“Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios
es amor” (1ª Jn. 4,8)
En la historia de las religiones hay miles,
millones, de libros escritos sobre cada uno de los “dioses” de las religiones,
movimientos religiosos, sectas,... Grandes tratados teológicos sobre la esencia
de los dioses, sobre su naturaleza, sus características, sus acciones, sobre la
manera de contentar a cada uno de ellos,… y existen también enormes compendios
de quienes a lo largo de la historia se han atrevido a señalarlos en lugares y
acciones concretas.
La afirmación de San Juan que encabeza estas líneas seguro
que no es la definición más extensa ni la más detallada sobre la naturaleza de
Dios que se ha hecho a lo largo de la historia pero es difícil “decir tanto” de
Dios, imposible diría yo, en tan pocas palabras.
¿Cuántas veces nos hemos
preguntado quién es Dios y cómo es Dios, en dónde podemos encontrarlo y cómo se
siente a Dios? Y a buen seguro que nos hemos esforzado en encontrar respuesta a
este interrogante como ha hecho la humanidad desde el comienzo de su existencia…
Pues la respuesta, según el
autor de la carta es clara, concisa y sin lugar a interpretaciones: “Dios es
amor”. Ni más ni menos explicaciones.
Y lo que para algunos puede
parecer una definición más o menos lograda, e incluso “graciosa”, a mí me
parece que se trata de una las grandes frases que pueden, y deben, despejar nuestros
interrogantes en la búsqueda de Dios y en qué consiste nuestra colaboración con
ese Dios que quiere lo mejor para todos y cada uno de sus hijos, como “Buen
Padre”.
¿En dónde buscamos a Dios? Pues
muy sencillo: donde hay amor. No lo busques en las realidades en las que los
protagonistas y los motores son otros… porque no lo vas a encontrar. Si Dios es
amor, no lo busques donde el objetivo es la consecución de poder o de dinero,
no lo busques en donde el hermano es una “herramienta” a utilizar para mis
intereses o donde el hermano es despojado de sus derechos por el color de su
piel, por su religión o por su género. No lo busques donde no hay amor.
Simplemente no está. Está bien claro en las palabras de Juan: “Quien no ama no
ha conocido a Dios”. No hacen falta muchas explicaciones. Sin más.
Pero si abrimos los ojos de una
manera positiva no nos va a costar demasiado encontrarlo en la familia unida en
las alegrías y en las dificultades, en el vecino que dedica tiempo a escucharte
cuando estás agobiado, en la vecina que te hace las compras cuando tú no puedes
salir de casa, en la asociación que da cauce a los sentimientos de fraternidad
con los quienes están pasando una mala situación económica o anímica, en
quienes dan sus primeros pasos de relación de pareja y en quienes viven el amor
con la serenidad y responsabilidad de llevar toda la vida juntos, en quienes
utilizan la cacareada globalización para regar solidaridad por los cinco
continentes, en… Seguro que te es fácil hacer un listado muy largo de la
cantidad de detalles del día a día que nos hablan de amor. Pues esos, y no
otros, son los detalles que nos hablan de Dios. En esos detalles, precisamente
ahí, es donde podemos sentir quién y cómo es Dios: Amor en su máxima expresión.
Todos sabemos definir qué es
amor porque tenemos experiencia de sentirnos queridos y todos tenemos
experiencia de amar y, por tanto, y según la definición de Juan, todos sabemos
cómo es Dios. Tal vez nos falte profundizar en la inmensidad y en la concreción
de ese Dios-Amor. Probablemente nos convenga hacer un esfuerzo añadido para
sentir ese Amor día tras día e incluso buscar oportunidades, y maneras, para
celebrarlo pero la definición “Dios es Amor” nos simplifica muchísimo las
cosas.
Amemos, dejémonos querer y…
Gracias, Ritxar, precioso tu "compartir sin prisa", me llega.Y qué bueno que sea así.
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