En estas
jornadas en las que la lluvia ha dado una tregua y los primeros calores de junio
se han hecho sentir, basta abrir los ojos para encontrar en nuestras carreteras
y en nuestras campas más intensidad de vehículos agrícolas laboreando con sus aparejos:
segadoras, rastros, empacadoras,… Normalmente con un ritmo más acelerado del
habitual, con los conductores con caras concentradas y cansadas,… Hay un
ambiente especial, diferente, y es que nos encontramos en unas semanas
importantes en las explotaciones ganaderas. Semanas en las que se mira al
cielo, a los hombres-mujeres del tiempo-y a los móviles-, porque es importante
contar con la máxima información posible a la hora de comenzar los trabajos de
recolección y almacenaje de la hierba que la naturaleza ha ido madurando. Ha
llegado el momento de comprobar si el abonado realizado ha cumplido su función
o si se nota mucho la “tacañería forzosa” a la que se ve obligado el ganadero
ante la espectacular subida de los abonos en los últimos años.
Sin embargo, no
quisiera escribir hoy sobre la situación actual de la ganadería, sus aciertos y
equivocaciones, sus alegrías y sus miserias, su pasado, presente y futuro, su…
Seguro que habrá ocasión para ello. Hoy quisiera “compartir sin prisa” con
vosotros otra reflexión diferente, aunque íntimamente relacionada con la vida y
el trabajo de quienes se dedican al noble y sacrificado trabajo de la
agricultura y ganadería. Una reflexión que me surge estos días y… ¡qué mejor
que compartirla!.
Una reflexión
que comienza con una pregunta sencilla: ¿cómo sería el paisaje que nos envuelve
si no existieran estas personas que dedican sus vidas a la tierra y a sus
animales? Este espectáculo diario al que tenemos la suerte de asistir día tras
día, ¿sería una comedia o una tragedia o un melodrama? Estos días de tanta
actividad, sin duda, son jornadas para reflexionar despacio sobre los actores
de esta “expresión artística” de la que tenemos la suerte de gozar, día tras
día. No me atrevo a calificarlos como los “actores protagonistas” pero que son
actores importantes… de eso no hay duda. Es cierto que hay otros actores
también necesarios, actores con mayor o menor papel en la “obra maestra”,… y sin
olvidar que los “técnicos de sonido”, los “acomodadores”,… y el “personal de
limpieza” son imprescindibles para que la obra se pueda representar en todo su
esplendor.
Y entre los
agradecimientos a todos estos actores que nos regalan la “función diaria y
continuada” me surge la necesidad de expresar mi felicitación más cordial al
Director de la obra por su generosidad al regalarnos entradas a quienes tenemos
la suerte de estar en la primera fila del patio de butacas. Un Director al que
unos llamamos Dios, o el “soplo de Dios”, o “el Creador”, o… y otros llaman proceso
evolutivo o casualidades o causalidades o …
Lo que hoy
quiero compartir con vosotros es la necesidad de ser agradecidos todos los días
por el espectáculo del que tenemos la suerte de disfrutar. Nos va a ayudar a
comprometernos en su mantenimiento, nos va a unir en objetivos comunes,… y,
sobre todo, nos va a ayudar a vivir más felices y saber compartir esa felicidad
con quienes viven a mi lado. Ser agradecidos también nos ayudará a solidarizarnos
con quien se ha quedado “sin entradas” pero al que puedo “relatarle la
“representación” con todo tipo de “pelos y señales”. ¿Cómo no ser agradecidos
ante semejante regalo diario? Solo se me ocurre una: pasar demasiado tiempo
mirándonos el ombligo, poniendo toda nuestra concentración en analizar si el
tornillo de la butaca de delante tiene los tornillos de latón o de acero
inoxidable.
Gracias al
Director, gracias a los actores principales y también a los secundarios, al
diseñador del decorado, gracias camarero de la cafetería,… y al encargado del
marketing. A todos. No quiero perderme la función de hoy porque tiene pinta de
ser otra agradable obra de arte en la que necesito descubrir que no solo soy
espectador sino también… ¡¡¡¡ACTOR!!!!.
Que ustedes lo disfruten y sean agradecidos.
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