¡¡¡¡¡No os confundáis!!!!!!! No. No he abierto ninguna
agencia de viajes, ni ninguna gasolinera, ni tengo acciones en los últimos
modelos de radares que salen a las cunetas o se suben a los helicópteros, ni soy
representante de zapatillas de running, ni… Solamente quiero ser un humilde altavoz
de un trocito del evangelio que hoy se lee en todas las Eucaristías del mundo:
“Poneos en camino” (Lucas 10,3).
Una invitación que hace Jesús a los discípulos que envía,
“de dos en dos”, por delante de él para
que vayan proclamando que “el Reino de
Dios está cerca de vosotros”. Les anuncia las dificultades con las que van
a tropezar (“os mando como corderos en
medio de lobos”) y la magnitud de la empresa a la que son enviados: “La mies es abundante y los obreros pocos”.
Les muestra otras muchas cosas que podéis leer en el texto completo (Lucas 10,
1-12)… pero hoy me apetece “compartir sin prisa” la indicación que considero
fundamental: “poneos en camino”.
Me parece una llamada muy clara, muy concreta, muy
directa,… muy actual. ¿Es posible que sea actual un texto tan antiguo y un
encargo realizado hace tantos siglos? Yo lo siento tremendamente actual. Me da
la sensación de que la iglesia está demasiado estancada y también quienes la
componemos nos encontramos demasiado cómodos, excesivamente asentados. Todos, o
al menos la mayoría, nos alegramos con algunos de los pasos que va dando la iglesia,
nos felicitamos con algunos de los gestos del Papa Francisco que hablan de
renovación y “aire fresco”, nos admiramos con las vidas entregadas por tantas
personas que dan su vida, literalmente, por tomarse en serio el “trabajo en la
mies”, nos sentimos orgullosos del trabajo de organizaciones como Cáritas
cuando la crisis salpica con dureza,… pero queda tanto por avanzar que es bueno
que escuchemos el evangelio: “poneos en
camino”.
Tenemos que caminar. Ni la iglesia institución ni la
iglesia Pueblo de Dios podemos quedarnos anclados en lo que nos da “mucha
seguridad” pero “poca vida”. No es posible que ser seguidor de Jesús lo
convirtamos en la celebración de ritos y en el mantenimiento de estructuras que
evidentemente no responden a las necesidades de la iglesia, ni a las del mundo,
por mucho que valoremos su valor en el pasado. Es hora de salir de la seguridad
y, si es necesario, “equivocarnos”, pero solo poniéndonos en camino
avanzaremos.
También es cierto que “ponerse en camino”, hoy como en
tiempos de Jesús, no nos exime de problemas y dificultades, al contrario, las
tenemos aseguradas si somos fieles al Reino de Dios que tenemos que presentar.
Vocear hoy que el amor es el único motor que nos va a hacer realmente felices,
convencer a nuestro mundo de que la libertad de los Hijos de Dios no es
comparable con otras libertades cacareadas, proclamar que es más importante
saber perdonar que humillar a tus hermanos, animar a nuestros coetáneos a
esforzarse en el “ser” aun a costa de perder en el “tener”,… No nos engañemos.
La “mies” además de ser mucha es muy complicado de convertirla en una cosecha
abundante y a buen recaudo. Es más. Si nos encontramos solos con nuestras
únicas fuerzas…, entonces…, lógico que no nos pongamos en camino porque el
encargo asusta.
Sin embargo, y no
es un detalle baladí, no nos aventuramos a proclamar el Reino de Dios porque
nos apetece o porque nos parece que es un reto más o menos interesante sino
porque somos enviados por Jesús. Y si somos enviados por Él sabemos que no
estamos solos en el encargo y que a nuestras propias fuerzas hay que saberse
acompañados de los esfuerzos de tantas y tantas personas que se han tomado en
serio la invitación de Jesús y hacen de sus vidas un testimonio para todos
nosotros. Conviene volver a recordar en este momento que el envío que hace
Jesús a sus discípulos se lo hace para que vayan “de dos en dos”. No es lucha
“mía contra el mundo” sino un anuncio que se hace en grupo, en comunidad y
entonces sí tienen sentido aquellas otras palabras de Jesús que merece la pena
recordar con frecuencia: “donde están dos
o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo
18,20). Él está con nosotros.
Que no tengamos dudas: “pongámonos en camino”… y sin
miedo a nada ni a nadie.
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