Lo que hoy quiero “compartir sin prisa” sucedió
en un jardín enorme y precioso.
Es prácticamente imposible hacer un listado de
todas las especies de árboles leñosos y frutales, flores silvestres y de
viveros, pequeños regatos que recogían las limpias aguas de dos manantiales y
en la parte baja del mismo un precioso estanque en el compartían espacio los
nenúfares con algunas especies de peces y varios anfibios que lo alegraban con
sus algarabías.
Semejante lugar, como no podía ser de otra manera
era reclamo de no pocos moradores. Los pájaros tenían sus nidos albergados en
las ramas más fuertes de los enormes robles, castaños, hayas,... y surcaban el
cielo libremente con sus vuelos imposibles. Las abejas buscaban el néctar de
las innumerables flores y se afanaban en su doble función de polinizadoras y de
fabricantes infatigables de ese alimento siempre especial que es su miel. Y
así… especie tras especie, todas eran felices en aquel maravilloso vergel.
Bueno. Todas no. Había una araña que, a pesar de
ser una magistral tejedora de telas y de que nunca le faltó un bocado que
llevarse a la boca, no era feliz con su situación en la escala del gran jardín.
Su aspiración era ser mariposa, sin saber muy bien por qué, se le había metido
en la cabeza que era mejor ser mariposa que ser araña.
Tal era su obsesión que en una mañana de verano
entró en conversación con una mariposa que se posó cerca de su tela. Llamó a la
mariposa y, tras asegurarle que no iba a convertirse en el primer plato de su
comida, comenzó a hacerle algunas preguntas a la grácil mariposa.
- ¿Cómo has logrado tener esos colores tan llamativos?
Yo estoy harta de tener este color tan plano. ¿Cómo has conseguido esos ojos al
final de esas antenas? A mí no me gustan nada estos ojos tan pegados a la
cabeza. ¿Cómo has…? Y le lanzó toda una retahíla de preguntas que durante
tiempo había ido royendo en su interior.
La sencilla mariposa no daba crédito a las
preguntas que desembuchaba la araña por su boca abierta como si fuera la de un
gran tiburón blanco. Y en vez de ir contestando de una en una a sus
interrogantes le contestó de una manera bien sencilla.
- ¿Para qué quieres saber tantas cosas de mí?
¿Acaso quisieras ser mariposa y dejar de ser una de las criaturas más afanosas
y mejores cazadoras de este jardín? ¿No será mejor que intentes hacer cada día
una tela más bella, más fuerte y más efectiva que pasar el tiempo fijándote en
las demás criaturas del vergel?
- No me comprendes porque tú eres muy bella,
puedes ir de flor en flor, puedes volar y admirar el jardín desde las alturas
mientras yo tengo que estar siempre pegado a mi tela esperando que algún bicho
se despiste… ¡¡¡Mi vida es muy triste comparada con la tuya!!!
La mariposa viendo que su declaración era equivocada
de raíz le contestó:
- No comparto tu aspiración pero si lo quieres es
ser mariposa has de conseguir realizar algunos cambios sin los cuales nunca
podrás ser mariposa: la primera es que tienes que convertir ese cuerpo
cuadradote, musculoso y potente en un cuerpo estilizado y fino que pueda ser
elevado hasta el cielo.
La mariposa quedó tranquila porque estaba segura
de que la araña enseguida se daría cuenta de que ese cambio era imposible de
realizar y, por tanto, se le pasarían esas ínfulas de querer ser mariposa. Sin
embargo, eran tales las ansias de la araña de convertirse en mariposa que se
puso a la labor.
