puede que les llegue el dolor de una Iglesia que llora por la muerte del Jesús clavado en la Cruz pero tengo la sensación de que no damos testimonio con fuerza de lo que significa la Alegría Pascual. ¿Por qué se ve a la Iglesia “triste” si de verdad creemos en la Resurrección de Jesús? Parece necesario que pongamos hincapié en la Alegría Pascual en nuestra manera de testimoniar nuestra fe.
¿Os imagináis tristes a los discípulos que escuchan el saludo de Jesús Resucitado o a los caminantes de Emaús
¿Y nosotros?

2 comentarios:

  1. A mi me da la misma sensación. Siempre tendemos a ver la oveja negra dentro del rebaño aunque haya muchas mas blancas (sin ánimo peyorativo). Si Jesucristo no hubiera resucitado, la fe cristiana no tendría sentido y el cristianismo no existiría. Ni el Emperador Constantino hubiera declarado al cristianismo la religión oficial del imperio romano tras tantos años de persecuciones. Ni el tiempo histórico hubiera quedado dividido entre antes y después de Cristo. Jesús vive en el Sagrario y se manifiesta en la Eucaristía. Y nos mandó anunciar el evangelio. Y ser la luz y la sal del mundo. Es un mensaje precioso pero exigente. Si nos aplicamos, poco a poco y dentro de nuestras humanas limitaciones, nos iremos acercando. Un saludo a todos.

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  2. A mi me da la misma sensación. Siempre tendemos a ver la oveja negra dentro del rebaño aunque haya muchas mas blancas (sin ánimo peyorativo). Si Jesucristo no hubiera resucitado, la fe cristiana no tendría sentido y el cristianismo no existiría. Ni el Emperador Constantino hubiera declarado al cristianismo la religión oficial del imperio romano tras tantos años de persecuciones. Ni el tiempo histórico hubiera quedado dividido entre antes y después de Cristo. Jesús vive en el Sagrario y se manifiesta en la Eucaristía. Y nos mandó anunciar el evangelio. Y ser la luz y la sal del mundo. Es un mensaje precioso pero exigente. Si nos aplicamos, poco a poco y dentro de nuestras humanas limitaciones, nos iremos acercando. Un saludo a todos.

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