viernes, 1 de julio de 2016

Un regalo para siempre

Es muy, muy evidente la fragilidad de ese tesoro al que llamamos “vida” y que todos queremos preservar. Todos los días tenemos muestras claras de que esa fragilidad es una particularidad inherente a la misma palabra “vida”. Personas que la pierden por una catástrofe natural inesperada que en pocos segundos te la arranca. Un fallo técnico en la máquina que “no debiera fallar” pero que en esa milésima de segundo inexplicable te arrebata ese tesoro hiper-protegido. Un atentado como el que hemos visto en los medios de comunicación estos días que convierte la ilusión de un viaje de placer o de trabajo en una ratonera sin salida. Un deportista experimentado que no se sabe cómo se desploma en una pared de nuestros cercanos Pirineos. Un fallo en nuestro sistema nervioso o vascular y el tesoro acaba hecho trizas. Un vehículo que se cruza cuando no debía. … Es un tesoro, nadie duda que lo sea, pero es tan frágil que…
Somos conocedores de esta fragilidad y, de hecho, hacemos innumerables esfuerzos por protegerla. Lo que no tengo tan claro es que seamos conscientes de ello. Aclaro: no es lo mismo conocer que ser consciente.
Nada más lejano de mi intención que promover la creación de una “burbuja particular” con la que proteger la vida de manera que no exista peligro alguno ni contaminación posible ni oportunidad que nada ni nadie nos minimice parte alguna de ese tesoro. Nunca se me ha pasado por la cabeza. Todos entendemos que un tesoro cuya única misión sea guardarlo deja de serlo y se convierte en chatarra sin valor alguno. ¿Para qué un tesoro que nadie lo puede disfrutar, lo puede admirar o incluso compartir? Hasta los Museos saben que una obra de arte que está permanentemente en sus almacenes no hace sino perder valor y flaco favor se hace a su autor.
Es necesario hacer un esfuerzo por no confundir lo que es cuidar el tesoro con “endiosar” su seguridad. Lo importante no es la seguridad sino vivir, disfrutar del tesoro en lugar de quedarnos protegiendo su fragilidad; el objetivo no es conseguir que nada ni nadie nos usurpe el tesoro sino disfrutar del tesoro. Tengo la sensación de que, en la práctica, no siempre está tan claro esta perogrullada. Basta abrir los ojos a nuestro alrededor y descubrir cómo son muchos quienes prefieren tener un tesoro lleno de herrumbre que tener otro un poco más “deteriorado” pero más aireado, saneado,… aunque esté un poco más desgastado
Y cuando hablo de vida quiero dejar claro que no hablo solo de vida=salud, que también, hablo de relaciones abiertas, hablo de experiencias nuevas en las que uno se equivoca y esa misma equivocación es la que da esplendor al tesoro, hablo de compartir e intercambiar tesoros que los hacen más bellos, hablo de… VIVIR. Ni más ni menos.
Lo preocupante, lo peligroso, lo decepcionante, llega cuando entramos en comparaciones y baremos entre tesoros, cuando nos atribuimos potestades de acaparar otros tesoros, o parte de ellos, que no son los nuestros. En definitiva, cuando nos otorgamos la facultad de valorar la idoneidad y belleza de los tesoros de los demás.
Los creyentes decimos en voz alta que ese frágil tesoro recibido tiene un principio pero no tiene fecha de caducidad. Que es un tesoro para compartirlo y para hacerlo crecer repartiéndolo con quienes nos rodean y que es un tesoro que nos hace felices, no orgullosos, porque es un regalo. Somos conscientes de su gratuidad y por eso lo vivimos desde la gratitud. Pero, además, y viniendo de donde viene el regalo, creemos en la eternidad de ese tesoro y por eso nunca nos cansamos de alabar y bendecir al “Responsable” de semejante regalo.
Gracias, una vez más y siempre, por este regalo.

1 comentario:

  1. Gracias Ritxar por dedicar estas palabras a la vida, realmente es un tesoro.

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