Comenzamos este próximo domingo en la
Iglesia un nuevo Año Litúrgico, una nueva oportunidad para conocer el mensaje
de Jesús más de cerca, una nueva oportunidad para dejar iluminar nuestro
discurrir por este mundo desde la Palabra de Dios, una nueva oportunidad, en
definitiva, para vivir tal y como Jesús nos va a indicar en su mensaje dirigido
a todos y cada uno de nosotros. Por tanto, y al igual que hacemos el 1 de Enero
de cada año en las casas y en las plazas de muchos pueblos, creo que debiéramos
estar radiantes al recibir este nuevo año litúrgico.
Un año litúrgico que comienza con un
tiempo que llamamos Adviento y que se extiende desde este mismo domingo hasta
el día de Navidad. Tiempo en el que se nos ofrecen diferentes herramientas para
prepararnos a celebrar el Nacimiento del Salvador, ni más ni menos. Atención
porque no es lo mismo “prepararnos” que “preparar”. Un período de tiempo
siempre especial y cargado de esperanza.
Unas pocas semanas en las que se nos
van a hacer una serie de invitaciones que sería bueno que nos pillaran con los
oídos bien abiertos y, sobre todo, con el corazón dispuesto a recibir buenas
noticias. Un tiempo con fuerte presencia de personajes como Juan Bautista y
como María que, sin duda, fue quien mejor preparó el nacimiento de su hijo y
que seguro que nos ayudará a que nosotros también hagamos nuestros propios
preparativos. Un tiempo de espera activa en el que sentirnos también llamados a
reconocer nuestras miserias, delante de Dios y de los vecinos, y también dispuestos
a recibir el perdón de manos de un Padre siempre dispuesto al abrazo.
Un tiempo en el que conviene estar
atentos para no despistarnos y confundir “Navidad” con “navidades”. Tiempo para
centrarnos en lo importante, el Nacimiento de Jesús, y añadirle a ello otras
tradiciones que solo tienen sentido pleno si hay una gran noticia como la auténtica
Navidad. Es complicado abstraerse de la llamada al consumo sin sentido de estos
días y es peliagudo enfrentarse a las llamadas premeditadas y perfectamente
orquestadas de la sociedad del despilfarro que estos días vive sus mayores
“días de gloria”. Es cierto y no reconocerlo es equivocarse, pero no es menos
cierto que el esfuerzo merece la pena y poder sentir la verdadera Navidad,
recibir la gran noticia de que nace el Salvador para ti y para mí, para
vosotros y nosotros, sin excepción alguna,… Se requiere un esfuerzo importante
para no equivocarse de llamada… pero merece la pena.
Es importante que desde el banderazo de
salida nos pongamos en actitud de aprovechar estas fechas previas a la Navidad
y que lo hagamos con la intención de disfrutarlo, de aprovecharlo,… de gozarlo.
Cuando se nos plantea un reto en cualquier aspecto de nuestra vida y lo
asumimos con ganas, e incluso con alegría, el reto ya ha comenzado a ser superado.
Y al revés, cuando ese mismo reto es afrontado desde la falta de confianza y
como un peso difícil de llevarlo a la espalda… hemos comenzado a perder la
partida.
Desde estas sencillas líneas me atrevo
a invitaros a gozar de este tiempo de Adviento, a llenar de color estas preciosas jornadas. Os invito a escuchar sin
filtros la Palabra de Dios, a estar más cerca que nunca de los necesitados de
nuestras casas y pueblos, a sentir y gozar del perdón de Dios y de nuestros
hermanos, a que, con pequeños detalles, demostremos nuestra ilusión por el Nacimiento
de Jesús en nuestra casa y en nuestro mundo,… a gozar de las fechas previas de
la Navidad sin que necesariamente tengamos que ser parte de las “navidades” del
consumo y la sinrazón.
El domingo leeremos en las
celebraciones el evangelio en el que Jesús hace una llamada de atención a sus
discípulos y también a nosotros: “Velad”. Velemos pues para que las pocas fechas
que nos quedan antes de la Navidad sean jornadas de preparativos profundos que
nos hagan disfrutar, gozar, porque nos disponemos a celebrar algo que puede ser trascendental
si nos preparamos con ilusión y con ganas.
¡¡Que ustedes lo disfruten!!
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