Me vino esta
palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel,
profetiza, diciéndoles:
"¡Pastores!,
esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí
mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis
su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las
apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis
a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y
maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y
fueron pasto de las fieras del campo. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin
rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra,
sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro.
'¡Lo juro por
mi vida! –oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto
de las fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las
cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad
la palabra del Señor.
Así dice el
Señor:
Me voy a
enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores
de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a si mismos los pastores; libraré
a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar.
Así dice el
Señor Dios:
"Yo mismo
en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."» Ezequiel
(34,1-11)
Por si acaso alguien se despista, viene bien
recordar de vez en cuando este pasaje de Ezequiel que hoy se va a leer en las Eucaristías que se celebren en
cualquier parte del mundo.
Y cuando digo alguien, me lo digo a mí mismo y se
lo recuerdo a quienes han recibido el encargo de pastorear cualquier “tipo de
rebaño” en esta realidad en la que vivimos. Un recuerdo de vez en cuando…
Una familia, una parte, más grande o más pequeña,
de la sociedad, una asociación de cualquier tipo, la comunidad de vecinos, una
porción de la Iglesia,… cada persona tenemos nuestro rebaño a pastorear y
conviene recordar a menudo que la tarea del pastor no es cuidarse a sí mismo
sino cuidar, mimar, dirigir, sanar,… pastorear el rebaño encargado, con todo lo
que ello significa.
No es lo habitual pero todos conocemos pastores
que se “cuidan y miman” a ellos mismos y ante esas realidades no debemos callar
y “dejar pasar”, sino tenemos la obligación de ejercer de profetas, como bien
dice el texto de Ezequiel. ¡Qué decir de los pastores que quieren manejar otros
rebaños diferentes a los suyos cuando sus ovejas están mal alimentadas y
descarriadas!
No quiero caer en la tentación, fuerte por
cierto, de nombrar estamentos especialmente propensos a “pastorearse a sí
mismos”, pero sí llamar la atención a todos sobre la necesidad de cumplir cada
uno con nuestra misión en este mundo desde el “servicio a…” y no desde el
“servirse de…”, desde el curar y no desde el descuidar, desde orientar y no acogotar,
desde llevar a verdes praderas y no a estepas llenas de cardos, desde el amor y
no desde el despotismo, desde la liberación y no desde la asfixia, desde…
Pastorear…sin más. Al estilo de Jesús, Buen
Pastor, y al estilo de tantas personas que hemos conocido que han cumplido su
misión con humildad, capacidad de escucha y también firmeza en los momentos
necesarios.
Está bien recordarlo de vez en cuando. ¡¡Gracias,
Ezequiel!!
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