“En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde
la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los
roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los
coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí
está tu corazón”. (Mt 619-21)
¡Qué fácil de leer y qué fácil de comprender! Si todos
los mensajes que escuchamos a través de los medios de comunicación fueran tan
sencillos… Hasta los anuncios publicitarios a los que se dedican tantos
esfuerzos, medios y presupuestos, a veces, son más difíciles de entender: “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”.
Pero no solo fácil de entender sino que, además, no es
una lección recibida sino el recuerdo de una experiencia que todos tenemos.
¿Dónde está nuestro corazón? ¿En dónde concentramos todas nuestras energías
positivas? ¿Qué es lo que nos hace levantarnos a las mañanas con ilusión y
llegar al descanso nocturno satisfechos de la labor bien realizada? ¿Para qué…?
Pues a eso es a lo que se refiere Jesús cuando se lo recuerda a sus discípulos.
Aquí no hay dobleces ni segundas interpretaciones. ¡¡¡Es tan sencillo… y tan
cierto!!!
Pero que la conclusión de las palabras de Jesús sea
sencilla de comprender y cierta en su planteamiento no quiere decir que la
primera parte de sus palabras no sean igualmente indiscutibles. Todos sabemos
que los “tesoros de la tierra”, lo que nuestro mundo nos propone como “tesoro”:
el dinero, el “tener como enfermedad”, el ser más que los demás, el poder en
sus múltiples expresiones,…, en realidad son fácilmente reducidos a nada por
“la polilla o por los ladrones”. Lo sabemos, lo expresamos, lo intentamos
transmitir a nuestros pequeños,… pero hemos de reconocer, también con
sinceridad, que demasiados esfuerzos en la vida diaria están orientados a aumentar
esos “pseudo-tesoros” y perdemos demasiadas energías, e incluso la salud, por
alimentar esa “tesorería”. ¡¡¡Es tan sencillo… y tan cierto!!!
La invitación de Jesús a sus discípulos considero que es
absolutamente actual: “Atesorad tesoros
en el cielo”. Y el primer interrogante que probablemente nos surja sea:
¿cuáles son esos tesoros del cielo de los que habla Jesús? Los de la tierra los
puedo palpar, son evaluables, se pueden “contar” pero… ¿los del cielo? La
respuesta no es demasiado complicada: Son “tesoros” y, como todo tesoro que se
precie, además de muy valiosos, también exigen esfuerzo para poder
conseguirlos. ¿Acaso los tesoros de la tierra nos los encontramos en el felpudo
de nuestra casa? Conseguir, disfrutar de los tesoros ofrecidos por Jesús
suponen poner “toda la carne en el asador” para poder gozarlos. No hay tesoro
que no exija esfuerzo.
Cada uno deberá encontrar esos tesoros y deberá hacer su
propio “mapa” y su propio camino para encontrar lo deseado, aunque no es menos
cierto que buscado y vivido en grupo, en Comunidad, sintiéndose unido a otros,
es mucho más fácil. Ese fue el método que Jesús nos propuso. Y también nos
dijo, no lo olvidemos, que, “no podéis
servir a Dios y al dinero” (Mt. 6,24). Por lo tanto, no insistamos en
“compaginar” caminos a “tesoros diferentes”. El camino que lleva a la Meseta no
termina en el Cantábrico, por mucho que el refrán popular proclame que “todos
los caminos llevan a Roma”.
“Bien, bien,…
¿pero en qué consisten esos tesoros en el cielo?” Hay que dedicar tiempo y esfuerzo en descubrirlos y de poco,
o nada, te va a servir que te cuenten el tesoro encontrado por otros si no eres
capaz de hacer esa “inversión”. “Sin prisa” pero con constancia son muchos los
que han encontrado esas joyas. El “mapa” utilizado no suele muy diferente a la
escucha atenta de ese Dios que nos habla a través de lo que pasa en nuestro
mundo, de las personas que sufren en nuestro entorno, de la Biblia leída
reflexionada y compartida con otros que también buscan el tesoro,… Hay mucha
“cartografía básica” que nos conduce al tesoro.
Bueno… Os voy a dar una pista. Si queréis “saber” en qué
consisten los “tesoros del cielo” mirad a vuestro alrededor y gozad con las
personas que ya los han encontrado. Va a ser muy fácil de identificarles:
personas felices que necesitan compartir la Buena Noticia de Jesús estén en
donde estén, personas que expresan y viven su confianza en un Dios Padre del
que sienten a diario su cariño, personas agradecidas por todos los regalos
recibidos sin haberlos merecido, personas que agradecen el Mensaje Salvador de
Jesús y que saben valorar que el mismo Hijo de Dios “subiera” a la Cruz por
todos nosotros y que nos abriera el camino hasta la paz eterna, personas que
sienten que el Espíritu les acompaña en las dificultades personas y grupales,
personas que sienten a María como compañera y “asesora” de sus “inversiones”,
personas como tú y como yo que lloran y ríen, personas que creen y que dudan
pero que se sienten satisfechas de sus esfuerzos por alcanzar esos tesoros,
personas… Preguntadles a ellas si merece la pena esforzarse por alcanzar esos “tesoros
celestiales”.
Estoy seguro que va a merecer la pena dedicar un rato
a escucharles.
Conozco un matrimonio muy feliz. El dejó las drogas y el alcohol cuando descubrió que podía ayudar a los jóvenes, a la par de su esposa, dando testimonio de su error en poner el corazòn en lo que no merece la pena. Hoy son muy felices, han descubierto el Tesoro.
ResponderEliminarConozco un matrimonio muy feliz. El dejó las drogas y el alcohol cuando descubrió que podía ayudar a los jóvenes, a la par de su esposa, dando testimonio de su error en poner el corazòn en lo que no merece la pena. Hoy son muy felices, han descubierto el Tesoro.
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