miércoles, 8 de junio de 2016

Me duelen los ojos....

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera. (Lucas 7,11-17)

Antes de que oficialmente  comience la Campaña Electoral, -segunda parte-, (la “no oficial” o precampaña empezó hace…), me apetece hacer, y compartirlo con vosotros, “un poco de ejercicio”. No ejercicio físico del que algo hacemos todos los días (lo que nos mandan los galenos) sino ejercicio de poner “la neurona” a funcionar y dejar que los dedos “cabalguen” entre el teclado con resultado impredecible.
Un ejercicio que consiste en leer dos “narraciones” distintas, incluso muy distintas, a la vez. Es “tan sencillo” como leer con el ojo derecho un libro de poesía y, con el izquierdo, una revista del corazón. ¿Una locura? Pues sí, pero me parece que es un ejercicio saludable al que os invito a acompañarme y, tal vez, a que lo probéis a realizar en alguna ocasión.

Nos narra el evangelio cómo Jesús camina por aquellos caminos polvorientos de Judea acompañado de sus discípulos y de un grupo grande de seguidores.

Nos narran los noticiarios cómo quienes se propugnan como los salvadores de todos los males de nuestra sociedad se pasan jornada tras jornada recorriendo todos los rincones de nuestras provincias. Les acompañan sus correligionarios más cercanos que son convocados en el lugar estudiado con anterioridad por los analistas de campaña. Preparan su micrófono y su estrado cuidando hasta los más pequeños detalles para “dar buena imagen” en los medios de comunicación. Interesa que se vea que son muchos y si el número de asistentes no es tan grande como se esperaba… se cierra el zoom de los objetivos y se abusa de primeros planos de los parlantes.

Nos narra el evangelio cómo Jesús al entrar en la ciudad de Naín coincide con un cortejo fúnebre en el que llevan a enterrar a lo único que le quedaba a aquella mujer: su hijo. Muerte de su hijo que supone rasgar las entrañas de una madre, como es comprensible, pero también el desamparo más absoluto en el que queda la madre en una sociedad en la que la mujer tenía el lugar que todos sabemos o podemos aventurar y sin ninguna protección social, como nos podemos imaginar. Queda en la más absoluta de las miserias sentimentales y sociales. En ese momento, el centro de atención de Jesús ya no son sus seguidores sino la mujer y su dolor. Su desamparo. Jesús no solo abre los ojos para descubrir al que sufre sino que “se compadece”, “padece-con”, que es algo más que “saber y comprender” la situación de aquella mujer.

Nos narran los noticiarios que los actos políticos que se realizan en nuestras plazas están dirigidos a los que tienen claro lo que van a votar y a quienes pueden estar dudando cuál va a ser su sufragio al enfrentarse con la correspondiente urna. Es cierto que los oradores conocen bien los datos estadísticos, las tendencias de voto, las posiciones de cada uno de los partidos, en dónde pueden “pescar” algunos votos y por dónde se les escapan… Hoy, más que nunca, hay encuestas y estadísticas de los temas más insospechados, aunque también es verdad que cada uno los lee y los interpreta dependiendo de los intereses propios o del partido al que representan. Es evidente que los políticos conocen la realidad de sufrimiento de la gente, conocen que los datos hablan de que “un 28,6% de los españoles está en riesgo de pobreza y exclusión social (Instituto Nacional de Estadística)”, saben que… pero la diferencia con Jesús es que “no padecen-con” saben pero no se “com-padecen”. Buscan soluciones, no lo dudo. Pero mirando, analizando, “filosofando” desde fuera de la realidad de dolor y necesidad en el que viven las personas. Da la sensación de que no son “personas dolientes” sino que sus preocupaciones son sólo los números de cualquier índole que conviene maquillar para poderse “pavonear”. Todos. No, pero muchos…
 
Nos narra el evangelio que Jesús “devuelve a la vida” al hijo único y se lo “entrega a la madre” de manera que su dolor se convierte en la alegría más profunda y también en la forma más evidente de que sus seguidores comprendan, vean, sientan y vivan que su mensaje es un Mensaje de Salvación. Un mensaje al que ni la misma muerte puede poner barreras.

Nos narran los noticiarios que las soluciones que nos ofrecen quienes se promocionan como gestores-salvadores de nuestra sociedad siempre tienen un mismo origen, “lo mal que lo hicieron los predecesores” o “y tú más”, se apoyan en los mismos salvadores, “el dinero organizado de una manera u otra” y también las mismas actitudes a acatar por la multitud, “paciencia y confianza en su buen hacer”, a pesar de los “pequeños deslices” que jalonan las crónicas judiciales, a pesar de sus intentos fracasados de ponerse de acuerdo, a pesar de…

Nos narra el evangelista que quienes vivieron de cerca los acontecimientos a la entrada de Naín “todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios”. Vamos a sumarnos a aquella viuda y a sus acompañantes que sintieron en sus carnes el mensaje salvador de Jesús y vamos a aprender del Maestro a “padecer-con” nuestros hermanos. No nos interesa criticar a nadie. Nos interesa hacer la vida más feliz a quien está a mi lado y para conseguirlo parece que hay una actitud innegociable: “padecer-con”.

Nos narran los noticiarios que la gente se encuentra desencantada, que hay quien no va a acercarse a las urnas esta vez porque…, que los políticos no aprueban el examen de credibilidad, que… Luego llegará la noche electoral en la que todos han ganado, en la que anuncian que van a trabajar como nunca, que tienden la mano a … ¡¡Qué pereza!!

Después de hacer este ejercicio propio de un “estrabismo contorsionista” me apetece un poco más seguir escuchando, leyendo y viviendo a ese Jesús que “padece-con” para hacer llegar un Mensaje de Salvación a quienes más sufren y también me encuentro con ganas de estar atento a las propuestas de nuestros políticos, con más ganas que nunca de aplaudir aquellas que nacen de “padecer-con” y con ganas de ejercer mi “profetismo bautismal” denunciando todas aquellas propuestas que tengan como único fin el “ombligo” de unos pocos.


Me duelen los ojos… pero es necesario educar a los ojos a realizar este ejercicio.

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