En aquel
tiempo, habló Jesús diciendo:
«¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del
anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la
compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin
descuidar aquello.
¡Guías ciegos,
que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por
dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero
la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.» (Lucas 23,23-26)
¡Qué bien nos viene de vez en cuando una llamada
de atención como la del evangelio de Lucas! No es que nos diga nada que no
sepamos pero, de vez en cuando, un recuerdo…
Además, yo creo que en esta sociedad nuestra en
la que tanto se valora “la fachada”, “la apariencia”, “la imagen”, el
“envoltorio”,… todavía es más necesario escuchar con atención este trocito del
evangelio. Una llamada de atención válida par todos, pero en especial para
quienes piensan que son más importantes que el “común de los mortales”, para
quienes piensan que están un par de peldaños por encima de los demás, para
quienes se sienten “mejores” que la vulgaridad de la “chusma”. Para ellos
especialmente, pero también para todos viene bien escuchar de vez en cuando una
“llamadita de atención”.
La imagen que acompaño a este breve comentario me
parece que ayuda comprender las palabras
de Jesús. Me llamó la atención que el artista callejero que se dedicaba a
retratar a los turistas, comenzaba siempre su “obra de arte” plasmando en el
papel los ojos, la nariz y la boca del modelo. Tras dedicar un buen rato a
retratar, nunca mejor dicho, estas partes del rostro continuaba con el cabello,
las ropas, los detalles,… incluso al final les ofrecía la posibilidad de elegir
entre diferentes fondos de la ciudad. Lo importante es lo importante, de las
personas y de nuestra vida diaria.
No está mal el ejercicio que Jesús le propone al
fariseo del evangelio: “limpia primero la
copa por dentro”. Ejercicio que tal vez nos convenga hacer también a
nosotros antes de limpiar nuestra copa por fuera porque si estamos “limpios por
dentro”, “quedará limpia también por
fuera”, como dice el evangelio.
Y esta advertencia que se nos hace a nivel
personal tiene validez para nuestra relación con los vecinos, para esta
sociedad en la que nos toca vivir y también para nuestra Iglesia. No nos
detengamos tanto en la apariencia del vecino sino en la limpieza de su interior
y seguro que nos llevamos más de una sorpresa agradable. Hay mucha más gente de
lo que nos imaginamos que cuida su interior y que tienen “la copa y el plato
bien limpios” aunque nosotros nos hayamos fijado mucho más en su pequeño
“mosquito” y sin darnos cuenta de nuestro propio “camello”.
Esto mismo lo podemos, y debemos, trasladar a
nuestra sociedad. Es cierto que la corrupción y abusos similares son una lacra
de nuestra realidad pero no es menos cierto que hay mucha, mucha gente que
desde distintas sensibilidades, religiones y convicciones dedican mucho
esfuerzo por “limpiar por dentro su copa” y sería injusto no alabar y agradecer
esos esfuerzos realizados y esos logros conseguidos.
Y también podemos y debemos abrir los ojos para
descubrir que en esta Iglesia con tantos fallos existe una gran cantidad de
personas sencillas en nuestros pueblos y ciudades que se toman en serio el
evangelio de Jesús y sus vidas están “limpias” e intentan ayudar a “limpiar” la
vida de los vecinos, se esfuerzan para que el Reino de Dios siga creciendo e
intentan cumplir la voluntad de Dios desde la sencillez y la humildad.
Ya tenemos una labor a realizar: ¡¡¡¡Limpiar la
copa por dentro!!!!
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