En la
historia de la evolución de la humanidad se estudia la manera en la que el
hombre ha ido aclimatando su cuerpo, su mente y su costumbres a las necesidades
del momento. Es precisamente esa aclimatación la que ha hecho que hayamos llegado
a este momento de la evolución. Una evolución que ha dejado tras de sí especies
ya olvidadas en la noche de los tiempos. Miles y miles de años han hecho falta
para que nos desplacemos erguidos, sepamos comunicarnos con palabras y signos
y, por ejemplo, sepamos usar el indispensable “wasap de cada día”.
En toda
esa evolución fueron apareciendo y desapareciendo diferentes especies de las
que ahora no vamos a hacer un minucioso listado, aunque sí hacer referencia a
un momento de dicha evolución en el que surgió y desapareció el “homo
impuntualis”. Surgió, tarde, en las sabanas africanas hace tropecientos
cincuenta y cuatro mil años, se dirigieron hacia el norte y sabemos algunas de
sus costumbres a través de analizar algunos pequeños restos encontrados en los
albergues que utilizaron para defenderse de la glaciación correspondiente.
Dicen los
estudiosos que su presencia fue muy corta a pesar de tener muy desarrollado su
capacidad craneal (sobre todo la “dureza cerebral”) y sus habilidades bien
desarrolladas para la época. Se achaca esa breve aparición en la evolución de
la especie a que, en aquellos lúgubres años, las necesidades estomacales de sus
coetáneos eran atendidas por orden de llegada al reparto de la comida. Los
pertenecientes a este grupo que nos ocupa no fueron capaces de aclimatarse a
esa regla general y terminaron por no catar bocado alguno. Esa falta de
aclimatación, y sobre todo de alimentación, les llevó a su desaparición en
aquellos momentos en los que la caza era bastante escasa y muchas las bocas a saciar.
Aportaron poco a la especie y por ser defensores acérrimos de su impuntualidad…
simplemente desaparecieron.
La
especie aprendió y nunca más volvió a caer en la misma tentación de la
impuntualidad. Se defendió de la posible vuelta al error con la partición del
día en horas y minutos de manera que la alimentación no se hiciera por orden de
llegada sino desde otros parámetros. Y se consensuó unos ciertos horarios para
que todos pudieran catar el último venado abatido de una manera ordenada, se
dotaron de una serie de instrumentos para medir el tiempo aprovechando la
posición del sol y otras muchas argucias técnicas,…
Hete aquí
que pasados esos tropecientos cincuenta y cuatro mil años y, no se sabe muy
bien cómo (en ello andan los científicos) parece que vuelve a ser realidad
entre nosotros algunos miembros de dicha especie “impuntualis”. Hay quien dice
que son los resultados de experimentos realizados en los viajes a la luna
durante la guerra fría del pasado siglo en los que se “jugó” con el ADN de las
excavaciones de unas cuevas del Caúcaso, hay quien dice que son los
descendientes de una pequeña porción de ejemplares de aquella especie que se
refugiaron en las montañas del norte de la península ibérica, otros afirman que
los descendientes más cercanos a los primigenios pueden encontrarse en
Latinoamérica y que probablemente llegaron a nuestras tierras en el viaje de
vuelta de las traineras que fueron a buscar ballenas y…llegaron un poco tarde….
Lo
cierto, y eso lo podemos comprobar todos, existir existen. Todos sabemos además
en dónde los podemos encontrar con cierta facilidad: las consultas médicas
programadas (por llamarlas de alguna forma), las decisiones propias de la
justicia, las ruedas de prensa convocadas por los “famosos”, los trámites
administrativos, la reparación del vehículo, el currante al que siempre se le
pincha la rueda del coche a la hora de levantarse, el político que siempre
llega tarde a la hora de bajar los impuestos a los trabajadores, la amiga a la
que siempre se le estropea el secador,… Vemos que, poco a poco, van tomado
fuerza en algunos sectores de nuestra sociedad y en nuestras propias
cuadrillas. ¡¡¡Ojo porque esta vez parece que han venido para quedarse!!!
La
sociedad es verdad que está dotándose de innumerables argucias para defenderse
de él pero, ni aun así… Los relojes que te regalan con la revista de cotilleo,
los móviles que marcan la hora con exactitud, las torres de nuestros pueblos que
nos recuerdan la hora machaconamente, la tv y la radio que nos informa sin
descanso de la hora que nos une a todos (incluso de la hora menos de las
islas),… La sociedad en general se defiende pero los elementos de la especie
“homo impuntualis” parecen reproducirse con la misma facilidad que la avispa
asiática. Cuidado que la cosa es seria y sus consecuencias impredecibles.
Además
vienen con fuerza defendiendo que están muy ocupados y que los que llegan a la
hora acordada no tienen otra cosa que hacer, intentan demostrar,
equivocadamente por cierto, que sus minutos valen más que los de los demás, que
tú tienes que cumplir ciertos plazos escrupulosamente y ellos llegan y contestan
cuando “pueden”,… que, por supuesto, no es una falta de educación y mucho menos
de respeto. Seguro que os suenan actitudes de este tipo. Y seguro que nunca les
escucharéis pedir perdón por el retraso ni expresar el famoso propósito de la
enmienda. “Yo llego cuando puedo y tú cuando debes”.
Si te
encuentras algún personaje que se expresa en esos términos y que demuestra con
su impuntualidad que pertenece a la especie referida…ten cuidado que es
complicado defenderse de ellos y te van a hacer perder mucho tiempo. Ese tiempo
que tú necesitas para otros asuntos y que nadie tiene el derecho de apropiarse
de él.
¡¡¡Ojo con el “homo impuntualis”!!! ¡¡¡Ha llegado para quedarse,… aunque nuevamente desaparecerá!!!
¡¡¡Ojo con el “homo impuntualis”!!! ¡¡¡Ha llegado para quedarse,… aunque nuevamente desaparecerá!!!
Pues es curioso, aquí en Guatemala, esta especie ha sobrevivido y colonizado todo el país. Es tan de la cultura guatemalteca el llegar tarde que cuando se determina la hora de una reunión, o cualquier celebración pública, dicen: digamos a las siete para que lleguen a las ocho, pero como todo el mundo lo sabe llegan a las ocho y media. Yo a esto no he logrado acostumbrarme...así que siempre me toca esperar.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos, por confirmar la supervivencia, abundancia, de la especie por esos lugares guatemaltecos. Un abrazo desde tu tierra tan querida y que tanto te quiere.
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