Comenzó a trenzar una tela enorme y con hilos por
triplicado para que su abdomen perdiera peso y volumen al desprenderse de los
kilómetros y kilómetros de hilo que tenía almacenada. Y una vez que consiguió
trenzar semejante tela, y de tal fortaleza, comenzó la casi imposible tarea de
esculpir su cuerpo casi redondo en un fino y alargado tronco. Para ello comenzó
a colgarse una y otra vez de la tela de manera que su cuerpo adquiriera una
forma más alargada. Con esfuerzo, con mucho esfuerzo, colgada y haciendo
ejercicios para aprovechar la ley de la gravedad… la araña empeñista consiguió
que su cuerpo no se pareciera en nada al que la naturaleza le había regalado y se
pareciera algo más al cuerpo de la añorada mariposa. Agotada por los esfuerzos
realizados durante semanas, la araña dedicó un tiempo a descansar meciéndose en
la super-tela que había realizado.
Estaba descansando la araña cuando con un sutil
movimiento se acercó la mariposa a ver si se le había pasado a la araña las
ganas de convertirse en mariposa. ¡¡Cuál fue la sorpresa de la mariposa al
encontrar a la desfigurada araña recostada en su tela!! ¡Estaba falseada y,
además, triste, muy triste! La mariposa le preguntó:
- ¿Cómo has podido realizar este cambio tan
enorme? ¡Ya no te pareces en nada a la araña que yo conocí! Pero… ¡estás más
triste que un mejillón en el desierto!
Y la araña
le contestó:
- ¡Cómo no estar triste si todavía me falta hacer
el cambio más importante!
La mariposa, asombrada, le increpó diciendo:
- ¿Qué más cambios quieres hacer? Estás dejando
de ser araña y a pesar de todos tus esfuerzos nunca llegarás a ser una delicada
mariposa. ¿Cómo vas a volar si no tienes alas? ¡Eso no crece como le crece el
pelo a los perros que corretean por el jardín!
Se quedó pensando la araña y le pidió a la
mariposa que le dejara ver despacio sus maravillosas alas. Terminada la
inspección minuciosa le dijo:
- Seguramente no lo conseguiré pero lo voy a
intentar porque aunque tú no hayas oído hablar de la evolución de las especies…
Comenzó la araña a hacer ejercicios
indescriptibles con su nuevo cuerpo, recurrió a todas las técnicas conocidas
para convertir sus múltiples patas y antenas en el forjado de sus alas,
recurrió a la naturaleza circundante para agenciarse materiales a modo de
velas,.. y fruto de tantos esfuerzos y tanto ingenio… la araña inconformista
del jardín consiguió unas alas no muy grandes, tampoco muy bonitas,… pero alas.
Eso sí, dejo en el cambio todas las características propias de las arañas que
la naturaleza le había regalado.
¡¡¡¡Por fin!!!! Tras no pocos esfuerzos, tras no
pocas argucias, tras no pocas renuncias,… había conseguido lo deseado. Podía
iniciar su vuelo de flor en flor y catar la dulzura del polen, por fin podía
ayudar a que las flores sean polinizadas,… ¡¡¡¡Por fin!!!!
Tras un descanso reparador en su flamante tela,
llegó el momento de emprender la aventura deseada, el momento de enseñar a
todos los vivientes del jardín que sus esfuerzos habían dado lugar el resultado
perseguido, que ya no era araña sino mariposa. Era el momento tantas veces
soñado. Sin embargo,… había olvidado algo muy importante: las mariposas se
quedan pegadas en la telas que tejen las arañas, en las telas como la suya,y no
pueden volar. Ella optó por ser mariposa pero se olvidó de que su propia tela
era tan fuerte que nunca podría volar mariposa alguna desde ella.
Y éste fue el fin de una araña que quiso ser
mariposa y… lo consiguió, pero ni voló, ni cató el dulzor de las hermosas
flores, ni fue la más bella del jardín, ni… sino que quedó atrapada en su
envidia y en su desmedido inconformismo. No fue feliz siendo una araña, no apreció
lo suyo, codició lo de los demás y acabó “pegada” a la inmensa obra de
ingeniería que la naturaleza le enseñó a tejer y nunca supo valorar.
Y esta es la historia de la araña que consiguió ser mariposa pero... no voló. ¡Cuántas personas y pueblos quieren ser lo que no son y... nunca son felices!
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