Unas
líneas, y un par de imágenes, para “compartir sin prisa” una reflexión ya
realizada en otras muchas ocasiones pero que de vez en cuando creo que es
necesario volver a realizar para no estancarse y poder abandonar, si fuera
necesario, caminos equivocados que nos conduzcan a lugares no deseados.
Pararse
un momento y separar el grano de la paja de nuestras vidas nos hace aprovechar
lo más valioso de cada uno de los días que se nos regala. Es cierto que cada
día tiene ambas cosas e incluso es evidente que si no hay paja tampoco hay
grano pero conviene tener claro que lo que nos va “alimentar” es el grano y la
paja quedará para otros menesteres, también necesarios pero no imprescindibles.
Desde el comienzo de la agricultura el objetivo final es lograr grano. No se
renuncia a la paja pero lo valioso, lo ansiado y mimado siempre ha sido el
grano.
Es
cierto que en nuestras vidas, como en la misma naturaleza, todo está unido.
Todos tenemos paja y todos tenemos grano. De eso no hay duda alguna y es
necesario saber priorizar para no llevarnos a engaño. Creo que todos somos
conscientes que en demasiadas ocasiones malgastamos tiempo y recursos en mimar
la paja mientras el grano se nos va escapando entre los dedos o lo guardamos en
un saco agujereado. Es bueno pararse y analizar despacio nuestras espigas y
hacer el esfuerzo necesario para separar los dos frutos de nuestra cosecha.
Digo bien, “esfuerzo”, porque realizar esa separación siempre ha sido a base de
esfuerzo. Unas veces esfuerzo físico, hace muchos años, y ahora esfuerzo económico
para contar con los medios apropiados. Nunca fue fácil separar el grano de la
paja y tampoco ahora.
A
veces tengo la sensación de que nuestra sociedad en demasiadas ocasiones ha
apostado por la paja, por supuestos valores que se los lleva el viento y
dejamos que el grano se desparrame sin aprovechamiento alguno. Tanta
insistencia en la imagen, en “la fachada”, en el aparentar,… da la sensación
que no nos deja llegar al grano, a lo importante de las personas y de los
acontecimientos. Tanto asesor de imagen y técnico en comunicación… no nos deja
recoger el verdadero fruto de lo que se cuece en nuestro mundo e incluso en las
personas que nos rodean. Conocemos y ponemos todo nuestro interés en la paja y
el grano… se nos escurre entre los dedos.
Y algo
parecido, por no decir igual, nos pasa con nuestra vida de fe, con nuestro
seguimiento de Jesús e incluso en nuestras celebraciones de la Eucaristía.
Ponemos toda nuestra atención en si las flores de la iglesia están bien
colocadas o si los manteles están milimétricamente dispuestos o si el cura
habla bien… y se nos escapan los detalles de la Palabra de Dios dirigida a cada
uno de nosotros y el “grano más preciado”, la presencia de Jesús en medio de
nuestra reunión, se nos... Claro que es bien recibida toda ayuda para que nos
encontremos a gusto en la celebración pero no renunciemos de ninguna de las
maneras al grano que es lo que nos convoca alrededor del altar.
Durante
siglos, también entre nosotros, el grano ha sido el objeto deseado y perseguido
por nuestros antepasados y por él han luchado, han regado nuestros campos con
su sudor e incluso con su sangre, han encontrado en el grano el medio con el
que sacar adelante las familias y las aspiraciones mínimas de cualquier persona
y ha de ser una lección que no tenemos derecho a olvidar para nuestras vidas de
hoy, a pesar de los cambios radicales que se han producido en estos pocos años.
Tenían paja y la utilizaban para varios servicios del caserío pero sabían que
el valor de la cosecha se contabilizaba por la cantidad y la calidad del grano.
No nos
despistemos y no pongamos todos nuestros esfuerzos en conseguir y amontonar mucha
paja porque, hoy como siempre, el valor de las personas y de los
pueblos está en el grano.
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