En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad
llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad,
resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era
viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y
dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús
se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca
y por Judea entera. (Lucas 7,11-17)
Antes de que oficialmente comience la Campaña Electoral, -segunda
parte-, (la “no oficial” o precampaña empezó hace…), me apetece hacer, y
compartirlo con vosotros, “un poco de ejercicio”. No ejercicio físico del que
algo hacemos todos los días (lo que nos mandan los galenos) sino ejercicio de
poner “la neurona” a funcionar y dejar que los dedos “cabalguen” entre el
teclado con resultado impredecible.
Un ejercicio que consiste en leer dos
“narraciones” distintas, incluso muy distintas, a la vez. Es “tan sencillo”
como leer con el ojo derecho un libro de poesía y, con el izquierdo, una
revista del corazón. ¿Una locura? Pues sí, pero me parece que es un ejercicio
saludable al que os invito a acompañarme y, tal vez, a que lo probéis a
realizar en alguna ocasión.
Nos
narra el evangelio cómo Jesús camina por aquellos caminos polvorientos de Judea
acompañado de sus discípulos y de un grupo grande de seguidores.
Nos narran los noticiarios cómo quienes se propugnan
como los salvadores de todos los males de nuestra sociedad se pasan jornada
tras jornada recorriendo todos los rincones de nuestras provincias. Les
acompañan sus correligionarios más cercanos que son convocados en el lugar estudiado con anterioridad por los analistas de campaña. Preparan su micrófono y su estrado cuidando hasta los más pequeños
detalles para “dar buena imagen” en los medios de comunicación. Interesa que se
vea que son muchos y si el número de asistentes no es tan grande como se
esperaba… se cierra el zoom de los objetivos y se abusa de primeros planos de
los parlantes.
Nos
narra el evangelio cómo Jesús al entrar en la ciudad de Naín coincide con un
cortejo fúnebre en el que llevan a enterrar a lo único que le quedaba a aquella
mujer: su hijo. Muerte de su hijo que supone rasgar las entrañas de una madre,
como es comprensible, pero también el desamparo más absoluto en el que queda la
madre en una sociedad en la que la mujer tenía el lugar que todos sabemos o
podemos aventurar y sin ninguna protección social, como nos podemos imaginar.
Queda en la más absoluta de las miserias sentimentales y sociales. En ese
momento, el centro de atención de Jesús ya no son sus seguidores sino la mujer
y su dolor. Su desamparo. Jesús no solo abre los ojos para descubrir al que
sufre sino que “se compadece”, “padece-con”, que es algo más que
“saber y comprender” la situación de aquella mujer.
Nos narran los noticiarios que los actos
políticos que se realizan en nuestras plazas están dirigidos a los que tienen
claro lo que van a votar y a quienes pueden estar dudando cuál va a ser su
sufragio al enfrentarse con la correspondiente urna. Es cierto que los oradores
conocen bien los datos estadísticos, las tendencias de voto, las posiciones de
cada uno de los partidos, en dónde pueden “pescar” algunos votos y por dónde se
les escapan… Hoy, más que nunca, hay encuestas y estadísticas de los temas más
insospechados, aunque también es verdad que cada uno los lee y los interpreta
dependiendo de los intereses propios o del partido al que representan. Es evidente
que los políticos conocen la realidad de sufrimiento de la gente, conocen que
los datos hablan de que “un 28,6% de los españoles está en riesgo de pobreza y
exclusión social (Instituto Nacional de Estadística)”, saben que… pero la diferencia
con Jesús es que “no padecen-con” saben pero no se “com-padecen”. Buscan
soluciones, no lo dudo. Pero mirando, analizando, “filosofando” desde fuera de
la realidad de dolor y necesidad en el que viven las personas. Da la sensación
de que no son “personas dolientes” sino que sus preocupaciones son sólo los números
de cualquier índole que conviene maquillar para poderse “pavonear”. Todos. No,
pero muchos…
Nos
narra el evangelio que Jesús “devuelve a la vida” al hijo único y se lo
“entrega a la madre” de manera que su dolor se convierte en la alegría más
profunda y también en la forma más evidente de que sus seguidores comprendan,
vean, sientan y vivan que su mensaje es un Mensaje de Salvación. Un mensaje al
que ni la misma muerte puede poner barreras.
Nos narran los noticiarios que las soluciones que
nos ofrecen quienes se promocionan como gestores-salvadores de nuestra sociedad
siempre tienen un mismo origen, “lo mal
que lo hicieron los predecesores” o “y
tú más”, se apoyan en los mismos salvadores, “el dinero organizado de una manera u otra” y también las mismas
actitudes a acatar por la multitud, “paciencia
y confianza en su buen hacer”, a pesar de los “pequeños deslices” que jalonan
las crónicas judiciales, a pesar de sus intentos fracasados de ponerse de
acuerdo, a pesar de…
Nos
narra el evangelista que quienes vivieron de cerca los acontecimientos a la
entrada de Naín “todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios”. Vamos a sumarnos a aquella viuda y a
sus acompañantes que sintieron en sus carnes el mensaje salvador de Jesús y
vamos a aprender del Maestro a “padecer-con” nuestros hermanos. No nos interesa
criticar a nadie. Nos interesa hacer la vida más feliz a quien está a mi lado y para conseguirlo parece que hay una actitud innegociable: “padecer-con”.
Nos narran los noticiarios que la gente se encuentra
desencantada, que hay quien no va a acercarse a las urnas esta vez porque…, que
los políticos no aprueban el examen de credibilidad, que… Luego llegará la
noche electoral en la que todos han ganado, en la que anuncian que van a
trabajar como nunca, que tienden la mano a … ¡¡Qué pereza!!
Después de
hacer este ejercicio propio de un “estrabismo contorsionista” me apetece
un poco más seguir escuchando, leyendo y viviendo a ese Jesús que “padece-con” para hacer llegar un Mensaje de Salvación a quienes más sufren y también
me encuentro con ganas de estar atento a las propuestas de nuestros políticos,
con más ganas que nunca de aplaudir aquellas que nacen de “padecer-con” y con
ganas de ejercer mi “profetismo bautismal” denunciando todas aquellas propuestas
que tengan como único fin el “ombligo” de unos pocos.
Me duelen los
ojos… pero es necesario educar a los ojos a realizar este ejercicio.
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